La China vecina
Los buenos sentimientos no van a conseguir sin más que se dé una unidad global, con liderato consistente, precisamente cuando los Estados Unidos y China han entrado en el rifirrafe de las “fake news” y la mega-propaganda. Ni las recetas del G-20 ni la propuesta de un nuevo Bretton Woods –orden financiero desde la post-guerra- están ilusionando un mundo agobiado por el Coronavirus. En estos momentos, después de un supuesto éxito inicial en la gestión del confinamiento, China está en manos de la sospecha. No es únicamente el choque Pekín-Washington: algunas cosas no quedan claras en la gestión china de la pandemia. Sin una reaproximación chino-americana, el milagro global es muy improbable, mientras la Unión Europea –condicionada siempre por su tardo procedimiento de toma de decisiones- intenta conjugar mejor los distintos intereses nacionales.
En 1967, tuvo cierto éxito la película “La Cina è vicina” –“China está cerca”- de Marco Bellocchio, con las tribulaciones de un joven maoísta acomodado, en la Italia provincial. Ya no quedan maoístas en Italia, ni tampoco en China. Tal vez algún concejal podemita sigue esperando otra larga marcha de Mao, pero llevábamos tiempo sin estar tan pendientes de ese increíble híbrido que es una China igualitaria y sin libertades, con el partido comunista al timón del poder financiero y con un control efectivo de la comunicación. China está muy cerca. En ese frente de semi-ficción han aparecido murciélagos y científicos de Wuhan con mucha capacidad contaminante. Desde luego, lo que se deduce es que Pekín desde el primer día ha estado más centrada en confirmar su rol geopolítico que en controlar una pandemia que se le iba de las manos, encarcelando –entre otras cosas- a científicos que advertían del peligro. ¿Cómo suponer posible un nuevo orden mundial más armónico cuando los egos de Xi JinPing y Trump andan tan sueltos, el segundo –claro- en un sistema de controles y equilibrios?
En el momento más inoportuno, la Casa Blanca habla de recortar la aportación presupuestaria a la OMS, supuesta cómplice de la China pandémica. Aun así no está de más recordar que existía ya un recelo norteamericano hacia la ONU y su red institucional –especialmente la UNESCO- por su sesgo manifiesto cuando la Unión Soviética y el mundo árabe iban de la mano, en tiempos de la guerra fría.
Por ahora, la “nomenklatura” china ya ha revisado al alza el número de víctimas por contagio, en Wuhan. En todas partes los recuentos han sido defectuosos pero en China –como ha escrito Fareed Zakaria- el sistema autoritario ha hecho que la pandemia fuese a peor. El sistema no es tan fuerte como se decía. Eso va a pesar mucho cuando entremos en el proceso de reparación económica tras la maldita pandemia