Cualquiera diría que Negreira sigue siendo el jefe de los árbitros

Negreira

Si los medios tecnológicos incorporados al fútbol para paliar los errores de los árbitros sólo sirven para ratificar -de forma absurda y grosera- equivocaciones tan descomunales como la cometida por Muñiz Ruiz en el Español-Real Madrid del domingo, habrá que convenir que es normal que quepa dudar de la rectitud arbitral, porque la alevosa patada por detrás de Romero a Mbappé es imposible que se preste, reglamento en mano, a interpretaciones.

No es discutible, en ningún caso, que la sanción al jugador del Español debió ser la expulsión directa, como tampoco lo es que su permanencia en el campo tuvo una incidencia directa en el resultado. Siendo muy generosos se puede aceptar que el árbitro Muñiz Ruiz se equivocara sobre el terreno al valorar la brutal entrada, pero lo que resulta a todas luces inaceptable es que el VAR, con Iglesias Villanueva al frente, no enmendara la decisión de su compañero. Ni siquiera le invitó a revisar la jugada.

El Real Madrid ha emitido un comunicado en el que se afirma que el arbitraje «sobrepasa cualquier error humano o de interpretación arbitral», algo evidente y palmario. Decisiones como la del domingo, según el Real Madrid, «representan la culminación de un sistema arbitral completamente desacreditado», pues arbitrajes  así suponen una «adulteración y manipulación»de la competición. El razonamiento del club blanco, a tenor de los hechos, es inapelable.

En un fútbol cabe más que profesionalizado es impresentable que el desarrollo tecnológico utilizado, se supone, para impartir justicia -el VAR- sirva, en ocasiones como esta, para avalar de manera inexplicable una decisión tan injusta como la de no expulsar del terreno de juego a un jugador que de forma alevosa entra temerariamente y por detrás a un rival poniendo en serio peligro su integridad física. No es de extrañar que sean muchos los que crean que la sombra de Enríquez Negreira, ex vicepresidente del Comité de Árbitros y en nómina durante años del Barça, sigue siendo alargada.

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