La inexistente política económica del Gobierno

La inexistente política económica del Gobierno

Ahora que ha comenzado a darse un rebote fuerte e importante en la economía conforme ha avanzado el ritmo de vacunación -avance que no es todo el que debería, porque el Ejecutivo no ha sido todo lo diligente que tendría que haber sido a la hora de comprar vacunas- no debemos perder la perspectiva, pues no podemos asegurar que en el medio y largo plazo, en el contexto económico nacional e internacional, se muestre un horizonte claro. Es verdad que casi todos los indicadores incrementan mucho sus registros en tasa interanual, pero la comparación no es muy útil, al hacerlo con el mismo período del año previo, donde la actividad era prácticamente inexistente.

Por otra parte, este rebote que se está produciendo con mucha intensidad en el corto plazo, aunque sólo sea por mero cumplimiento de la teoría del ciclo, no podemos asegurar que se mantenga en el medio y largo plazo, pues dependerá, en gran medida, de la capacidad reformista que tengan el conjunto de economías para dinamizar, modernizar y adaptar sus economías y, con ello, incrementar su nivel de crecimiento potencial, sus fronteras de posibilidades de producción.

Y ahí es donde nos encontramos con un gran problema: la ausencia total de reformas por parte del Gobierno del presidente Sánchez. Es más, no es que no haga reformas, es que parece carecer de cualquier política económica, fiando todo a la recepción de unos fondos europeos, cuyo anticipo ha comenzado a llegar, pero que, aunque el Gobierno lo niegue, están condicionados a la realización de una serie de reformas, al tiempo que el Ejecutivo no termina de aclarar en qué los va a invertir y cómo los va a distribuir. No puede ser un reparto regional a cambio de apoyos políticos, ni deben tener un enfoque cortoplacista, como un nuevo plan E, sino que deben enfocarse a cambios que permitan incrementar la actividad económica y el empleo de manera permanente, estructural, pensando en el medio y largo plazo, con visión nacional.

Ante esto, el mayor reto que tiene el conjunto de la economía española no es otro que la necesidad de acometer reformas estructurales, las cuales hay que poner en marcha cuanto antes. Con ser importante la caída económica de 2020, lo más grave, siéndolo, no es eso, sino la capacidad, como digo, de recuperación del conjunto de la economía en el medio y largo plazo y la generación de un entorno de mayor crecimiento potencial.

Todo ello, dibuja un escenario económico incierto. Ojalá se pueda conformar una recuperación ágil y sólida, pero, para ello, hay que trabajar en una serie de reformas estructurales que allanen el camino para lograr dicho objetivo, además de no subir impuestos y evitar que las inversiones se ahuyenten, con lo que, adicionalmente, habría que generar certidumbre y seguridad jurídica. Por tanto, se trata de corregir esos desequilibrios, generar un marco de seguridad y confianza en la economía, retornar, tras la pandemia, a la necesaria estabilidad presupuestaria y ahuyentar medidas proteccionistas. De ello depende que la recuperación nacional e internacional sea sólida y duradera en el tiempo o que quede en un mero rebote estadístico en el corto plazo.

Sin embargo, el Gobierno, que empieza a parecer que está noqueado, pues desde las elecciones regionales de Madrid, junto con el posterior cambio de gabinete, da la sensación de haber entrado en una fase descendente, sólo piensa en que los fondos -y la vacunación- le permitirán cobrar impulso para volver a recuperar puestos en intención de voto. Esa anestesia que el Gobierno pretende aplicar a la sociedad con los fondos, está comenzando a invadir al propio Ejecutivo, que parece que, realmente, se cree que con la llegada del dinero procedente de Bruselas todo queda solucionado, sin necesidad de política económica alguna, y cuando se amaga con alguna idea económica, enseguida se enfrentan entre sí las distintas facciones del Gobierno. Da toda la sensación de que tenemos un Gobierno agotado, sin ideas y sin política económica, que no es lo más indicado para afrontar la ardua tarea que supone asentar una recuperación sólida, estructural y duradera.

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