Italia sigue siendo ITALIA

Italia sigue siendo ITALIA

Suena música italiana con su incertidumbre política en punto álgido. Italia, sin embargo, está acostumbrada a cortejar el abismo político, a sufrir cambios de Gobierno cada dos por tres, a la inestabilidad política. Y pese a ello, los empresarios italianos, desconectados de los vaivenes electorales, se dejan de algarabías y vicisitudes preocupándose y, sobre todo, ocupándose de lo que realmente hay que hacer: tirar sus empresas adelante, vender, ir por el mundo predicando las excelencias del made in Italy y desplegar todo su estilo latino para acabar siendo capaces de venderle una aspirina a un farmacéutico. Es el alma italiana, su saber hacer, su inconfundible ADN, que les aúpa a ser la cuarta economía europea y la tercera de la zona euro, con un producto interior bruto en 2017 de 1.716.238 millones de euros y, eso sí, con una deuda pública que lleva años fuera de contexto al representar el 133% de su PIB y un déficit público que cierra en negativo más allá del 2% de su PIB. Las elecciones italianas ventilan su primer acto de 2018 tal y como más o menos auguraban los vaticinios: sin nada claro, reparto de fuerzas, probable ingobernabilidad y muchos líos entre movimientos políticos… ¡Italia sigue siendo Italia, con Berlusconi cantando!

Aunque lo más destacado, tal y como se atisba desde bastantes kilómetros de distancia del territorio transalpino, es constatar ese escepticismo, cada vez más marcado, respecto a Europa, hacia Bruselas, del que los italianos hacen gala. Los italianos son europeos, pero de ahí a afirmar que europeístas hay un buen trecho. A los italianos todo aquello que lleve el sello de Bruselas les produce algo de repelús. Italia no ha franqueado sus fronteras a la inversión del resto de Europa en su territorio, no ha facilitado el desembarco de capitales extranjeros en sus empresas, no ha visto con agrado que otras compañías de la zona euro se afincaran en sus posesiones y solo en una situación in extremis sí que ha aceptado que algunos de sus grandes clubes del Calcio pasaran a manos extranjeras, asiáticas para ser más concretos, porque Italia sin fútbol dejaría de ser la gran Italia que todos conocemos.

Apellidos tradicionales y consolidados como mecenas de clubes de la talla del Milan y del Inter —Berlusconi y Moratti— han cedido sus bastones de mando a inversores asiáticos soñando que el hoy decadente fútbol italiano, excepción hecha de la Juventus de la familia Agnelli, retome esplendores pretéritos. Posiblemente, éste sea el único puente por donde capitales foráneos han entrado sin problemas en el ensimismado mercado italiano. ¿Miedos empresariales en Italia a raíz de los resultados electorales? Sinceramente, no. Porque los empresarios italianos están curtidos en cientos de batallas políticas y han sufrido repetidamente el subsiguiente caos. ¿Mucha exposición por parte de empresas españolas al mercado italiano? No en exceso, aunque sí es cierto que las relaciones entre empresarios españoles e italianos son muy frecuentes y consistentes, con inversiones cruzadas de intereses italianos acá y de negocios españoles allá.

Y mientras, en España, vivimos pendientes de cómo se solventa una OPA sobre una de nuestras grandes compañías del IBEX con dos candidatos en juego: alemanes que son filiales de españoles versus italianos de pura cepa. Sin duda, esos próximos días se volverá a la carga acerca de las dudas que despierta el sistema financiero italiano. De nuevo, volveremos a escuchar que la morosidad total de la banca transalpina ronda los 300.000 millones de euros. Lo que sí es indudable es que las finanzas de Italia y sus entidades financieras dependen en gran manera del Banco Central Europeo, al igual que el resto de las economías periféricas. Mientras la sombra de su tocayo, Mario Draghi, sea alargada y prosiga regando de estímulos monetarios a la zona euro, Italia resistirá, como otros países del sur de Europa.

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