El expolio catalanista del atlas mallorquín de 1375

El expolio catalanista del atlas mallorquín de 1375

Hoy en día es habitual que para referirse a las obras y a los cartógrafos de la denominada Escuela Cartográfica Mallorquina se añada el calificativo catalán. Es el caso de la Biblioteca virtual Miguel de Cervantes (para nada sospechosa de catalanista): “Las cartas catalanas o mallorquinas tuvieron ejemplo o procedencia en las de Italia”, “así como en la carta catalana de 1375”; o el caso de la Sociedad Geográfica Española (tampoco sospechosa de catalanista) que titula su artículo Los Cartógrafos mallorquines y catalanes. S. XIV: Angelino Dulcert (1339), Abraham Cresques (1375). El hecho es que las cartas son mallorquinas, como sus autores Dulcert y Cresques. De catalanas, nada. Pero el hecho es que el expolio catalanista, con su intromisión y apropiación de realizaciones y autores mallorquines llega hasta ahí.

El término Escuela Cartográfica Mallorquina (acuñado en 1960 por los matemáticos e historiadores Julio Rey Pastor y Ernesto García Camarero) se refiere al grupo de cartógrafos, cosmógrafos y fabricantes de instrumentos de navegación, la mayoría judíos, que floreció en el reino de Mallorca en los siglos XIII, XIV y XV. Las creaciones de la Escuela mallorquina tenían unas características propias que las distinguían de las italianas de Génova y de Venecia (en Cataluña no había escuela alguna). La producción de la Escuela mallorquina se caracterizaba por una producción unitaria consecuencia de una determinada representación orográfica e hidrográfica de ciertas áreas geográficas (el mar Rojo pintado en color rojo, las montañas del Atlas como un palmera, los Alpes como un pata de gallina, el rio Tajo como un cayado con la curva alrededor de Toledo, el rio Danubio como una cadena de eslabones…), así como por las leyendas, miniaturas y toponimia usadas.

Según Rey y García, la consideración básica para que una carta náutica fuese mallorquina era que estuviera realizada en Mallorca o por un mallorquín: “Consideraremos en principio como cartografía mallorquina al conjunto de todas las cartas náuticas firmadas en Mallorca o en lugar diverso por cartógrafo mallorquín”. A lo que añadían: “siempre que ambas cosas figuren explícitamente escritas sobre la carta, estén sobradamente documentadas o las leyendas estén en catalán”. Es decir, el hecho de que la carta estuviese en catalán reforzaría, en todo caso, su mallorquinidad y no su catalanidad. En cambio lo que viene sucediendo, es todo lo contrario, cuando se trata de una carta náutica con leyendas en lengua catalana se evita el calificativo «mallorquín» para sustituirlo por “catalán”.

[Hay que apuntar que desde siglos atrás la lengua de Mallorca era conocida como lengua mallorquina. Pero desde la Renaixença catalana (a principios del siglo XIX), cuando un gran número de escritores y poetas mallorquines se apuntaron a la corriente romántica catalanista, asumiendo la subordinación cultural a Cataluña (debido básicamente al aceptar que la lengua mallorquina era un dialecto paleto de la superior lengua catalana). Y así hasta nuestros días. De ahí que los matemáticos Rey y García utilizasen esa nueva denominación “oficial” para la secular lengua mallorquina].

El caso más flagrante de este expolio catalanista es el Mapamundi de 1375 del cartógrafo mallorquín Cresques Abraham, que es conocido como Atlas Catalán, dejando de lado el nombre de la tierra en que se creó, Mallorca. Verdaderamente debería ser el Atlas Mallorquín.

El Atlas Mallorquín fue un encargo de la dinastía aragonesa al taller de la familia Cresques para obsequiar al rey de Francia, Carlos V. El Mapamundi de Cresques quedó depositado desde entonces en la Biblioteca Nacional de Francia y clasificado como una carta de mar, “une quarte de mer”,  y también como “Carte de 1376”. Pero a principios del siglo XIX, durante la “Renaixença” catalana (otra vez), se impuso la denominación de “Atlas Catalán” a raíz de la publicación en 1839 de la “Notice sur an atlas en langue catalane” por parte del erudito francés Jean Alexander Buchon. Fue su colaborador, el catalanista rosellonés Joseph Tastu, quien simplificó la denominación a “Atlas catalan”.

No nos ha de extrañar que Tastu obrase de este modo. Tastu fue el “premier catalaniste français” (calificativo dado por el escritor rosellonés Amadeo Pagés). Tastu era catalanista, era académico de la Academia de Buenas Letras de Barcelona y partícipe activo de la denominada Renaixença catalana en el Rosellón. Desde entonces el Atlas pasó a ser considerado una “carta catalana”. El geógrafo inglés Gerald Roe Crone lo incluyó en su relación de “Catalan world maps” y el francés Alfred Morel-Fatio, jefe del Departamento de Manuscritos de la Biblioteca parisina, lo describía como “Atlas catalán”.

El trabajo de Tastu ya estaba completado, solo había que seguir el camino marcado. El catalanismo ya tenía su Mapamundi del siglo XIV, ya tenían su carta catalana. Así fue como a principios del siglo XX  el catalanismo, de la mano de Francisco Carreras y de Fernando Soldevila pasó a considerarlo como una producción eminentemente catalana, era “la Carta Catalonia de 1375”. Y así llegamos a 1975, en el 600 aniversario de su elaboración, con la edición a cargo del catalán Luís Mercadé: “Creiem servir així al públic dels Països Catalans, puix que, així com ens semblava increïble que haguessin passat tants d’anys mancats d’un Atlas de Catalunya, també ens semblava impossible, que, després de sis-cents anys, encara ningú  hagués dut a terme l’edició completa d’aquest Atlas Català».

La presión catalanista y la subordinación cultural de la clase intelectual y política de Baleares (la inmensa mayoría por dejadez y/o ignorancia) vienen propiciando el expolio catalanista de la lengua, historia y cultura de antiguo Reino de Mallorca. Un evidente ejemplo es este, que el Mapamundi de Cresques no se conozca por el nombre de la tierra donde se creó, Mallorca. De los pocos historiadores mallorquines no subordinados culturalmente a Cataluña queda el testimonio excepcional del erudito Gabriel Llompart que abogaba por su denominación auténtica y lógica: “la denominación Atlas Mallorquín que usamos es consecuencia de la atribución a Cresques Abraham”.

El razonamiento es muy sencillo. ¿Qué pasaría si el Mapamundi fuese suizo y tuviese las leyendas en lengua francesa, sería el Atlas Francés? ¿O si fuera un Mapamundi austríaco con leyendas en alemán, sería el Atlas Alemán? Seguro que la respuesta a ambas preguntas sería la misma: NO.

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