La contrarreforma laboral, autoengaño para bobos

Lo que importa no son los desempleados, ni los trabajadores en precario, ni el mantenimiento del empleo de calidad. No. Lo que persiguen realmente a los que agitan hasta el paroxismo la contrarreforma laboral tridentina es presentarse con una presa entre los dientes que les permita clamar ante sus mesnadas que han cumplido lo que prometieron.
Como en otros asuntos capitales -escudos sociales, desahucios, vivienda a precio perejil, etc…-los presuntos redentores urbi et orbi llevan en el pico la rama de olivo y la daga debajo de los llamativos modelitos. Escuchen lo que ha dicho hace tan sólo unas horas la gran campeona: “La reforma laboral, técnicamente, no se puede derogar. Una cosa es el fetiche político y otra es lo que vamos a hacer…”.
Las carcajadas, por un lado, se han oído a orillas del río Sil; las imprecaciones, por otra, desde Finisterre al Cabo de Gata. Oigan, estos son así.
Doña Yolanda se ha quedado más plana que ancha después del último parto. Resumiendo amigos (as): que después de tanta matraca, tanta promesa, tanto juramente ante la tumba de Lenin, tanto poner la mano ante la espada de Bolívar, viene y resulta que la “derogación” es misión imposible que ni Tom Cruise puede protagonizar.
Resumiendo aún más, amables lectores: que van a pasar una capa de maquillaje en lo relativo a la negociación colectiva por encima de los convenios empresariales ad hoc y santaspascuas. Porque la madre del cordero está en la indemnización por despido, fundamentalmente, y eso no osan tocarlo. Siempre hacen lo mismo: tocan las campanas a rebato, ponen el fogón enrojecido para al final resultar el parto del ratón. Verán ustedes cómo sacarán pecho inflado, incluso con hormonas, para intentar demostrar que a ellos no se les pone por delante ni Calviño, ni Von de Layer, ni Garamendi ni el lucero del alba. La realidad es que la menuda vicepresidenta primera -con la inestimable ayuda de unos fondos europeos por llegar- impone su ley más allá de las peroratas de otra vicepresidenta que ha terminado por creerse que es de verdad. Sin alharacas ni happening gestual. Al estilo de los gobernantes responsables.
Al final, será, como siempre dijo la vicepresidenta económica: lo que diga Bruselas.
PD. Pregunto, ¿puede funcionar la contrarreforma laboral sin el sello empresarial? Definitivamente, no.