Las elecciones y el coste de los bienes públicos

Las elecciones y el coste de los bienes públicos

Hay tres tipos de agentes económicos: las familias, las empresas y el sector público. Este último, el sector público, tiene como funciones regular el marco en el que se desarrollarán las relaciones de la sociedad, también las de intercambio económico, con lo que regula el entorno económico donde se producirán dichos intercambios, al tiempo que ha de encargarse de la redistribución de la renta y la riqueza y la garantía de provisión (es decir, la financiación) de bienes y servicios públicos (que no la producción, que puede estar externalizada). Para esa financiación empleará los ingresos que, básicamente, obtendrá con la recaudación de los tributos que impone, que suelen ser progresivos.

Pues bien, admitiendo el papel redistribuidor y que, por tanto, es lógico que el sector público garantice la prestación de los servicios esenciales como la Sanidad, Educación, Servicios Sociales o Transporte, deberíamos preguntarnos si en muchas ocasiones no se comete un exceso en la oferta de bienes públicos que puedan ofrecer desde el sector público.

Nosotros, en nuestra decisión individual y privada, elegimos para hacer la compra, por ejemplo, la tienda, mercado, supermercado o hipermercado que mejor se ajusta a nuestras necesidades de producto y, a igualdad de producto, el que es más barato en todos los sentidos: precio y tiempos de desplazamiento. Es decir, realizamos un análisis marginal coste-beneficio, buscando siempre la eficiencia. Lo mismo podemos decir para comprar ropa, seleccionar un viaje, un restaurante o un electrodoméstico. El coste de oportunidad siempre está presente.

Sin embargo, en el sector público, aunque se ha hecho un gran esfuerzo, no siempre se consiguen los máximos ahorros posibles, bien por falta de coordinación en las compras de aprovisionamiento, bien porque haya algunas unidades, especialmente sanitarias, donde la concienciación de la necesidad de comprar lo más barato a igual calidad es complicado de lograr.

Por otra parte, ahora que empieza la campaña electoral, muchos políticos harán todo tipo de promesas de gasto, ya sea con las pensiones, con infraestructuras o con cualquier tema. Y lo harán porque, tal y como dice la teoría de la elección pública, el burócrata trata de maximizar su oficina, y el político busca maximizar votos.

Es decir, nuestros políticos perciben que la sociedad premia las promesas de gasto y hace menos caso a las promesas de rebaja de impuestos. Por eso prometen más por el lado del gasto. Eso es así porque los miembros de nuestra sociedad piensan que del gasto prometido se van a beneficiar ellos, pero que si para eso tienen que subir los impuestos, en el caso de que reparen en que habrá que financiarlo con tributos, esos impuestos los pagarán otros. Craso error, fruto de la ilusión fiscal y de la demagogia, pero es la triste realidad.

Por tanto, nuestra sociedad, todos los que la formamos, debemos comprender que el gasto se financia con el dinero que pagamos vía impuestos, que los pagamos todos y que si para nuestra vida individual y cotidiana miramos la peseta (o el céntimo de euro) y tratamos de tomar decisiones eficientes, deberíamos exigir lo mismo con los bienes públicos: una adecuada provisión que cubriese los servicios esenciales, que permitiese que todo el mundo pudiese acceder a ellos gracias a esa labor redistributiva, pero que no se despilfarrasen envueltos en eternas promesas electorales que nuestra economía no se puede permitir.

En España hay que ajustar el gasto a lo necesario de forma eficiente, porque es lo que nos permitirá, precisamente, conservar todos los servicios esenciales que tenemos. Si no se hace, las consecuencias después serán mucho más duras. Pensémoslo ahora que tenemos que volver a votar, y recordemos siempre que cuando un político nos diga que va a aumentar el gasto, indirectamente nos está queriendo decir que nos va a aumentar los impuestos para poder pagarlo (ya sea con nuevos impuestos, con deuda, que es un impuesto diferido hacia las generaciones futuras, o con inflación, que es el más regresivo de los impuestos, además de muy dañino para la economía).

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