El cinismo de Pedro Sánchez con la inmigración ilegal

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El escritor irlandés Oscar Wilde dijo que: «Un cínico es un hombre que conoce el precio de todo y no da valor a nada». De haber vivido en nuestros tiempos, Wilde habría completado tan exacta definición diciendo que, además, ese cínico está casado con una vendehúmos y tiene un hermano que es un músico enchufado, al que no le gusta ni trabajar ni pagar impuestos, imputados ambos por los delitos de corrupción y tráfico de influencias; e ilustraría su explicación con la fotografía de Pedro Sánchez montado en el Falcon con las gafas de sol puestas.

«Desgraciadamente, las redes criminales que trafican con seres humanos no dejan de crecer. Estas organizaciones no solamente juegan con las vidas de nuestros compatriotas, quebrando el futuro de muchos jóvenes que son engañados y las esperanzas de las familias que confían en ellas, sino que también se asocian con otros delitos como tráficos ilícitos de toda clase y también con el terrorismo. Y para combatir esta amenaza, que afecta a la estabilidad y a la seguridad de nuestras sociedades, es imprescindible el retorno de quienes han llegado a España irregularmente, principalmente porque este retorno traslada un mensaje desincentivador, nítido, claro y contundente a las mafias y a quienes se ponen en sus manos».

Si estas palabras las hubiera pronunciado el líder de Vox, Santiago Abascal, a nadie nos habrían extrañado, pues coinciden perfectamente con el discurso que siempre ha defendido su formación. Pero al vincular a la inmigración ilegal con las mafias, la delincuencia y el terrorismo; y manifestar claramente la necesidad de que los que entren en España delinquiendo, deben ser inmediatamente expulsados, todo el equipo de opinión sincronizada habría arremetido ferozmente contra él y tendríamos hoy a toda la prensa progre exigiendo poco menos que la encarcelación inmediata de Santiago Abascal, por xenófobo, racista y facha. Eso sería lo normal.

Podríamos celebrar si, por el contrario, quien hubiera pronunciado este discurso tan razonable hubiera sido algún líder del Partido Popular. Por ejemplo, el presidente de Andalucía, Juanma Moreno, que, en relación con los menas, dijo aquello de: «Tenemos el corazón asín de ancho para que vengan 30 o 300 más. Si un niño entra en nuestro territorio tenemos que acogerlo, tenemos que sustentarlo, tenemos que apoyarlo, tenemos que ayudarlo. Y hacer un discurso de trazo grueso diciendo ‘oiga, mire usted, es que si llegan 300 menores ponemos en peligro la seguridad de los españoles’, eso es falso». O quizá el portavoz del PP, Borja Sémper, quien acaba de afirmar que su partido «en ningún caso habla de deportaciones masivas». Pero, no, lamentablemente, tampoco ha sido ningún miembro del Partido Popular quien las ha pronunciado.

Este discurso está literalmente copiado de la intervención que ayer hizo Pedro Sánchez en un acto en el Instituto Cervantes de Dakar en el que se lanzó la iniciativa Alianza África Avanza para fomentar las inversiones en Senegal, última etapa de la gira posvacacional que le ha llevado también a Mauritania y Gambia. ¡Toma castaña!

Una de las primeras medidas adoptadas por Pedro Sánchez al llegar a la Moncloa en 2018, fue montar el circo para traerse al puerto de Valencia a los 630 inmigrantes ilegales que transportaba el Aquarius, movilizando para ello un dispositivo integrado por más de 2.300 personas y emitido en directo por 598 periodistas. El Aquarius era el barco de una oenegé acusada de colaborar con las mafias de la emigración ilegal, fingiendo falsos rescates marítimos con el objetivo de traer a Europa a dichos inmigrantes. En aquella ocasión Sánchez afirmó que acoger a los inmigrantes ilegales, transportados por las mafias, «no provoca un efecto llamada». A día de hoy, los inmigrantes ilegales del Aquarius no han sido ni expulsados, ni legalizados.

Nadie podrá decir que le sorprende este nuevo «cambio de opinión» de nuestro presidente del Gobierno, pues ya nos tiene acostumbrados a que continuamente hace lo contrario de lo que había prometido, o como en esta ocasión, dice todo lo contrario de lo que hace, movido siempre exclusivamente por su egoísta y desmedida ambición de poder. Pero me pongo en la piel de sus votantes y me pregunto si no tendrá ningún límite su capacidad para decir que llueve cada vez que el cínico de Pedro Sánchez se orina encima de ellos.

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