Izquierda Española, ¿contradicción o necesidad?

Izquierda Española

Nace una nueva formación política en la España del dios Estado, divinidad con cada vez más feligreses que adoran ser dirigidos -mientras ellos creen estar protegidos- por quien les roba y saquea en nombre de lo común. Digo que amanece un partido que busca ser lo que la izquierda no ha sido nunca en España y no podía ser según lo marcado por sus principios fundacionales.

El obrerismo que parecía regir sus inicios mutó en cómodo postureo protestón cuando todavía había clases que luchaban entre sí por la hegemonía social y política. La irrupción en los años ochenta de la obra de Laclau y su revolución de las causas fragmentarias dinamitó todo espectro de inconformismo y queja en la izquierda mundial, que desde entonces se dedicó a asaltar los parlamentos con la misma facilidad con la que raspaban las arcas públicas para mantener su statu quo económico. Lo demás, desde entonces, no ha sido otra cosa que propaganda de mantenimiento.

Desde la Academia hasta la Universidad, pasando por los medios de comunicación y producción, el abandono de toda idea de progreso, salvo en lo retórico y como pasto de eslóganes facilones, facultó un nuevo tipo de liderazgo basado en el privilegio personal y la amalgama de intereses de una clase dominante dentro de los propios partidos autoproclamados progresistas, que en vez de generar un progreso real y colectivo, se esforzaron en crear un ejército de siervos de la sigla, esclavos de la estructura la presida quien la presida y la dirija como lo dirija. Ese momentum es el alcanzado en la actualidad por el PSOE sanchista y sus franquicias soviéticas sumatorias.

Izquierda Española, que así se llama el nuevo intento por presentar al elector una izquierda decente y no un pastiche aborregado de caprichos personalistas, concurrirá a las próximas elecciones europeas como primer laboratorio de pruebas para evidenciar al incrédulo que no hay votante más sumiso, fiel y mansurrón que el votante del PSOE y por extensión, de izquierdas. Sus impulsores, en su mayoría, llegan a la política sin venir de ella, y eso da una pátina de respeto que principia un interés mayor por saber su futuro recorrido sociológico.

Esta izquierda leída posee más fundamentos intelectuales y programáticos en la defensa de la igualdad y el rechazo a estadios de privilegio que la izquierda establecida, tan escasa en lecturas como profunda en sectarismo, arraigados sus valores como están en la poltrona antes que en los derechos, pendiente sentimentaloide sobre la que han construido una entelequia de victimismo y damnificados por la irracional y aberrante idea de que todo deseo soñado se convierte automáticamente en legislación por la gracia de Marx.

Cómodos en el plácet, no admiten en la izquierda del régimen la competencia de quien viene a ocupar un espacio abandonado hace tiempo. Salvo honrosas y destacadas excepciones en la historia, las élites políticas de la izquierda española poco o nada contribuyeron al fortalecimiento del orden legal y democrático en nuestro país, ejerciendo de conducto para la implantación y difusión de ideas totalitarias (fascismo y comunismo) o de profundidad ultra y radical (anarquismo y sindicalismo).

Si la socialdemocracia tiene futuro en España, que sea el que encarne esta enésima intentona por presentar una izquierda que no admite pastoreo con los enemigos comunes de la libertad y la igualdad, es decir, enfrentarse a todo lo que siempre ha agradado a la izquierda fundamentalista, la de pedigrí auténtico, la de carné socialista y comunista, que, en su cercanía a las ideas de barbarie contrarias a toda costumbre democrática, han alcanzado el poder desde la crueldad, el liberticidio o la propaganda. A veces, mediante la suma de las tres.

Sólo por eso, y desde una óptica liberal, se abraza con regocijo escéptico esta nueva idea que ya desde su fundación lleva el pecado original, mancha y estigma que deberá borrar con obras y no tanto con verbo. Merece apoyo porque sólo con anunciar su alumbramiento, el ejército de corifeos políticos y el equipo de opinión sincronizada de la motorizada mediática han mostrado su rechazo, sarcasmo y repulsa. Y uno está más cerca de la democracia cuando mantiene lejos a quienes la pervierten cada día. Salud, libertad y España, camaradas.

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