Los independentistas, el ‘síndrome de Munchausen’ y Cataluña

Los independentistas, el ‘síndrome de Munchausen’ y Cataluña

Los independentistas sienten un amor abnegado, un amor de madre por Cataluña. Siempre andan alarmados por lo mucho que sufre, por lo maltratada que está. Pero quienes la mantienen enfermita son ellos mismos. Pareciera que son como esos progenitores con el síndrome de Munchausen, desarreglo que, si consultan los diccionarios online, verán definido como un «trastorno facticio impuesto a otro (antes llamado síndrome de Munchausen por poderes) que ocurre cuando alguien miente diciendo que otra persona presenta signos y síntomas físicos o psicológicos de enfermedad, o le provoca lesiones o enfermedades a otra persona con la intención de engañar a los demás». Cambien “persona” por “Cataluña” y todo cobrará un significado nuevo. Es mágico. “La maté porque era mía” o, como decía mi abuela en una especie de “catañol” del siglo pasado, “de tanto que te quiero te apuñego”.

Pero, ah, de que siga enferma depende el pastón. Ahora les explico. El dirigente de la CUP, Pau Juvillà, ha definido con ese aumentativo el monto de su sueldo de parlamentario. Y yo le doy la razón. Él es biólogo, pero la mayoría no han requerido de méritos intelectuales, ni de esfuerzo académico u opositor para merecerlo. Y ya no digamos los 150.000 euros que cobra la presidenta del Parlament, y que encima se le quedan cortos. Laura Borràs, en una entrevista en Planta Baja de TV3, cuando se le recordaron las palabras de Juvillà, respondió: «le puedo decir que hay cosas que no tienen precio. Hay cosas que hacemos en nuestro trabajo que no hay dinero para pagarlo».

Qué cosa tan misteriosa. ¿Qué le deben obligar a hacer a la presidente del Parlament, además del trabajo que a grandes rasgos le conocemos, para que 150.000 euros no la compensen? ¡Es la política mejor pagada de Cataluña! ¿Qué hace ella que no tenga precio? Quizá son los remordimientos que le está produciendo ese síndrome de Munchausen mal asimilado. Sabe que vive en una mentira. Sabe que la República no existe ni existirá. Y que mientras tanto está llevando a los catalanes a la ruina.

Es el amor malentendido a la tierra el que no saben ver tampoco los del Cercle d’Economía. En un comunicado han denunciado “que hoy ni Barcelona ni Cataluña disponen de un modelo de prosperidad compartido” y que “nuestra capital y nuestro país están arriesgando el futuro de todos: podemos quedar atrapados en una espiral de irrelevancia económica, de lenta pero inexorable decadencia”. Y, lloriqueantes, se quejan de que fueron la primera institución civil económica de Cataluña en manifestar públicamente ¡su apoyo a los indultos! Al parecer, con esa generosidad con la cartera moral de todos, las cosas caerían, por la fuerza del sentido común, antes seny, en su sitio. Ellos también pensaban que dando amor a los independentistas ese mal momento que fue el procés iba a disiparse en el aire por arte de magia.

Pero no. Es lo que tiene el nacionalprogresismo que ellos representan: que no da una. Estamos en el otoño del 2021 y parecen descubrir que el modelo de desarrollo, si es que tienen tal cosa, de ambas instituciones catalanas, la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona, a menudo es “fuertemente ideológico, con falta de pragmatismo”. Hombre, hombre. ¿“A menudo”? ¡Es la ideología, estúpido! La ideología y el Munchausen.

Pero la obstinada y siniestra realidad vuelve a amagar ominosamente. La  Policía Nacional ha desarticulado de una célula yihadista radicada en Madrid y Barcelona que estaba “preparada para atentar”. Y no sé si unos mediocres a los que se les paga “un pastón” serán capaces de hacerle frente.

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