Escándalo en el Consejo de Estado, institución prescindible

Escándalo en el Consejo de Estado, institución prescindible
Escándalo en el Consejo de Estado, institución prescindible

Un juez en ejercicio, buen conocedor de la personalidad de otra ex juez (con acceso restringido del “cuarto turno” con influencias políticas) me manda este mensaje: “¡Qué sinvergüenza! María Teresa Fernández de la Vega cesa como presidenta del Consejo de Estado para ser nombrada otra vez consejera permanente, es decir, hasta que se muera chupando del bote…”.

Cualquiera que se haya dado una somera vuelta por el caserón de la calle Mayor en días de pleno podrá comprobar una orgía de coches oficiales, con sus correspondientes chóferes. Una visión nada austera, ni recomendable desde el punto de vista de la justicia distributiva, nada acorde con sensibilidades sociales de las que presumía la hasta ahora presidenta, por amor del favor político sanchista.

No es nueva la señora De la Vega. Su toga –cuarto turno, insisto- lleva cosida las pegatinas de ZP y PS. Encontró acomodo en una institución muy antigua, que servía a los reyes con poderes ejecutivos, cargo muy bien pagado. Ahora que estamos por los referéndums habría que preguntar al pueblo, pagano de la cosa como tantas otras, si considera que el Consejo de Estado ofrece al país y sus ciudadanos la orgía de dinero público que cuesta.

¿Alguien con una mínima sensibilidad social puede aceptar que la presidenta del CdE dimita motu proprio de un puesto de escaso trabajo y mucho oropel para así asegurarse que nadie pueda removerla de la poltrona mientras viva? Y exigen luego respeto y encima consideración. No son los intereses de los ciudadanos los que defienden –entre otras cosas porque el poder ejecutivo se pasa sus dictámenes por el arco de triunfo, mucho más en esta etapa sanchista-, no. Defienden sus privilegios en forma de sueldos desaforados, coche oficial y otras bagatelas.

Repasando las antaño peroratas políticas de doña María Teresa cuando era vicepresidenta de Rodríguez Zapatero –repito Rodríguez Zapatero- y comprobar ahora sus comportamientos la conclusión es clara y así lo percibe también una mayoría del pueblo llano: jeta. No están los tiempos para cementerios de elefantes.

¡Y luego piden respeto para las instituciones cuando ellos las pisotean en beneficio propio!

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