Etarras sangrientos por Iberoamérica 

ETA

Algunos pudieran caer en el error de pensar que todos los terroristas con las manos repletas de sangre están ya localizados y a buen recaudo. Craso error.

Estos pasados días de fin y de año y comienzos 2022 el columnista ha visitado algunos países iberoamericanos en busca de la huella etarra que ha sido larga, profunda, dolorosa y sin arrepentimiento.

Cuando los primeros gobiernos de la democracia pidieron a sus homólogos iberoamericanos que acogieran a etarras peligrosos (generalmente con crímenes a sus espaldas) la Republica Dominicana fue el primer país en hacerlo. Posteriormente, se desperdigaron -algunos de ellos sin dejar rastro-por otros países de habla hispana, fundamentalmente Cuba y Venezuela.

¿Qué fue de aquel sanguinario dirigente de los comandos Bereziak, llamado Miguel Ángel Apalategui, alias Apala? Se le atribuyen multitud de asesinatos de los que nunca ha respondido ante la justicia. Incluso, se le acusa de la desaparición de Pertur, su ex colega de la banda que renegó de la “vía militar” en beneficio de la “vía política”. Ahora, dicen distintas fuentes, anda por Cuba que siempre fue un santuario preferido por los etarras una vez que Francia dejó de resultar refugio seguro. Apala, el gran asesino, se casó, también al parecer, con una ciudadana cubana y a partir de ahí vive como un sátrapa por aguas del Caribe.

No es el único de ese tenor. Una docena larga de terroristas convictos se evaporaron sin que la justicia les haya echado mano nunca. Olvidar esto es también una humillación para las víctimas cuya dignidad se sigue pisoteando con los ongi etorri sin que el Gobierno haga lo más mínimo por evitarlo.

Quizá, como tantas veces ha ocurrido a tal propósito, la prensa libre tenga que volver hacer el trabajo que el Estado resulta incapaz de asumir, mucho más, desde que estos herederos (Bildu) son socios preferentes de Sánchez&Marlaska.

¡Vivir para ver!

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