Bernardo de Gálvez, el Descolonizador

Bernardo de Gálvez

En plena ofensiva del Gobierno contra la Historia de España, en su estrategia para tratar de justificar y blindar la deconstrucción de nuestra nación acordada con sus socios de legislatura a cambio de su gravoso disfrute de los presupuestos del Estado, no sorprende nada la ausencia en los medios públicos de una noticia que reivindica justamente todo lo contrario.

Ni en el buscador de la página web de RTVE ni en la de la agencia EFE aparece, según la consulta que realicé el lunes pasado, la noticia de que una de las nuevas fragatas de la clase Constellation de la U.S. Navy, la FFG67, será bautizada con el nombre de USS Gálvez, en homenaje a Bernardo de Gálvez y Gallardo, militar español, héroe de la independencia de Estados Unidos. No todos los días la flota de guerra más poderosa del mundo designa a uno de sus navíos con el nombre de un español. La noticia merecía al menos la atención del repositorio de nuestros medios públicos.

El buque con el nombre del que fuera gobernador de Luisiana y virrey de Nueva España será botado en 2030. El anuncio lo realizó el pasado 21 de junio el secretario de Marina de EEUU, Carlos del Toro, de origen cubano, en la celebración del aniversario de la independencia de EEUU en su Embajada en Madrid. La noticia fue recogida por otros medios españoles con la relevancia que merece, sobre todo como demostración de que fuera de nuestras fronteras aprecian el pasado de España que aquí se desprecia.

La figura de Bernardo de Gálvez que la U.S. Navy va a honrar se suma, en el mismo programa naval, a la fragata dedicada a Gilbert du Motier, marqués de La Fayette, general francés que luchó también en la Guerra de Independencia norteamericana. Gálvez comparte también con La Fayette el título de ciudadano honorario de los EEUU, que le concedió en 2014 el presidente Obama. Sólo ocho personas ostentan ese título, entre ellas Winston Churchill y la Madre Teresa de Calcuta.

Ambos héroes tienen también el privilegio de contar con sus retratos en el Capitolio de Washington, si bien con una diferencia: el de La Fayette cuelga allí desde 1825 y el de Gálvez tuvo que esperar a 2014 a que se cumpliera la promesa hecha nada menos que en 1783 por el primer Congreso Continental de los padres fundadores de EEUU de que honrarían con su efigie la Cámara de Representantes por su decisiva ayuda al nacimiento de su nación.

El retrato del militar español, nacido en 1746 en la localidad malagueña de Macharaviaya, fue donado por la Asociación Cultural Bernardo de Gálvez, con sede en Málaga, que hoy preside Miguel Ángel de Gálvez Toro, coronel retirado del Ejército del Aire y del Espacio. La citada asociación tiene entre sus proyectos erigir en Madrid un monumento a Gálvez, iniciativa aprobada en el pleno municipal en 2015 a instancias de una proposición presentada por el que esto escribe cuando era concejal.

La figura de Gálvez ejemplifica el crucial papel que el Ejército y la Armada españoles tuvieron en la Revolución Americana contra la dominación británica. Al principio, el Rey Carlos III apostó por la neutralidad, pese a las simpatías que despertaba en España la causa independentista contra el eterno enemigo británico.

Los americanos tenían claro que necesitaban del apoyo español, lo que los llevó a nombrar al sabio Benjamín Franklin como embajador en Madrid, aunque no llegó a pisar nuestro país. A pesar de todo, Gálvez apoyó discretamente desde el principio la causa americana con dinero, armas y pertrechos, además de obstaculizar la navegación de buques ingleses por el Misisipí.

En 1779, tres años después de la proclamación de la independencia de las Trece Colonias, España entró en guerra abierta contra Gran Bretaña al lado de Francia. Se calcula en 100.000 hombres, entre soldados y marinos, las fuerzas españolas empeñadas en la lucha a favor de los americanos. De ellos se contarían alrededor de 15.000 bajas.

Las tropas comandadas por el ya gobernador y brigadier Gálvez tuvieron una actuación capital, liberando el Misisipí de la presencia inglesa y conquistando en Florida plazas fuertes clave como Mobila y Panzacola, las actuales Mobile y Pensacola, donde hicieron prisioneros a más de 1.300 soldados británicos.

Como afirman Manuel Olmedo y Francisco Cabrera en su reciente biografía de Gálvez, editada por la Asociación Cultural que lleva su nombre, con estos triunfos quedó despejada la amenaza inglesa sobre el flanco sur de las Trece Colonias, con lo que «el general Washington debió de respirar aliviado». Carlos III le concedió el título de Castilla de Conde de Gálvez y en 1785 le nombró virrey de Nueva España. En ese cargo fallecería un año después en Ciudad de México.

De la figura de este español de Málaga se enorgullecen hoy los norteamericanos, como demuestra la fragata de la U.S. Navy que será bautizada con su nombre. Prueba de ello es también el éxito del libro para niños que el periodista Guillermo Fesser ha publicado sobre Gálvez en EEUU.

Para un definitivo reconocimiento de España a este héroe de la independencia norteamericana se me ocurre que, a lo mejor, el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, podría emplear al gobernador de Luisiana y virrey de Nueva España como emblema de su campaña de «descolonización» de las instituciones museísticas a su cargo. Al fin y al cabo, el heroico Bernardo de Gálvez fue un insigne «descolonizador» que contribuyó, desde las tierras españolas al otro lado del Atlántico, a liberar a las colonias norteamericanas del yugo de la metrópoli británica.

Quizás así entienda por fin el ministro Urtasun las abismales diferencias entre las presencias española y anglosajona en América. No fue una aislada colonia española la que por capricho de su gobernador ayudó a los patriotas del general Washington, sino España misma replicada en el territorio americano la que lo hizo bajo el mando de una figura única: Bernardo de Gálvez y Gallardo, conde de Gálvez, que dedicó ejemplarmente su vida al servicio de nuestra nación.

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