Bildu mató, Vox no

Bildu
  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

De verdad que resulta repugnante afirmar cosa tan obvia: Bildu es la coalición separatista vasca es sucesora directa de la banda terrorista ETA que durante más de cuarenta años obsequió a los españoles de bien con la friolera de ¡857 asesinatos! Muchos de los actuales dirigentes de Bildu fueron en su momento los criminales que sometieron a la sociedad española al estrés de soportar, por ejemplo en 1981, un atentado cada cuatro días. Ahora, estos forajidos están definitivamente no sólo perdonados, sino olvidados y blanqueados. Fíjense: una de las instituciones más afectadas por el terrorismo etarra fue la patronal vasca, la Confebask de antes y de ahora que, desde el asesinato en 1976 del industrial Ángel Berazadi, aguantó de forma a veces muy poco gallarda otros ¡48 homicidios más! Y fue víctima de la extorsión económica a ¡no menos de 10.000 personas! Pues bien, ya todo parece una historieta quemada u obsoleta, como la de los tebeos de Pulgarcito.

Esta misma semana, la cúpula de la organización empresarial se ha reunido, de igual a igual, con los colaboradores del antiguo terrorista Otegi, un asesino que se sintió muy frustrado cuando no pudo terminar ni con Javier Rupérez, ni con el padre constitucional, Gabriel Cisneros. O sea, las víctimas, los empresarios,  sucesores de antiguos colegas secuestrados, chantajeados y asesinados, han participado en una «sesión de trabajo» (así la han llamado) con los chicarrones de Bildu, los cuales, sin enrojecer, han planteado a los interlocutores sus recetas para la paz y el crecimiento en el País Vasco. Sólo leyendo la noticia cualquier hombre/mujer de bien ha sentido la necesidad de vomitar.

Es decir: Bildu sardónicamente es una entidad política respetable con la que no sólo se puede contar sino que se debe negociar, y en su caso pactar, como ha hecho el psicópata (lo tienen diagnosticado los especialistas) Pedro Sánchez. Y sin embargo, en la otra orilla ninguna caridad con Vox; no, Vox irónicamente es un partido culpable, esencialmente contrario a los usos democráticos. Y esto -escrito con gran sarcasmo- puede debatirse, pero ni una sola coma más, porque Vox, el partido de Abascal, el Capitán Trueno de ahora mismo, nunca ha matado a nadie, ni siquiera ha amenazado de muerte a nadie, tampoco se ha forrado con el cruel «impuesto revolucionario» que, durante años, exprimió la conciencia y las cuentas corrientes de miles de empresarios y directivos vascos. Es de suponer que los muchos analistas que celebran el blanqueo de Bildu, aprecian que entre este partido y el de Abascal existe una distancia sideral: la que media entre unos tipos, los de Vox, representantes de la nueva derecha iliberal, y otros, los de Bildu, herederos ufanos de una banda de criminales que dejó a España exhausta ante tanto crimen y tanta sangre.

Pero, la verdad: este cronista no guarda mucha esperanza de que modifiquen su versión la multitud de cronistas y contertulios de diferente jaez que se dan el morro con gentes de mal como la repulsiva Merche Aizpurúa, la terrorista -fue condenada por ello- que, día a día, en los periódicos que se sostenían con la exigente recaudación del citado «impuesto revolucionario», apuntaba con celo y sin recelo a los objetivos que debían abatir sus colegas pistoleros de la banda. Establecer comparaciones entre estos dos partidos, Bildu y Vox, como si ambos fueran de igual perversidad, es una acción francamente nauseabunda. Pero se está produciendo a cada hora. ¡Con qué fiereza se está atacando a Mazón, y por tanto a Feijóo, por haber suscrito un pacto de Presupuestos con Vox en Valencia! Se ha escrito incluso que Feijóo ha firmado su segunda sentencia de muerte política por haber autorizado tal acuerdo. Y digo yo: si en julio de 2023 ya se murió porque, según estos propagandistas, su gran pecado imperdonable fue aliarse con Vox, ¿cómo así va a volver a entregar la cuchara porque lo dictan los renacidos apóstoles de la limpieza democrática? Que se sepa, nadie se ha muerto dos veces, una detrás de otra.

La Moncloa imparte sus consignas y se producen, casi al tiempo, dos reacciones. La primera, la de los que siguen la reiterada monserga al pie de la letra: Vox es un partido antidemocrático y como tal debe ser tratado. Nada con ellos, infectan. La segunda es la de los compañeros de viaje (la denominación es de Franco ¡qué le vamos a hacer!) que se apuntan al sarao porque así cuadriplican su calidad de personas de derechas pero también de gente progre que se opone a todo lo que suene a pasado, en este caso al franquismo, o, de forma más actual, a lo que representa un asentamiento de la ultraderecha europea y por tanto española. No se detienen estos epígonos ni un minuto en resaltar el abismo que existe entre una coalición, la de Bildu, que todavía está sin condenar los 857 asesinatos que perpetró su querida banda, y Vox cuyo solo pecado es haber metabolizado su antieuropeísmo militante, su apuesta por la revisión de los postulados democráticos, su renuncia a reconocer la eficacia de nuestro Estado Autonómico, y algunas otras lindezas que realmente están haciendo verdadero daño a sus posibilidades electorales. Pero ellos verán.

Siendo eso, todo eso, discutible, no existe ni un solo motivo para encuadrar a Vox en el armario de los partidos que no aceptan el orden democrático; otra cosa, desde luego, son las recetas liberales que marchan por otro camino. Ni un motivo, por eso resulta una verdadera asquerosidad aceptar la presencia de Bildu en la política nacional y sin embargo condenar a Vox a las tinieblas exteriores como si se tratara de una organización similar a la que dirigen individuos tan repulsivos como el mencionado Otegi o la cuadra de colegas, todos ellos condenados por terrorismo o por su encubrimiento, que no hace ni siquiera un mes se han encaramado a la dirección de la propia Bildu. Por tanto, quede claro: no a estos antiguos delincuentes, a Bildu, que no guarda similitud alguna con Vox, son el agua más o menos sódica y el cianuro.

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