¡Insultos para todes!
Las palabras de Toscano me produjeron vergüenza y pesar. Haciendo honor a su apellido estuvo verdaderamente «tosca» (Dicho de una persona, por la RAE: escasa de educación o delicadeza); y antiestética, porque proyectaba rabia, naftalina y fealdad psíquica. Y esto aceptando la posibilidad de que la acusación a la ministra de Igualdad, eso de «que está ahí por ser la novia de» (algo que se comenta desde hace años en todos los mentideros habidos y por haber, incluidos los de Podemos), sea verdad, que no lo sabemos.
¿Hubiera llegado Montero a ministra de no haber sido pareja del jefe y madre de sus hijes? En cuanto a Tania Sánchez, ¿habría sido enviada al desván de la política si hubiera prosperado su idilio con el mismo que masacraba a Ana Botella por estar en política y ser «esposa de»?
Lo dicho, Vox estuvo muy mal en las formas, pero sobre todo estuvo torpe e ingenuo, ¿a quién se le ocurre recurrir a un comentario tan grosero para agredir a Irene Montero, que es, por derecho, la tía más cursi que se ha paseado por el Congreso regalándole el argumento más ridículo del mundo?: «¡Machistas, fascistas!» que es del que vive ella y su corte de chiringuitos desde que llegaron al Gobierno.
Por supuesto, si Montero llegó o no a su puesto gracias al apoyo de su enamorado, es una cuestión que no tiene nada que ver con el sexismo, ni siquiera con su valía. Reflexionen. Si la jefa del cotarro hubiera sido Irene u otra mujer (algo que me encantaría y que nos hace mucha falta) y su marido asciende a ministro nos movería del mismo modo un incontenible deseo de acercarnos a las verdades incuestionables de la antropología, las ciencias sociales y, cómo no, el alma humana y del amor, un tema este último mucho más interesante e importante que la política, por cierto.
No Toscano, no, ni machismo (al menos no más que el machismo promedio de la sociedad… La utopía feminista, lamentablemente, aún no ha llegado a España) ni fascismo. Impulsividad y mal estilo, esto seguro, pero Vox no es la única fuerza política que pincha por ahí. Como todos sabemos, la izquierda del Congreso encabezada por Podemos insulta sin recato ni compasión, desde que llegó, a cuantos se cruzan en su camino.
Pensemos en la nunca demasiado vituperada Isabel Díaz Ayuso, ¿IDA o asesina? ¿Qué prefieren?
El respeto a las formas en el Congreso ha muerto y yo diría que está enterrado desde el día en que nuestra ministra contra argumentó pública e impunemente empleando su «jolines» sin que nadie se escandalizara por ello. Pero yo Insisto ¡es un escándalo! (aunque ellos sólo se alarmen cuando los españoles no decimos «monomarental» o «portavoza») porque un pequeño «Jolín», amigues, tiene el poder aniquilante de devaluar toda nuestra política y denigrar a todos los españoles en una décima de segundo…
Pero ¡despierten! ¡tiremos de hemeroteca, a falta de memoria! Ahora llora la ministri y capitaliza la zafiedad de la oposición (que no es mayor que la suya propia) ¡y se hace rica! Y se proclama víctima de una nueva violencia… Recapitulemos: física, psicológica, sexual, obstétrica, económica, digital, vicaria, patrimonial, económica, menstrual, simbólica, profesional y ahora… ¡Política!
Bravo Irene, hemos de reconocerles su astucia (la que le falta a la derecha). Irene, la It Girl del Congreso y los violadores aprovechando el Black Friday de Podemos.
Lo que está claro es que los españoles estamos acostumbrados a un nivel muy grosero de negligencia y cinismo desde que llegó Sánchez y defraudó, por primera vez, a todo su electorado pactando con quien había prometido no pactar… La primera mentira de un collar de falacias que llevamos al cuello todos, unos con pesar y otros creyendo que les favorece y dando palmas.
No sé ustedes, pero yo ya soy impermeable, qué digo impermeable, refractaria, a la acción de estos histriones y a la difusión de sus interesadas y, algo mucho peor, soporíferas peroratas fabricadas para TikTok.
Quizá todos debieran, en una gran terapia, insultarse a todos. Y todos tendrían razón.
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