El gulag mediático de Rufián y Echenique
Se ha puesto de moda entre lo peor de la política española el no contestar a las preguntas incómodas de los periodistas que resultan molestos con el mantra “no alimento la burbuja mediática de la ultraderecha”, el “no respondo a la ultraderecha” o directamente desprecian al redactor. Por supuesto, los que actúan así pertenecen a partidos directamente golpistas, como Gabriel Rufián (ERC), Miriam Nogueras (Junts) o Mireia Vehí (CUP) o a compañeros de viaje del separatismo, como Irene Montero, Pablo Echenique o Iñigo Errejón.
Si hay una garantía para la buena salud de un sistema democrático es la libertad de prensa. Y funciona si los periodistas hacen preguntas incómodas a los que detentan el poder, sea ejecutivo o legislativo. Y el deber de los políticos, a los que todos pagamos el sueldo, es someterse al control de la prensa, no eludirlo con la excusa de que “este periodista es ultraderechista” para intentar estigmatizarle y así evitar responder. Una cosa es contestar intentando marear la perdiz – para lo que existe el remedio de repreguntar – y otra muy diferente es despreciar la labor de un profesional de la comunicación ejerciendo el derecho, que pertenece a toda la ciudadanía, de la libertad de información.
En OKDIARIO se sabe mucho de este desprecio por parte de los partidos populistas y separatistas que intentan demonizar a los periodistas que no les bailan el agua. Pocos profesionales de la información han sido perseguidos de una manera tan salvaje como Eduardo Inda por parte de Podemos y de sus terminales mediáticas. Lo que ha vivido este hombre no ha sido una cacería, ha sido un intento de destrucción personal, de condenarle a la muerte civil. Por suerte, los hechos se imponen e Inda ha demostrado que no se equivocaba y sigue defendiendo la libertad de prensa, mientras los herederos de Iglesias siguen intentando cercenarla.
Si un profesional de la comunicación se pasa de la raya ahí están los tribunales para que los jueces dicten si ha incumplido la ley. Pero el separatismo y el populismo solo creen en la justicia cuando les da la razón y como saben que su forma de actuar acostumbra a saltarse la legalidad, prefieren linchar al periodista molesto. Así matan dos pájaros de un tiro, evitan someterse a su control, y de paso mandan un recado al resto de redactores. El “no te metas con nosotros o serás tachado de ‘facha’ y de cómplice del fascismo” sirve para que muchos comunicadores eviten solidarizarse con el periodista señalado y, sobre todo, para que no insistan en la pregunta no contestada.
Ni Rufián, ni Echenique, ni nadie está legitimado para tachar de “ultraderechista” a un periodista acreditado en el Congreso para evitar contestar a una cuestión que les resulte incómoda. Los profesionales de la información comenzamos aceptando ruedas de prensa sin preguntas y hemos acabado tragando con que desde el atril de la sala de prensa de las Cortes se desprecie a otros compañeros o que la portavoz del Govern llame en rueda de prensa “machista y racista” a Xavier Rius tras haberle retirado, de manera abusiva, la acreditación para asistir a las convocatorias en el Palau de la Generalitat.
Como sea la gente como Mireia Vehí o Irene Montero los que definan los límites de la libertad de prensa, centenares de periodistas acabaremos en un gulag. Así que estaría bien alzar la voz y decir que ya está bien de señalamientos y que su deber es respetar a los periodistas, no decidir quién es un profesional de la información que merece que sus preguntas merecen respuesta y quién no.