Errejón, el último indignado
De un tiempo a esta parte, el “espacio Podemos” (Podemos, Equo y confluencias) dejó de ser instrumento útil para el fin que se marcó en sus orígenes: canalizar las ansias de cambio democrático de los indignados expresadas simbólicamente en la puerta del Sol en Mayo de 2011. Unos orígenes en los que se deben distinguir dos momentos:
El primero es la precampaña de las europeas de 2014, en las que Podemos quiso hacer unas primarias comunes a todo el espectro político a la izquierda del PSOE, como modo de asaltar IU, pero al no lograrlo se lanzó sólo y obtuvo 5 eurodiputados.
El segundo, las generales de 2015, en las que tras superar en fama a IU por su novedad y su carácter transversal, se planteó el asalto al PSOE. Un asalto que pudo haber sido y no fue gracias a la resistencia de Pedro Sánchez. Después de aquello se quiso reintentar el asalto en 2016, pero ya bajo la fórmula UP. Fórmula que tampoco permitió el asalto al PSOE y que acarreó la pérdida de un millón de votos. Desde entonces se diría que Podemos se ha conformado con haber ocupado IU y por ello el lento declive hacia su espacio electoral. Un conformismo que no compartía Errejón y que se llevó por la borda la transversalidad, la rebeldía, el espíritu del 15M, etc…que eran justamente los ingredientes que consideraba fundamentales el Dr. Errejón.
Apartado Podemos de su espíritu inicial, se podría decir que Íñigo Errejón devuelve a la democracia española el carisma originario de la indignación popular. Un carisma que se había perdido por la rutinización comunista de Podemos y el desengaño producido por Ciudadanos. Y es que, más allá de su izquierdismo (muy acentuado en esta campaña en mi opinión) nadie puede negarle a Errejón una apertura de la que el fundamentalismo comunista de UP es incapaz y una vocación de mayoría y de ser instrumento para un voto transversal y renovador, de la que carece Podemos desde hace tiempo. Una apertura a la que Errejón añade dos ingredientes importantes: canalizar el voto verde con la suma de Equo, y canalizar el voto foralista (ni soberanista ni jacobino) con las alianzas con Compromís o la CHA, lo cual producirá importantes efectos electorales en el resto de la España foral y asimilada (es decir, la no castellana/andaluza).
El salto de Errejón llega en un momento mucho más complicado que el que había en los inicios de Podemos. Pero para quienes creen que un nuevo tiempo post- 15M todavía es posible, la candidatura de Errejón es el último cartucho, pues ya todo parecía indicar que el sistema de partidos volvía a una lógica pre-15M, habiendo quedado todo aquello en casi nada.
Tanto si a ustedes les parece bien el final del tiempo del 15M, como si todavía sueñan con que aquello tenga efectos positivos, sepan que el Dr. Errejón es el último líder con posibilidades de aquella pulsión de cambio, de aquel primer impulso carismático: Iñigo, el último indignado. Fuera de su candidatura, toda la novedad ha quedado absorbida por el sistema. Si Más País logra dar un buen golpe canalizando el descontento causado por la parálisis, los efectos del 15M pueden tener aun algo de vida. Si fracasa, habremos vuelto a un momento político más propio de los años anteriores a 2011. Y esa es, más allá de la gobernabilidad inmediata, la principal cuestión a dilucidar en las elecciones del próximo Noviembre.