Los diputados catalanes, a su bola

Es increíble. En Cataluña no tenemos presupuestos, pero tenemos unos «presupuestos de carbono». Hablo en serio.
En efecto, fueron aprobados el pasado día 4 con 68 votos a favor (PSC, ERC y Comunes), 11 en contra (Vox) y 56 abstenciones (Junts, PP, CUP y Aliança Catalana). Una mayoría justita. Hasta se abstuvieron los cupaires.
Las citadas cuentas, «pioneras en el Estado», remarcan la propaganda oficial, prevén para el período 2026-2030 «una reducción del 31% respecto a 1990 de las emisiones contaminantes en todos los sectores».
El 57% en la gestión de residuos, el 50% en energía, el 45% en servicios, el 33% en la industria, el 29% en el residencial, el 22% en agricultura y ganadería y el 19% en el transporte. No sabría decir cómo sus señorías han llegado a semejantes cifras o si ha sido a boleo.
No deja de ser curioso, sin embargo, que tengamos ya los citados «presupuestos del carbono», pero no los de la Generalitat.
Salvador Illa empieza a ser un alumno aventajado de Sánchez. Aunque difícilmente superará al maestro Pedro Sánchez que, como saben, va hacia el tercer ejercicio sin cuentas.
A pesar de que la Constitución obliga a hacerlo en su artículo 134.3. Lamentablemente, los padres de la patria que elaboraron la Carta Magna se olvidaron de incluir que, en caso contrario, debería disolver las cámaras y convocar elecciones anticipadas.
Hay que decir que tampoco es novedad. Entre el 2018 y el 2019 también estuvimos sin presupuestos. Y, en el resto de ejercicios, casi siempre se han aprobado tarde y mal.
La verdad es que la oposición se lo tomó a cachondeo. El diputado de Vox Javier Ramírez empezó su intervención así: «Señora Paneque, vaya papelón. El de hoy, ¿verdad? ¡Vaya papelón!», en alusión a la portavoz del Govern y consejera de Territorio que defendió las cuentas.
«¿De verdad se lo creen?», añadió. «La gente de pie no lo entiende. Lo deben entender los grandes delegados de la Generalitat, los grandes chiringuitos ad hoc. Efectivamente, lo que viene a ser aquello que decía alguno de la menjadora». El comedero, hablando en plata.
El plan de la Generalita prevé, por ejemplo, «disminuir los vuelos en favor del tren». Y el diputado -aprovechando la ausencia del presidente de la Generalitat en viaje oficial-, se preguntó: «¿De qué vuelos? ¿Los del señor Illa para ir a México, los del señor Duch o del señor Sàmper, que solo hacen que pasearse por toda Europa y por todo el mundo? ¿Esos vuelos quieren reducir?».
Terminó aludiendo a «los señores diputados de la bancada de la izquierda y de toda la patulea que están hoy ante nosotros; el único punto que nosotros vamos a aprobar es la reprobación de estos presupuestos».
La intervención del diputado de Vox no gustó nada al presidente de la cámara, Josep Rull, que apeló al «decorum». «Usted ha utilizado una expresión que sabe perfectamente que no es propia de una cámara parlamentaria, que es calificar el conjunto de diputados de patulea», afirmó.
Los «presupuestos del carbono» unieron, en todo caso, a toda la oposición. A pesar de que solo los del partido de Abascal votaron en contra. Eva García, del PP, pidió renunciar a «nuevos impuestos climáticos que castigan la actividad económica».
«¿Alguien cree, por ejemplo, que para luchar contra el cambio climático hay que hacer más difícil aún la vida de las empresas?», manifestó. No en vano, Cataluña tiene más de una docena de impuestos propios; Madrid, solo tres.
Mientras que la alcaldesa de Ripoll se mostró partidaria de «alargar la vida útil de las centrales nucleares, una fuente de energía estable, previsible, barata y segura, que se ha evidenciado imprescindible».
«El cierre de las nucleares encarecerá el precio de la energía, generará mayor dependencia del gas -esto es, de países extranjeros- y retrasará la transición verde porque tendremos que sustituir la energía nuclear, que apenas emite CO2, por energía fósil», insistió para más inri.
No vi las caras de los diputados socialistas y especialmente de los Comunes, pero debían removerse en sus escaños ante semejante afirmación. Pese a que siempre que interviene la líder de Aliança Catalana, los suspiros y caras de incredulidad en el hemiciclo son frecuentes.
¿El problema saben cuál es? Que la amnistía no ha pinchado el globo. Continúan viviendo en su mundo. Una realidad paralela, una burbuja mediática, un mundo de ficción. Ese y no tener presupuestos en el segundo año de legislatura es el quid de la cuestión. El resto, como diría mi admiradísimo Josep Pla, son «collonades». Creo que no hace falta traducción.