La estatua de Pablo Iglesias y el complejo de C’s y PP

La estatua de Pablo Iglesias y el complejo de C’s y PP

La Historiografía tiene suficientemente documentado que Pablo Iglesias Posse, el fundador en el año 1879 del Partido Socialista Obrero Español, fue una personalidad política marcada por el extremismo ideológico de cuño marxista y el culto a la violencia. Numerosos ejemplos avalan esta afirmación, triste pero real. Baste recordar su primera intervención parlamentaria, en 1910, cuando no muy veladamente amenazó de muerte al líder conservador, Miguel Maura. Aquellas intimidaciones, en aquella época, no eran asunto sin importancia. El presidente del Gobierno, Antonio Cánovas, fue asesinado por un terrorista anarquista en 1898. José Canalejas y Eduardo Dato morirían de forma similar pocos años más tarde, en 1912 y 1921, respectivamente. Algún día tendrá que escribirse, con independencia de adscripciones ideológicas, sobre el trazo que la violencia política ha dejado en la Historia de la España contemporánea; ha sido un surco de destrucción, absurdo y dolor que llega hasta nuestros días.

En cualquier caso, la importancia que tiene Iglesias Posse en los siglos XIX y XX españoles es algo fuera de toda duda. Pero una cuestión es la importancia, el impacto; y otra muy distinta, la ejemplaridad. Tanto por los motivos señalados como por otros muchos que podrían aducirse –insistimos, a la Historiografía nos remitimos–, Iglesias Posse no es, ni puede ser, una figura ejemplar. Puestos a levantar una estatua en el año 2019 en el madrileño parque del Retiro, que es lo que pretende hacer Ahora Madrid con el apoyo de socialistas y Ciudadanos en honor al fundador del PSOE, la riquísima Historia de España cuenta con suficientes personajes –recientes o remotos– que tienen todos los méritos para ser recordados tanto en el hoy como en el mañana.

Cuestión muy distinta es el respeto al pasado. Lejos de nosotros cierta furia iconoclasta que quiere derruir estatuas, exhumar tumbas y cambiar nombres de calles a toda costa. El ayer, nos guste o no –especialmente si no nos gusta–, es un tesoro de experiencia sobre el que han de apoyarse los actos de valoración del presente para, a continuación, rescatar los mejores ejemplos, que son los que marcarán la hoja de ruta hacia el futuro compartido. Es, en definitiva, un juego de suma, de construcción creativa; no de borrado selectivo ni menos aún de grotesca y selectiva deformación. Mención aparte merece la actitud de Ciudadanos y PP ante esta propuesta. Mientras que los populares han optado por la abstención, los de Albert Rivera se han sumado, con el entusiasmo que les caracteriza ante todo lo cool –una estatua a Pablo Iglesias en el Retiro ha debido parecérselo– a la iniciativa de comunistas y socialistas. Hay algunos que no pierden ocasión de perder una ocasión.

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