El chiringuito ‘prevaricador’ de la Federación de Vecinos de Palma

En 1652 San Sebastián se convirtió en el patrón de Palma, pero antes era el Ángel Custodio una suerte de sucedáneo celebrándose desde 1407, algo así como un encuentro anual para conmemorarle como el patrón de la agricultura mallorquina, y pasado el tiempo, a partir de 1981 –ya en plena democracia- la celebración del Diumenge de l’Àngel tenía por objeto señalar una Palma festiva. Una fiesta popular, dándole alas al consumo de las últimas panades como punto final de la Pascua. No había señalamiento alguno en esas prácticas, solo fiesta y mucha celebración, que bajo ninguna circunstancia debía confundirse con cualquiera fuese la ideología política.
En tiempos del alcalde socialista Ramon Aguiló se instituyeron dos fechas para el exclusivo júbilo popular: la revetla de Sant Sebastià y el Diumenge de l’Àngel, y para ser justos debemos recordar que fue Paulino Buchens el primero en recuperar para Palma la fiesta multitudinaria de la revetla. Debe ser un precepto hacerle justicia a los hechos tal y como sucedieron.
Hasta que llegó la extrema izquierda o sea el Pacte de Progrés, fulminando la tradición y alentando la burda manipulación, lo que ha supuesto desterrar la espontaneidad en Palma, dando paso a consignas de la izquierda entre un bocado y otro bocado. Parece mentira que la Federación de Asociaciones de Vecinos de Palma, tan vinculada a la izquierda y regada con cientos de miles de euros, se encargue de organizar el Diumenge de l’Àngel.
El domingo 24 de abril estuve caminando por el bosque de Bellver, lo hago a diario, y movido por la curiosidad llegué a la explanada del castillo y me avergonzó ser testigo de la maldad de la izquierda. Luego lo explicaré. No había comenzado la fiesta, así que presencié el montaje de los chiringuitos, rodeándome multitud de chalecos verdes con esta leyenda: Organització y junto a ella, Federació d’Associacions de Veïns de Palma, la misma que el Ayuntamiento de los Hila, Noguera, Truyol y Jarabo riega generoso y sin pudor alguno en perjuicio de otras asociaciones ciudadanas que no son de su cuerda. Llegué temprano, mientras fijaban sus pancartas de siempre y junto a la bancada que mira a la bahía un trenecillo con ruidosos eslóganes.
Lo digo porque es profundamente inmoral mezclar consignas con los aires festivos que justificaban plenamente la diada plagada de miles de personas ansiando disfrutar de un encuentro popular a pleno sol, después de dos años de secuestro de la fiesta por la maldita pandemia. Y de sopetón los mantras tan propios de la izquierda, invadiendo la intimidad de esta celebración. Todos se correspondían con las campañas a las que nos tienen acostumbrados.
Destacaba el rechazo a los cruceros, también al alquiler turístico y cosas por el estilo, aunque lo más indignante era esta leyenda que iba a desfilar en la passetjada de l’Àngel, formando parte del trenecillo de marras: La voluntat ciutadana no és prevaricació. ¡Joder con esta tropa! ¿Alguien es capaz de reparar en esta barbaridad? ¿Alguien consciente de tal aberración?
Aquí es donde me detendré en la maldad de la izquierda, porque apelar a la prevaricación es un delito sangrante, punible, y más si lo viene anunciando una federación de asociaciones de vecinos, porque viene a decirnos que la ley se puede saltar a las bravas. Prevaricación, sépalo esta Federación, es un delito con pena de cárcel, desde el momento en que es una arbitrariedad contraria a la ley, y trasladada al movimiento ciudadano es pura anarquía.
La izquierda radical está colonizando cualquier actividad vecinal y en caso de existir alguna organización díscola se le cierra el grifo de las ayudas. Es la práctica habitual. Lo que no se entiende, es que una institución como el Ayuntamiento de Palma, que además de representar y proteger al conjunto de los vecinos debe ser escrupuloso con el ordenamiento jurídico, permita la exhibición de pancartas, pagadas con dinero público, incitando a violar la ley: «La voluntat ciutadana no és prevaricació». Menudo disparate.
Pero al Ayuntamiento de Palma del Pacte de Progrés solamente le interesa colonizar la fiesta popular gracias a la complicidad de una servil federación que desconecta de su compromiso natural para convertirse en el chiringuito subvencionado. ¿O el servil es el ayuntamiento? Probablemente.
No es de extrañar que a los pies del Castillo de Bellver se concentrase toda la plana mayor del Pacte de Progrés, con Armengol, su peluche Negueruela y el alcalde Hila entre otros felicitándose de tanta pancarta, incluida aquella referida a que la voluntad ciudadana no es prevaricación que les convertía en cómplices de tan mayúscula barbaridad. Pero lo más preocupante es que los reunidos no reparasen en ello consecuencia de vivir en una sociedad por completo narcotizada. Salvo, claro está, que la fiesta primase por encima de todo y ya nos veremos en las urnas, que todo puede pasar. Felizmente.
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