Apagón democrático en la república de Sánchez

No hay profecía de Sánchez que no le haya dejado retratado después como todos sabemos lo que es. Incluso aquellas cuya materialización no dependía de su voluntad («No habrá apagones eléctricos» proclamó el 22 de septiembre de 2022 en el Senado) terminan volviéndose contra él, para regocijo de las redes sociales, que zarandean al presidente a golpe de meme.
El apagón que nunca iba a llegar, lo hace en el momento oportuno, convertido en metáfora del que se extiende sobre el orden constitucional a medida que Pedro Sánchez desconecta, pieza a pieza, el marco político de la convivencia delante de nuestras narices, sin que nada pase. Un apagón democrático al que asistimos atónitos, pero sin capacidad de reacción.
Sánchez suspende la Constitución para perpetuarse en el poder. Es lo que hace al no presentar los Presupuestos. ¿Y? No estamos ante un trámite cualquiera. Es la ley más importante que cada año vota una democracia. La conexión eléctrica que permite conocer si un Gobierno recibe o no la corriente de la mayoría para que siga encendido y pueda funcionar. Por no poder aprobar las cuentas públicas Alemania fue a elecciones en febrero. Aquí se pisotea el artículo 134 de la Carta Magna para que Sánchez continúe sin la necesidad de renovar el aval democrático. Y no pasa nada.
También ha cortocircuitado la función constitucional de las Cortes como depositarias de la voluntad popular. Obligado a aumentar el gasto militar en contra de su palabra, aprovechó la muerte inesperada del Papa Francisco para sacarse de la chistera 10.400 millones «sin subir impuestos, sin tocar un céntimo del estado de bienestar y sin mayor déficit público», algo que no igualaría el Mago Pop. Después apagó el Congreso para que Bruselas y Trump no vieran el pollo que le montaría esa coalición de putinistas y activistas del «OTAN no, bases fuera» que le sostiene. Y aquí no pasa nada.
¿Qué habría de pasar, si ya cerró el Congreso por la pandemia con un estado de alarma que después fue declarado inconstitucional y todo siguió como si nada hubiera ocurrido? Volvió a dejarlo a oscuras después para, tras el hackeo de su teléfono, rendir a Marruecos la histórica posición de España sobre el Sáhara sin consultar a nadie. Tampoco pasó nada. Como nada pasará cuando vuelva a dejarlo en tinieblas ante las explicaciones obligadas por el histórico apagón de ayer.
Avisó que gobernaría sin el concurso del Poder Legislativo si fuera necesario y ya está haciéndolo incluso contra la voluntad de su propio Gobierno. ¿Inaudito? Sí. ¿Y? Sánchez no tiene los votos que necesita para gobernar como se hace en una democracia parlamentaria, con luz, taquígrafos y el respaldo del Congreso, pero tiene los suficientes para que tampoco lo haga una mayoría alternativa. Puede hacer lo que le plazca porque ningún socio le va a dejar a oscuras. Aunque lo que termine a la vista de todos sea la incoherencia de aquellos a quienes sólo les mueve el impulso de conservar su puesto en el Consejo de Ministros o su capacidad de chantaje fuera de él.
Sánchez ha visto en esta ecuación perversa contra los intereses generales la oportunidad para cumplir el sueño húmedo a la altura de su vanidad: autoinvestirse líder de una república presidencialista liberado del engorro del control parlamentario. El intento de ningunear a Felipe VI, cancelando los despachos en la Zarzuela y eludiendo los actos oficiales conjuntos para que no se visualice quién es el Jefe del Estado y quién el del Gobierno del Reino de España, forma parte de esa estrategia para normalizar la república sanchista de un presidente sin contrapesos.
Con el Congreso fundido a negro y los jueces independientes neutralizados por Conde-Pumpido, sólo un poder del Estado se mantiene a pleno rendimiento: el del inquilino de La Moncloa, donde además tiene a su mujer y su hermano acogidos a sagrado para intentar burlar a la Justicia. Sánchez llegó con la potencia energética que dan las urnas, pero ahora nos tiene sumidos en un apagón democrático para no regresar a ellas. Y aquí, una vez recuperado tiktok y el whatsapp, no pasa nada. Que siga la fiesta.
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