A la izquierda le pone (hot) Bolsonaro

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Como aquello de la mariposa que bate sus alas a tomar por saco y causa un huracán en Mollerussa. Cosas lejanas pueden tener consecuencias en casa, y si son de las que se les puede sacar tajada política mucho más. Los seguidores de Bolsonaro la han liado en un estilo parecido al trumpiano al no resignarse, como él, a perder las elecciones. Mal fet. Pero le ha venido de perlas a la izquierda y extrema izquierda gobernante de este país. Ya pueden sacudir un espantajo nuevo para darnos miedo.

En Cataluña no han tardado nada. Y, de los primeros, quienes fueron los fans más entusiastas del procés, como por ejemplo, La Vanguardia. Tal como si se encarnaran en una Aramis Fuster muy oportuna (por cierto, catalana ella) han profetizado que si el PP y Vox pierden las próximas elecciones generales, pueden incurrir en una trumpbolsonada, palabreja que me acabo de inventar y de la que cedo todos los derechos. De todos los riesgos posibles, lo que les parece digno de conjurar es el peligro de «unas elecciones impugnadas» por sus adversarios. Encima, dice el pie de foto de la noticia que «la agresividad de los grupos de extrema derecha ha ido en aumento estos años, a medida que la tensión política crecía en el país».

Y te daría la risa si no estuvieras ocupada con las arcadas. Porque, vamos, Sr. Juliana, no nos hable de la «calle» a los catalanes. Y menos a los constitucionalistas. Debe de pensar que estamos ya todos con las pérdidas de memoria propias de su edad. Pero yo recuerdo asaltos al Parlament y señores teniendo que llegar a él en helicóptero. Por no hablar de los prácticamente dos años de algaradas, agresión a la policía y destrozos en el mobiliario urbano que siguieron al juicio del procés. O el primer aniversario del 1-0. O en Madrid el rodea el Congreso que organizó el entonces líder de Podemos en julio de 2018.

¿Extrema derecha? De las humedades hablaremos otro día. Ahora es mejor preocuparse por la extrema izquierda y el secesionismo golpista.
En octubre del 18 votamos en el Parlamento Europeo una resolución sobre el «auge de la violencia neofascista» en Europa, originada por el ataque sufrido por una europarlamentaria de un grupo de izquierda en una manifestación. Desde luego, toda violencia políticamente motivada, incluyendo la de inspiración fascista, debe ser sistemáticamente prevenida y perseguida en Europa. Y, entonces, los últimos años de datos policiales habían apuntado a un aumento de las agresiones neofascistas en la Unión, lo que justificaba una preocupación específica.

Pero quise hacer dos importantes salvedades. En primer lugar, que los mismos datos policiales, procedentes de las fuerzas de seguridad de países miembros y de Europol, mostraban que la violencia política de extrema izquierda, que a menudo se intentaba legitimar como «antifascista», así como la violencia política separatista, o islamista, poseían la misma o superior prevalencia que la violencia política de extrema derecha y «neofascista» en Europa. Y, en segundo lugar, quise subrayar la existencia de una diferencia substantiva entre el antifascismo democrático, de raíz liberal, y el antifascismo antidemocrático, originado en la Unión Soviética de Josef Stalin, y practicado históricamente por grupos de extrema izquierda y anarquista, y que a menudo es violento, antiliberal y eurófobo. Ninguna resolución parlamentaria debería servir para excusar o legitimar, siquiera de forma indirecta, este tipo de «antifascismo».

Creo que en este momento pusimos una primera piedra que contribuyó a que más adelante se dictase otra resolución que fue histórica y que otorgó a la violencia de extrema izquierda el mismo nivel de peligro y potencial desestabilización en Europa como la de la «extrema derecha». Y más cuando, en el caso de España, no ha habido en este siglo ninguna violencia comparable con la de la extrema izquierda y el secesionismo. Si hay que agitar fantasmas, que sean los reales.

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