La España de Margarita Robles no es la de Pablo Iglesias (Afortunadamente)

La España de Margarita Robles no es la de Pablo Iglesias (Afortunadamente)

Trazar una mínima comparación entre Margarita Robles y Pablo Iglesias es un insulto a la inteligencia. Tanto que debería estar prohibido plantearla. La leonesa es juez de carrera, número 1 de su promoción, la primera en presidir una Sala de lo Contencioso y una Audiencia Provincial (la de Barcelona con 34 años), magistrada del Supremo —ahí es nada— y gran servidora del Estado como viceministra en el Ministerio del Interior cuando ETA estaba en siniestra plena forma, asesinando a 20 ó 30 personas al año. El segundo es un chisgarabís que no pasó de profesorcillo interino de Ciencias Políticas y que debió de sacar la carrera copiando como un animal, no en vano, estando ya en política, aseguró en el debate de las generales de 2015 que en Andalucía se celebró “un referéndum de autodeterminación” en la Transición. Lo cual demuestra su inanidad intelectual: en Andalucía jamás hubo un movimiento o un reférendum de autodeterminación sino sobre el Estatuto de Autonomía. Cabe apostillar que el vicedelincuente formuló esta apreciación para defender el derecho a la independencia de Cataluña.

A más, a más, cabe recordar que esa figura, la de la autodeterminación, fue teorizada por Woodrow Wilson e implementada definitivamente por la ONU en sus resoluciones 1514 y 1541 con el sanísimo objetivo de que las naciones colonizadas alcanzasen la independencia. Verbigracia, Angola, Argelia, Marruecos, Tanzania, India, Ghana, Kenia o la mismísima Arabia Saudí, por poner sólo algunos ejemplos del sinfín de estados que surgieron al amparo de este concepto. Algo que un estudiante de tercero de Políticas sabe mejor que el Padrenuestro y que un licenciado y presunto profesor debería tener más claro que su fecha de nacimiento. Pero ya se sabe que nuestro protagonista es un “vurro”, sí, con “v”. Más que nada, porque así lo escribiría él.

Para variar, el vicedelincuente soltó el lunes la parida de la semana. Como el hijo único malcriado que siempre fue, lo único que busca es el protagonismo: o todo el mundo está pendiente de él o monta el cristo. “No hay una situación de plena normalidad democrática en España”, apuntó el individuo de la coleta grasienta, “no puede haberla cuando uno de los líderes de los dos partidos que gobiernan Cataluña está en la cárcel [Junqueras] y el otro en Bruselas [Puigdemont]”. Como es un chulo de barrio, un matoncillo de tres al cuarto, volvió a la carga el jueves y el viernes, solo y por Belarra y Echenique interpuestos.

Margarita Robles es la única del Gobierno que se atreve a decir en alto lo que todos los demás socialistas piensan pero callan como gallinas. «España es una democracia plena, una de las más avanzadas del mundo, con instituciones sólidas y con derechos y libertades consolidadas», respondió la titular de Defensa, que está harta de las bufonadas y bravuconadas del indeseable al que le gusta azotar a las mujeres “hasta que sangren”. La ministra sabe de lo que habla, entre otras cosas, porque tiene un cerebro privilegiado y porque, gracias a personas como ella, en España en general y en el País Vasco en particular disfrutamos de lo que ella acertadamente denomina “democracia plena”.

Sin gente como Robles y cientos de políticos que protagonizaron la Transición tal vez España no sería la democracia que es

Conviene no olvidar que la leonesa promovió la investigación del psicópatico asesinato por parte de los hombres de Galindo de los etarras Lasa y Zabala, que luego acabaron enterrados en cal viva, que gracias a ella se esclareció el saqueo de los fondos reservados en el Ministerio del Interior y que su astucia fue decisiva para capturar al golfo de Luis Roldán. Y, en contra de lo que sostenían los socialistas irredentos, aquella apuesta por la catarsis no hizo de España un país peor ni de la nuestra una democracia más débil. Todo lo contrario, salimos fortalecidos, vaya si salimos. Nunca más se repitió esa tentación del terrorismo de Estado, jamás se volvió a trincar el dinero destinado a comprar confidentes que evitarán crímenes horrendos y ninguno de los sucesores de Luis Roldán salió más rico de lo que entró.

Sin el concurso de gente como Margarita Robles y cientos de políticos que protagonizaron la Transición tal vez España sería una democracia vigilada, una pseudodemocracia o una autocracia. No una dictadura versión Venezuela o Irán porque eso es imposible en el seno de la Unión Europea pero sí un formato tipo Rusia o Turquía. Esto es, un país con apariencia de libertad pero fondo tiránico en el que se vulneran los derechos humanos, se persigue el pensamiento único y la economía está en manos de un par de decenas de oligarcas que en el fondo son testaferros del presidente y los ministros de turno.

