Los extremos no siempre se tocan

Los extremos no siempre se tocan
Los extremos no siempre se tocan

Los dichos o proverbios populares suelen ser bastante ciertos, pero no son infalibles. El que inspira el título de esta columna, los extremos se tocan, se viene utilizando en referencia a dos de las fuerzas políticas, Podemos y Vox, con la intención de equipararlas y condenarlas al tiempo. La historia nos ha dejado numerosos, sorprendentes y hasta terribles casos en que, desde posiciones aparentemente contrapuestas, se coincide en la consecución de intereses comunes -se recuerda estos días el pacto germano-ruso que antecedió a la Segunda Guerra Mundial-, pero, como decía, esa paremia no se cumple, aunque muchos se empeñen, entre esos dos partidos.

Vamos a un ejemplo muy actual: con motivo del inexplicable y mal disimulado apoyo a Vladímir Putin por parte de la izquierda radical, han sido intensos los esfuerzos que se han hecho para trasladar a la opinión pública que Vox también estaba justificando la actitud del autócrata ruso y su criminal agresión a Ucrania. Sin embargo, el mismo día 23 de febrero, cuando Rusia iniciaba los ataques a las regiones del Donbás, Iván Espinosa de los Monteros dijo en La Noche en 24 horas de TVE que Europa debía hacer todo lo posible, incluso mandar soldados, para parar lo que él llamó un nuevo Anschluss. ¡Ningún otro partido ha ido tan lejos!

Está claro el interés de la izquierda en el cordón sanitario a Vox, pero lo que no deja de ser chocante es que se empeñen en facilitarlo desde, digamos, el periodismo serio y objetivo, lugar en el que desde luego no milita el presentador del referido programa de TVE. Defender posiciones más duras en la detección y gestión de la emigración ilegal, o dudar -como lo hicieron cinco magistrados del TC- sobre la constitucionalidad de las leyes de violencia de género son aproximaciones muy cargadas de sentido común y con las que seguramente están de acuerdo muchos o muchísimos españoles; cuestionar la descentralización autonómica o descreer de las instituciones europeas son sin duda posiciones equivocadas e inútiles por extemporáneas; pero, en ninguno de estos temas, nadie en el partido de Abascal ha planteado, ni seguramente pensado, modificar el statu quo, y menos por cauces diferentes a los que establece el sistema.

Como era de esperar, el PSOE tardó muy poco – con la habitual confusión institucional, Pilar Llop en rueda de prensa posterior al Consejo de ministros- en poner a Núñez Feijóo la condición de romper con Vox para ser considerado un demócrata fetén. Demasiado listo es el gallego para creerse ese cuento: Feijóo ha dejado claro que el PP no es un partido antiautonomista, euroescéptico ni populista pero no por eso va estigmatizar a Vox, como sí debería haber hecho el PSOE con sus aliados. Pero bien sabe que Sánchez sólo romperá con sus socios por imposición de la agenda electoral y que hasta entonces será una impostura su disponibilidad para pactos de Estado. El futuro presidente del PP no olvida que la arrebatada respuesta de Casado a Vox en su absurda moción de censura, sirvió para que la izquierda no lo insultara durante el estricto minuto siguiente, pero para nada más. En resumen, para el PSOE y sus corifeos Feijóo está a cinco minutos de pasar de ser medio centro a ser extremo derecho, derecho extremo o lo que sea.

Al otro lado, Podemos -o lo que va quedando de ellos como Friends&Family de los frikiministros- no descansa en su afán de distanciarse, no ya de las pocas posiciones coherentes defendidas por el gobierno del que forma parte, sino de las declaraciones e instituciones que se crearon para reconocer y defender el estado democrático. Y es que, tal y como estamos viendo un día sí y otro también, no les sirve nada de lo que hay: ni los principios de los derechos humanos o del derecho internacional para defender a los ucranianos, ni los principios del derecho natural para defender a las mujeres… Creo que tanta maldad y tanta mentira no puede ser libremente abrazada, sino que es una obligación que les impone una ideología que rompe con los principios y valores de la civilización occidental. ¡Ya les gustaría a ellos no engañar y no manipular, pero es lo malo de ser comunistas!

Al contrario, Vox, que tiene muchos tics populistas y que a veces se empeña en exhibir una arrogante superioridad, está, por origen, ideología y apoyos, en la sociedad y el orden establecidos, y desde luego no es antisistema, y solo desde una ignorancia tendenciosa se le puede juntar con quienes verdaderamente lo son.

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