La imaginación política

La imaginación política

El liderazgo es mostrar un camino hacia una situación mejor, es crear una guía hacia un mundo en donde se puedan alcanzar más bienes y, también, deshacerse de más males. En este sentido no cabe duda que la izquierda muestra mucha más habilidad que la derecha en construir liderazgo. No porque sus propuestas sean realistas o auténticamente convenientes, sino por el simple hecho de hacerlas.

Desde mi punto de vista, aunque es la derecha quién tiene más capacidad argumentativa e instrumentos intelectuales sólidos, es la izquierda, sentimentaloide, simple y utópica, quién ejerce el papel de guía social. ¿Por qué esto es así? Pueden ser muchos los motivos, aunque, personalmente me inclinaría a pensar que desde la derecha se suele pensar que para hacer que la sociedad funcione bien es suficiente con tomar las medidas adecuadas cuando se está en los puestos de mando del poder. Mientras que la izquierda, por su parte, considera que lo relevante es la lucha por todos y cada uno de los resortes del poder, sean del nivel que sean.

Este último es el motivo por el que la izquierda en el Gobierno, o fuera de él, crea constantemente organizaciones para premiar a militantes e influir difundiendo sus ideas. Por eso mismo dedican mucha más energía a controlar los principales medios de comunicación, crean sindicatos, fundaciones culturales, penetran en la escuela, en las universidades, en los departamentos de inspección, en las organizaciones no gubernamentales, en las películas y series que subvencionan, en las organizaciones internacionales, incluida la ONU, etcétera. Es decir, como la batalla no se limita a ganar unas elecciones le dan enorme importancia a la política total, por tierra, mar y aire. A las imágenes y los gestos. Así, cuando tienen ocasión rebautizan calles, colegios y hasta cambian el nombre de la ciudad o la comunidad con criterios ideológicos.

También modifican las denominaciones de concejalías, consellerías o ministerios. Adaptan ideológicamente el calendario, y eligen a los hijos ilustres o personajes históricos de su devoción, condenando a la hoguera narrativa a los que detestan. De esta forma, han llegado a conformar la “imaginación política» de una parte muy considerable del público, al que le venden la idea de la república, la independencia, los tranvías o lo que sea. Por muy irreales y ficticias que resulten se convierten en ideas-fuerza
que se introducen, a través de los poros epiteliales, en las mentes de amplísimos sectores. Lo que les permite gobernar incluso desde la oposición.

Las masas eligen el error cuando les seduce. Por eso, desde mi punto de vista, la derecha debería alterar sus objetivos inmediatos. Sin duda tiene que poner énfasis en ganar las próximas elecciones, pero, sobre todo, debería
poner mucho más en difundir su propia «imaginación política». Tiene sobrados y potentes argumentos. Acumula una experiencia de éxitos. Cuenta con simpatizantes, en muchos ámbitos y sectores, capaces y ganas de compromiso a los que tan solo hay que cuidar, apoyar y potenciar.

Tejiendo así, con perspectiva, un liderazgo múltiple y realista que, lejos del humo pernicioso de los rivales, permita mejoras sociales auténticas. De hecho, muchos politólogos actuales opinan que la división izquierda-derecha, ya no es la más adecuada. Pues la izquierda post-obrera se está caracterizando por lo que se podría llamar “el pensamiento Disney», esto es, por hacer propuestas infantiloides alejadas de la realidad que nunca consideran las consecuencias y resultados de sus acciones. Las
supersticiones ya no son religiosas, sino políticas. Ahora la división es más entre sí se acepta o no el debate racional e ilustrado.

Ante este panorama, con toda seguridad, son muchos los ciudadanos que echan de menos los gestos y las acciones encaminadas a valorar y difundir una imaginación política más imbricada y conectada con la verdad y la realidad. La lucha por el poder no es deshonrosa, pero quizás, para evitar que el tablero se incline del lado de los embaucadores, habría que
jugar con la misma intensidad.

Pep Ignasi Aguiló es profesor de Economía Aplicada en la Universitat de les Illes Balears.

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