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¿Un estado plurinacional? ¿Qué pensará Marga Prohens?

¿Un estado plurinacional? ¿Qué pensará Marga Prohens?
¿Un estado plurinacional? ¿Qué pensará Marga Prohens?

Resulta descorazonador que el PP no haya aprendido absolutamente nada desde la mayoría absoluta de Mariano Rajoy. El presidente gallego, como ahora lo es Alberto Núñez Feijóo, despreció la batalla cultural y no sólo eso, sino que ninguneó a los conmilitones que pensaban diferente a él, lo que ya sabemos derivó en el camino ascendente de Vox, que no es ultraderecha; lo que sí es el germen de partido conservador que defiende valores que se han abandonado en el camino por la derecha política ,y claro, demonizados por la izquierda como fascistas o ultraderecha, conscientes del daño que puede causar a su discurso parapetado en la aborrecible corrección política.

Descorazonar es palabra según la RAE que significa «desanimar», también «acobardar», o sea enviar un mensaje a sus votantes de que nada se puede e incluso se debe hacer para que prevalezcan sus principios. Rajoy, incapaz de derogar leyes tan nocivas como la de Memoria Histórica, permitió que el relato torticero de la izquierda permaneciese a salvo. La moción de censura de 2018 fue la consecuencia directa de sus contradicciones, que tuvieron en el PNV la maldad del nacionalismo, primero apoyándole los presupuestos y acto seguido clavándole un puñal en la espalda. Cosa de los Arana & Sons, que demuestra a las claras la despreciable intención del nacionalismo.

La decisión de Pablo Casado de nombrar a Cayetana Álvarez de Toledo en la portavocía del PP parecía alumbrar un cambio luminoso que apenas duró porque en el fondo los populares seguían siendo lo mismo: unos cobardes a la hora de reclamar una derecha fuerte y determinante, hasta que llegó el sucesor con el encargo de lavar la grave crisis interna. Las encuestas arriba, y en esas el flamante tercero del partido, Elías Bendodo, andaluz él, rompió la buenaventura hablando de que «España es un estado plurinacional», esto es, el mismo mensaje de Zapatero y Sánchez aunque ahora se desdiga como consecuencia de la alarma despertada y hable de que España es una nación indisoluble. La cagada ya está hecha. Pero es que Núñez Feijóo pronuncia similar argumento desde los atriles galaicos. Ahí tenemos la inmersión del gallego para demostrarlo, ninguneando por sistema al castellanoparlante, y lo más grave, a cuenta de… ¡la mayoría absoluta del PP gallego!

El PP parece haber aceptado que la cooficialidad del idioma solo vale para dignificar lo vernáculo y demonizar la verdadera cooficialidad. Insólita es la circunstancia, visto con perspectiva occidental porque España es el único país europeo que no parece tener claro cuál es su idioma oficial. Todo vale para proclamar la multinacionalidad , tanto Bendodo como Feijóo, digan lo que digan después en sus rectificaciones. Lo que aparenta es que se rinden a la hora de luchar por la batalla cultural, aceptando las tesis nacionalistas y de una izquierda hoy por completo radicalizada. En Baleares lo padecemos.

En el mismo ejemplar de EL MUNDO, sus columnistas días pasados hablaban de que «nacionalidad en nuestro ambiente constitucional es una palabra por completo absurda, resultado de poner las palabras al servicio de la política» (Arcadi Espada) o que «los nacionalistas agitan al PP» (Juanma Lamet), sin olvidar el editorial: «Urge un discurso coherente en el PP de Feijóo».

Cuando Marga Prohens aterrizaba como presidenta del PP de Baleares, lo primero que dijo fue que las modalidades insulares eran indiferentes y se quedó tan ancha. Ella, que es de la Part Forana y debería reconocer cuánto vale nuestra riqueza lingüística, y además históricamente contrastada. No sería de recibo que se alinease con el tendencioso consenso del punto cat. Nos basta con la bajada de pantalones de la Universitat de les Illes Balears renunciando a su dignidad académica para someterse al punto cat.

Marga Prohens, mediocre portavoz adjunta con Maria Salom en los días de su paso por el Parlament balear, llegó al Congreso de los Diputados y, ¡oh, sorpresa!, despuntó en sus intervenciones en la Carrera de San Jerónimo, su trampolín para instalarse en Baleares como lideresa. La pregunta es si va a tener suficientes agallas para ganarse los electores de la derecha, incluso a socialdemócratas descontentos con la deriva de Francina Armengol, que ha demostrado estar alineada con una radicalidad absoluta y desconcertante.

El votante balear va a tener la última palabra en las elecciones de 2023 y la posibilidad de sumar lo suficiente para alcanzar un cambio improrrogable que devuelva la cordura. El reto será si el PP es capaz de entender que Vox no es ultraderecha sino el heredero de su discurso abandonado en la deriva cómplice con una progresía que ha olvidado su pasado constitucionalista.

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