El gran sajador del sanchismo
No pueden con él, aunque lo intentan por todos los medios. Pablo Hernández de Cos, profesional de gran prestigio aquí y acullá, no necesita gritar, ni estar permanentemente en el alambre del aspaviento.
Con analizar las medidas del Gobierno en áreas de su competencia, esto es, la economía en general y las financieras en particular, tiene suficiente. Es comprensible el odio que le profesan desde las instancias progubernamentales –casi tanto como a Vicente Vallés, que a diario hace algo parecido desde su informativo– porque con dos enfoques y palabra y media los pone mirando a Coria. No pueden cesarle –como ocurrió con el presidente del Instituto Nacional de Estadística– porque le protege el Estatuto del Gobernador, pero sacuden desprestigio fatuo a cada ocasión.
Hernández de Cos desde su solvencia profesional y su prestigio personal se ha convertido en el gran sajador del pus sanchista; sobre todo, cuando se dan ínfulas de estadistas y retuercen la verdad o apelan directamente a las mentiras. Supongo su incomodidad al tener que relacionarse con personas que no le llegan a la suela del zapato. Es lo que hay, señores.
Bien analizado, el Banco de España, que perdió partes de sus competencias al entrar España en la Unión Europea y su zona euro, actúa como guardián de la ortodoxia y estrecha su vigilancia sobre el sector financiero. Se limita a analizar con la frialdad de los dígitos la coyuntura económica y emite dictámenes rigurosos y recomendaciones a las que el Gobierno no hace caso alguno.
Se trata de la única institución a la que las garras del leviatán monclovita no han llegado. No por falta de ganas. Es la única institución que mantiene su independencia y su prestigio sin dejarse contaminar por los intereses de una persona y de su grupo o grupos. Cuando cumpla su mandato legal, Hernández de Cos se incorporará a la Ley de Incompatibilidades y enfilará su jubilación con toda la auctóritas de la que carece el otro.