Chapuza olímpica

Chapuza olímpica

Los Juegos Olímpicos de Río arrancan este viernes sumidos en la confusión. Brasil es ahora mismo un compendio de incertidumbres cercanas al caos a nivel político, organizativo, económico y social. El evento deportivo más importante del mundo iniciará su XXXI edición en un país carcomido por una corrupción sistémica. De hecho, el Senado acaba de votar a favor de la destitución definitiva de la presidenta Dilma Rousseff. Por su parte, la economía sufre una profunda recesión después del pinchazo definitivo de la burbuja emergente que funcionó como promesa en 2009 cuando Río de Janeiro se impuso a ciudades como Chicago, Tokio o Madrid. Sus cuentas cayeron un 3,8% durante el año pasado y éste podrían retroceder otro 3,3% adicional según el Fondo Monetario Internacional.

Todas estas tensiones se han trasladado a las calles, donde se producen enfrentamientos constantes entre los partidarios y detractores de la propia Dilma Rousseff. Hechos que provocan un gran desapego hacia la cita olímpica por parte de la población. Los ciudadanos ven el evento como algo ajeno que puede incidir de un modo negativo sobre las maltrechas arcas estatales y, por tanto, empeorar aún más servicios públicos esenciales como la sanidad o el transporte. Este contexto se ha contagiado a un comité organizador cuya labor roza de manera anticipada la categoría de chapuza: problemas de limpieza y salubridad en la Villa Olímpica, desperfectos en puntos clave como Copacabana o Marina da Gloria, abusos laborales e incertidumbre en cuanto a la seguridad. En una ciudad donde la violencia es protagonista indiscutible del día a día, se suma la amenaza yihadista que recorre el mundo. Demasiados frentes abiertos para la incapacidad demostrada por el equipo de Carlos Arthur Nuzman.

El presidente del Comité Organizador de Río 2016, cayendo en la máxima latina de excusatio non petita accusatio manifesta, dio una entrevista al diario Clarín para tratar de lavar la imagen de su labor y aseguró que «los Juegos de Río serán espectaculares». Algo que choca frontalmente con la realidad incluso antes de empezar. Algunos de los deportistas más importantes del planeta como Lebron James o Rory McIIroy han renunciado a representar a sus países por las pocas garantías sanitarias —virus Zika— que les ofrece la organización. Un varapalo también para el Comité Olímpico Internacional (COI), que debería reflexionar, para proteger incluso su propio prestigio, sobre el modo en que seleccionan las sedes. En Brasil, como ya ocurriera con Grecia pero de un modo anticipado, ya se habla de que el gasto de estos Juegos sólo servirá para ahondar en la paupérrima situación económica que vive el país. Esperemos que, al menos, la seguridad esté garantizada tanto para los visitantes como para los atletas. Ya habrá tiempo de hacer balances definitivos.

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