Las «hembras» de la derecha

Ayuso

Se cuenta entre las páginas periodísticas más señeras de los partidarios de la Segunda República en la Guerra Civil. Su autora es Margarita Nelken, diputada del PSOE que se pasó durante la contienda a las filas del PCE cuando Stalin aún mantenía interés en participar en el tablero español, antes de acordar con Hitler el darle una patada al europeo con su invasión conjunta de Polonia.

Nelken se había opuesto públicamente en 1931 al sufragio femenino, aunque no pudo votar en contra en las Cortes republicanas porque aún no era diputada. Su jefe de filas, Indalecio Prieto, profirió ante la victoria legislativa de la liberal Clara Campoamor aquella famosa sentencia: «¡Se ha dado una puñalada trapera a la República!».

Aún pertenecía Nelken a las filas socialistas cuando el 28 de agosto de 1936 escribió en las páginas de Claridad, órgano oficial de la UGT de Francisco Largo Caballero, un artículo titulado Las hembras de los señoritos. Se refería a las mujeres de los que, según ella, se dedicaban a la «caza» de obreros en Sevilla, olvidándose de los que se entregaban a la «caza» de todo desafecto al Frente Popular en el mismo Madrid donde ella escribía.

La diputada socialista establecía en su artículo una singular clasificación feminista entre las «mujeres» y las «hembras». Las primeras eran «las compañeras y madres de los hombres» y las segunda, «las jaleadoras de los señoritos».

Su libelo de odio en el diario ugetista concluía con un llamamiento exterminador contra estas últimas:

«A las alimañas se las aplasta por eso, porque son alimañas. Y a las fieras dañinas, el hombre consciente debe suprimirlas para salvaguardia de la Humanidad. Allí las tenéis, camaradas. Allí habréis de encontrarlas».
Hoy vemos en la izquierda gubernamental una reacción similar a la de Nelken en cuanto a la clasificación de las sorodidades. El gran Pablo de Lora, que es un auténtico sabio, siempre en el filo de la navaja, también la de Ockham, pero sobre todo la de la perpetua incorrección del pensamiento libre, se preguntaba la semana pasada: «¿Ayuso es una mujer?».

El interrogante del autor de El laberinto del género identifica la actitud de las supuestas feministas de la izquierda cuando sus camaradas deciden salir en manada, garrote en mano, de batida contra las rivales políticas. ¿Se imaginan los calificativos en el caso de que Feijóo hubiera mencionado, como Óscar Puente, el «derecho a roce» en alusión a una política de izquierdas? Lo mínimo habría sido tacharle de cavernícola.

Ministros como el citado dan la medida moral de su líder, Pedro Sánchez, quien ordena y manda el ataque sin cuartel a Isabel Díaz Ayuso, a la que trata de aniquilar no sólo política, sino personalmente. En el caso de la presidenta de la Comunidad de Madrid el objetivo esencial del ataque es precisamente su condición femenina, atropellada por un machismo radical que no duda en imputarla, juzgarla y condenarla por el hecho mismo de ser una mujer libre para decidir sobre su vida, su pareja y su papel en la política española.

La acción concertada contra la figura de Ayuso por parte de las instituciones del Estado vampirizadas por el sanchismo es tan obvia que el Colegio de Abogados de Madrid acaba de presentar una denuncia penal contra la Fiscalía General del Estado por filtrar ilegalmente datos de la pareja de la presidenta.

Pero tan grave como eso es la complicidad de mujeres que presumen de ser vanguardia de la lucha de sus congéneres por sus derechos. Son capaces de ver ante sus ojos cómo se tritura a Ayuso con los eslóganes más rancios del machismo sin alzar media palabra, medio dedo o media pancarta de protesta, como fue el caso de Pilar Alegría, portavoz del gobierno.

El partido sanchista se empeña con Ayuso en dar vuelta atrás frenéticamente a las hojas del calendario hasta devolvernos a los procesos inquisitoriales abiertos contra mujeres por su naturaleza misma, la de ser mujer. Sólo faltaba que la hicieran responsable de lo que supuestamente habría realizado su pareja antes de ser su pareja. Pues ya lo han hecho.

El recuerdo de Nelken y de su llamamiento contra las «hembras» de la derecha viene unido en el caso de Ayuso al de otro tipo de persecución al más puro estilo estalinista, como era la extensión a los familiares del castigo contra el considerado enemigo del estado soviético. Quien se atreva a desafiar el poder del líder supremo ya está avisado o, mejor dicho, ya estamos avisados todos: su ira caerá contra todos los seres queridos de sus oponentes sin excepción, ya estén muertos o vivos.

Que esto se produzca al mismo tiempo que se aprueba la Ley de Amnistía revela la gravedad de la deriva en que se encuentra nuestra democracia. Aquí la maquinaria del Estado parasitado, letrado mayor del Congreso incluido, se conjura para borrar los delitos de aquellos socios que garantizan el poder a quien maneja la propia maquinaria. Pero ojo con tener un pleito con Hacienda si eres la pareja de un rival político: ahí los promotores del borrado de delitos de terrorismo, traición y malversación van a por todas para convertir a ese rival en el enemigo público número uno, mientras los que dieron un golpe de Estado contra la libertad de todos los españoles, con millones de euros malversados o destruidos, policías heridos y empresas en fuga, se van de rositas.

Más inquietud provoca el hecho de que la única responsabilidad de Ayuso en todo esto sea la de haber dado sopas con ondas crecientes a Sánchez en todas las elecciones. Elecciones donde los ciudadanos han premiado con cada vez mayores apoyos su integridad, su compromiso por los servicios públicos en una región solidaria y líder en creación de riqueza y empleo, su acierto en la gestión de la pandemia con medidas que el propio Sánchez copiaba después y su firmeza en la defensa de la España constitucional.

Todo ello para formar con su gobierno del PP en Madrid el más cabal retrato de todo de lo que carece el desastroso gobierno del PSOE y Sumar. Al mismo tiempo, los que se erigen en sumos sacerdotes de la ética pública perdonan con la amnistía millones de euros de multa a políticos juzgados y condenados, mientras chapotean ellos mismos en las turbias aguas de un escándalo de cientos de millones de euros de los impuestos de los contribuyentes que llega hasta las mismas habitaciones de la residencia de la Moncloa. Ya ha reconocido hasta el propio gobierno que la trama Koldo-Ábalos afecta a 17,8 millones de los fondos europeos.

Para tapar ante los españoles la crecida de esa marea cenagosa que cubre ya casi medio gobierno de Sánchez, además de la presidente del Congreso, organismos públicos y regiones gobernadas por los socialistas, hará falta algo más que los pleitos con el fisco de la pareja de un adversario político. Y ya no les digo si además tienen otra vez que humillarse y humillarnos a todos para firmar con Puigdemont el referéndum de autodeterminación de Cataluña. Entonces sí que nos vamos a enterar de lo que es tender puentes con los homínidos de Atapuerca a la hora de perseguir a los contrincantes.

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