Cómo regalar un punto
El fútbol, cruel y bondadoso a partes iguales, se mide demasiadas veces por lo que pudo ser y no por lo que fue. Cuesta rendirse a la evidencia en la permanente búsqueda de explicaciones que justifiquen el triunfo o la debacle. Casi siempre se esconde lo obvio y esto, este viernes en Palma, fue que el visitante, mejor posicionado y planificado que el anfitrión, fue mejor cualquiera que hubiera sido el resultado.
Me sorprendió la formación inicial dispuesta por Jagoba Arrasate. Más psicólogo o juez que pragmático, decidió repetir el once que, sin asombrar, ganó en Butarque al Leganés sin considerar las enormes diferencias existentes entre los de la periferia madrileña y la cerámica levantina. Marcelino García Toral había estudiado a su rival con más tino que su colega y oponente y consciente de que Antonio Sánchez no es lateral y Asano no persigue ni a su sombra, cargó tintas sobre el carril izquierdo que Alex Baena y Sergi Cardona convirtieron en una autopista sin más tráfico que el suyo. No solo eso, sino que las numerosas pérdidas locales a lomos de su propia precipitación y no menos limitaciones, produjeron contra ataques en superioridad numérica mal resueltos, aunque no por ello menos peligrosos.
El tanto llegó en una suerte de la que nadie parecía saber nada: la estrategia amarilla en los córners. Ni el japonés ni el palmesano se dieron por enterados del tuya-mía-tuya para descomponer los marcajes en el área y la estratagema con los jugadores bermellones en la inopia, dio su fruto. El lance se ponía cuesta arriba.
Nunca es tarde si la dicha llega y aunque el relevo era tan necesario como evidente, el técnico de Berriatúa sacrificó a un delantero, Doménech, promesa alejada aun de la realidad, para cambiar a Asano de lado y situar a Valery por delante de Antonio Sánchez. Del 4-4-2 de principio, a un 4-2-3-1 que taponó la vía de agua y dio alas al perdedor que encontró premio a su rectificación con un tanto fortuito del zaguero Albiol contra su portería, que había sido precedido de otro anulado por fuera de juego de su autor, Muriqi.
Pero el destino estaba escrito. Era día de perder. Primero Lato levantó la pierna con excesivo peligro cerca de la cabeza de Yeremi y dejó a los suyos con uno menos. Faltaban todavía 21 minutos que, al final, fueron 28; casi media hora, una eternidad. Y, aparte la errata de libro cometida por Samu en plena prolongación cuando las presentes tablas tenían sabor de victoria, el banquillo se equivocó antes. La entrada de Mojica para suplir al expulsado terminó por obligar a un 5-4-1 roto a su vez por la sustitución de Antonio Sánchez por Copete que volvió a poner en verde el semáforo que Valery en solitario era incapaz de mantener siquiera en ámbar. Y lo de siempre, tanto va el cántaro a la fuente que, si bien en el peor momento, se rompe sin remedio.
Han bastado poco más de hora y media para poner en evidencia la pésima planificación de la plantilla, pero de eso ya hablaremos mañana.