La España real de Alcaraz, de las chicas, del basket, del Real Madrid…
Frente a la España soez, chulesca, injuriosa, analfabeta y hortera de Sánchez, se abre ya paso irreversible la de nuestros atletas. Este verano me confesaba varia gente: “Yo ya no veo los telediarios hasta que llega el deporte, entre las continuas soflamas de Sánchez y los sucesos, no hay quien soporte el berrinche nacional”. En estos mismos días en que Sánchez va de descamisado por la vida como un chico más de Perón (“Somos los chicos de Perón…”, recuerdan) un murciano de apenas diecinueve años está a punto de ser el número del tenis mundial; deportistas apenas conocidos de la marcha, de los saltos o de los mil quinientos se cuelgan medallas como casi nunca desde la apoteosis del 92; nuestras chicas (me gusta llamarles así, que se fastidien las Belarras) ganan en waterpolo, en baloncesto, en todo a lo que se presentan; nuestros baloncestistas cazados a lazo por un italiano al que se le han escapado los mitos, se llevan por delante, contra todas las luces de la razón, a quiénes se les enfrentan, y el Real Madrid, mejor ejemplo todavía que el Barcelona del osado Laporta o del continuo Pupas, el Atleti, se pasa por el arco del triunfo al todo el que osa enfrentárselo. Habrá más ejemplos, seguro, pero me quedo por ahora con estos en la certeza de que otros van a seguir su camino del triunfo.
Esta es la España real del trabajo, del esfuerzo, del mérito, del coleguismo sano sin cocaína y hierba mortal de por medio. Son personas que algunos casos han abandonado anteayer la adolescencia, que se retratan ganadores revestidos con la bandera de España mientras aquí, en la tiñosa política, los socios de Sánchez la queman en el País Vasco, en la Navarra de los zarrapatrosos Bildu, Cerdán y Chivite, y desde luego en Cataluña. Cobran por lo que hacen, naturalmente que sí, pero lo hacen en estricto cumplimiento de una proclama liberal: “Tanto tienes, tanto haces, tanto ganas”. Y el que no se arrima a la cúspide se queda para vestir santos como “casi” le está pasando a nuestra preferida tenista de la pasarelas, Garbiñe Muguruza. A esta excepcional tenista le falta lo que sobra al maestro Rafa Nadal y a su discípulo, aunque no le sea en puridad, Carlitos Alcaraz. Es lo mismo que adorna la resistencia sin limites de los que hasta ahora han sido denominados outsider del basket, la segunda unidad que está haciendo olvidar a los monumentales Gasol. A ellos les rebosa el ánimo indeclinable, la ambición, lo que ahora se llama el “compromiso” que no sé realmente lo que es pero que ¡vaya si existe!
Por ellos el país se agolpa ante la tele, un fenómeno que empezó en el franquismo (lo siento pero es así) con Bahamontes, la fuerza del apellido, Santana, el recogepelotas que nos hizo llorar de gozo, o aquel Real Madrid que era lo único de la España de entonces que se cotizaba caro en el mercado mundial. Ninguno de los actuales, aunque disputen encuentros de más de cinco horas, caso Alcaraz, cansa, harta a los fanáticos del ya tópico “sillón bowl”. Ninguno y menos aún, las chicas del fútbol, del baloncesto, del atletismo, del balonmano o del minoritario waterpolo, cansan al espectador; al revés, éste sufre y se emociona con ellos/ellas, al contrario de lo que sucede con las interminables chapas de Sánchez que ya aborrece el personal, y que hartan a los diez segundos de haber comenzado. Es una España distinta, que existe ante los inconmensurables esfuerzos de sus y de nuestros gobernantes por terminar con ella. Luego, eso sí, cuando, estos deportistas consiguen el oro o la plata, Sánchez les recibe ufano y les recuerda (esto es información) que él estuvo a punto de ser internacional por España en baloncesto. Otra clamorosa mentira más.
Este pesadilla socialcomunista que está avasallando a España se enfrenta a la real que componen los citados o, desde luego, los muchachos y muchachas que salen de la Universidad con un nivel de prácticos Premios Nobel. Convivan ustedes con los médicos recientes que están culminando el MIR y vean qué clase de tipos están cuidando ya de su salud, o, sin ir más lejos, hablen con los policías que salen de Avila o los guardias civiles que se juegan la vida en Alsasua, y comprobarán cómo de agradecidos tenemos que estar a estos héroes cotidianos. Este Gobierno mientras tanto recupera, blanquea a asesinos infectos, humanicidas como el bestial Chapote, adelgazan el Bachillerato para que lo aprueben incluso los que no dan un palo al agua, subvencionan sin parar y con nuestros dineros a los vagos y maleantes, y están dejando a la Nación más antigua de Europa (tampoco en esto nos iguala nadie) en las puras raspas. Para el tinte.
Los bien citados constituyen la España real frente a la abyecta que se avergüenza de sí misma, que falsea su magna Historia, que se entretiene buscando huesos antiguos en las fosas donde, con certeza, están todos nuestros antepasados, y que ha decidido, y en eso se están empleando, que España ya no es, como la define la Constitución que se quieren cargar, la “Patria común en indivisible de todos los españoles”. Dirán que es retórica barata ensalzar los paseos triunfales, rojigualda incluida, de nuestros atletas presentando sus victorias a todos nosotros, pero es lo que nos queda de este atentado histórico que un mangante de la política está perpetrando contra todo los ciudadanos de bien del país, que somos casi todos salvo los Rufianes charnegos y rencorosos, o los asesinios tipo Otegui. Como en el chiste del chino, “estos nos van a salvar”. Están sobreviviendo incluso a un secretario de Estado para el Deporte que lo más redondo que ha visto en su vida es una uva arrugada, una pasa. Son los nuevos españoles que ganan frente a esta escoria política que nos hace perder a calzón quitado.