No sé si fue ella la autora de la frase que El País atribuyó a un miembro del Gobierno. Quien quiera que fuere, estuvo cumbre, que diría el desaparecido Javier Arenas: “Iglesias se ha convertido en una caricatura que no mide ni su propio personaje”. Yo me jugaría a que este elegante desprecio tiene su sello pero hablo con tanta intuición como cero convicción. Manda huevos que después de 44 años siendo la envidia de los ciudadanos de estados que aún continúan siendo dictaduras y objeto permanente de alabanzas de países mucho más doctos en la materia como Estados Unidos, Alemania, Francia o Reino Unido venga ahora este pollo a reescribir la historia con los mismos falsarios argumentos de siempre.

Todos los think tank internacionales de prestigio, todos los estudios comparados, la ONU, Human Rights Watch, Amnistía Internacional y la mismísima Unión Europea nos colocan en el elenco de los 20 mejores estados del planeta en salud democrática. El análisis del pájaro debería extrañarnos menos aún si ejecutamos un leve flashback y rememoramos la repugnante frase que vomitó hará cosa de siete u ocho años en una clara loa a la banda terrorista que asesinó a 856 españoles: “Digamos que hay una Constitución material que va mucho más allá de lo que se escribiera en el papelito aquel de 1978, hay determinados derechos que no se pueden ejercer en el marco de la legalidad española, quien se dio cuenta de eso desde el principio fue la izquierda vasca y ETA”. Nada nuevo bajo el sol: entre las víctimas de ETA y ETA él siempre optará por ETA.

Margarita Robles es la excepción que confirma la regla de un Gobierno que no se atreve a poner los puntos sobre las íes al sicario de Maduro, Ali Jamenei y Arnaldo Otegi. Esta socialdemócrata de pro, de las de la vieja escuela felipista, honrada a carta cabal, votable para cualquiera que como yo defiende con uñas y dientes la España del 78, se niega a poner la otra mejilla día sí, día también. Todo lo contrario que un Pedro Sánchez o una Carmen Calvo que se comportan con un pragmatismo rayano en el masoquismo.

En España empieza a peligrar la normalidad democrática pero por culpa de satrapillas como Pablo Iglesias

Hay que reconocer que en parte Iglesias tiene razón, aunque en sentido diametralmente opuesto al que inspiró sus palabras. En España empieza a peligrar la normalidad democrática pero por culpa de satrapillas como él. Ejemplos hay para dar y tomar: el intento de golpe de Estado judicial, calcadito del de su jefe Hugo Chávez, la persecución de los medios críticos que desveló el general de la Guardia Civil José Manuel Santiago, la apertura en Moncloa de una oficina para determinar qué periódicos, radios o televisiones dicen la verdad y cuáles mienten, las condenas a penas de cárcel a los ciudadanos que protestan ante el casoplón, el permanente ataque a ese pilar de cualquier Estado de Derecho digno de tal nombre que es la propiedad privada o esa ley de vivienda que, según el vicepresidente segundo, tendrá “el mayor grado de intervención pública en el mercado del alquiler en Europa”. Por no hablar de las facilidades que le pone la Justicia para irse de rositas de cualquier proceso judicial y que confirman por enésima vez que no todos somos iguales ante la ley. O del desahogo con el que trinca dinero público para pagar a la niñera de su hija. O de lo gratis que le salen sus cuentas en el paraíso fiscal de Granadinas.

El gran dilema es, metafóricamente hablando, qué España vencerá dentro del Gobierno. Si la socialdemócrata constitucionalista que representa Margarita Robles o la comunista bolivariana de Pablo Iglesias. Tan cierto es que la primera cuenta con muchos más adeptos en el Consejo de Ministros —hasta Yolanda Díaz abjura ya en privado de él— como que, parafraseando a Edmund Burke, para que triunfe el mal sólo es preciso que los hombres buenos no hagan nada. Y, de momento, todos menos ella se hacen los suecos por el miedo invencible que les provoca la coleta grasienta. La gran duda es a qué bando acabará respaldando Pedro Sánchez. Aunque éste, con tal de seguir volando en Falcon y viviendo en Palacio, es capaz de cualquier cesión por muy inconstitucional que sea. Jamás se vio en otra igual. Tampoco descarto que vaya de tiki-taka con el marqués de Galapagar para alejar a España de Francia, Alemania, Dinamarca o Suecia y aproximarnos formalmente a Rusia, Turquía, al México del PRI o a la Venezuela de los primeros años del narcodictador Chávez. Su indisimulada meta es permanecer en el machito 20 años. No descarto que en el fondo la estrategia del inquilino de Moncloa sea más sutil, que pase por que el podemita haga el trabajo sucio para luego deshacerse de él y mantener el nuevo status quo en una suerte de democracia vigilada. Mientras tanto, sólo nos queda encomendarnos a Santa Margarita.

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