Beneméritas lecciones

Beneméritas lecciones
  • Pedro Corral
  • Escritor, investigador de la Guerra Civil y periodista. Ex asesor de asuntos culturales en el gabinete de presidencia durante la última legislatura de José María Aznar. Actual diputado en la Asamblea de Madrid. Escribo sobre política y cultura.

El desempeño de todo cargo político entraña una gran responsabilidad sólo por el hecho mismo de representar al conjunto de personas que cumplen su cometido bajo tu dirección. Si esto es así generalmente, en determinados cuerpos del Estado adquiere una dimensión especial. Se me ocurren valiosos ejemplos, sobre todo por el sacrificio, incluso el de la vida, que entraña servir en ellos. Pero, sin duda, hay pocas responsabilidades tan honrosas como la de dirigir a los hombres y mujeres de la Guardia Civil.

La ex directora general María Gámez tenía que haber meditado sobre esto antes de su insólita rueda de prensa con cuatro de los cinco tenientes generales de la Benemérita, de los que se hizo acompañar para anunciar su dimisión por la imputación de su marido en uno de los muchos fascículos del caso de macro-corrupción socialista de los ERE en Andalucía. Una imagen indigna, en la forma y en el fondo, que el ministro Grande-Marlaska y la propia ex directora debían haber evitado por respeto al Instituto y a quienes en él sirven.

A poco que hubieran seguido retrasando la dimisión de Gámez, convenientemente retardada para no hacerla coincidir con la moción de censura, habría podido producirse incluso en la mismísima fecha del aniversario de la fundación de la Guardia Civil, creada el 28 de marzo de 1844 en tiempos de la reina Isabel II, es decir, ayer mismo hace justamente 179 años. Seguro que tampoco les habría importado.

Que Grande-Marlaska le concediera a Gámez el increíble mérito de haber sido «la mejor directora de la Guardia Civil en sus 178 años de historia» propició la inmediata pregunta de un periodista: «¿Incluyendo al Duque de Ahumada?». El ministro pasó de la alusión al fundador y primer director, en calidad de inspector general, de la Benemérita, y repitió el argumento.

Es seguro que la Guardia Civil ha tenido extraordinarios responsables desde su creación. Jesús M. Zuloaga recogía en La Razón, de fuentes del Instituto, el nombre del teniente general Juan Zubía y Bassecourt, que fuera director entre 1918 y 1922, por poner un ejemplo.

Pero cuesta creer que alguno pueda superar al fundador, salvo que la intención de Grande-Marlaska, lo digo por decir, haya sido provocar el recuerdo de la figura de Ahumada para hacer más patente la figura de «chamuscada» de la saliente Gámez. Sin duda, la mía es una hipótesis absurda porque a poco que el ministro entre en ese campo semántico evidenciará que es precisamente a él a quien Sánchez tiene ya más quemado que la cafetera del Virginiano.

La casualidad, o la justicia poética como la llaman algunos, ha querido que ayer, en el mismísimo aniversario de la fundación del Instituto, el ministro se llevara el varapalo del Supremo al anular, por ser contraria a Derecho, la destitución del coronel Diego Pérez de los Cobos, que se negó a filtrar al Gobierno las investigaciones judiciales sobre la convocatoria del 8-M en plena explosión vírica de la pandemia de la COVID-19.

Por lo demás, la comparecencia del pasado lunes de Grande-Marlaska en la comisión de Interior del Congreso para explicar el caso Cuarteles evidenció el claro propósito del Gobierno de utilizar a la Guardia Civil para tapar el caso del ex diputado socialista Tito Berni, después de intentar distraer la atención con escaso resultado con el archivo de la investigación en la última etapa del PP, inducido precisamente por uno de los mandos hoy imputados, quien evitó su traslado a la Fiscalía.

La diputada popular Ana Vázquez tuvo que recordarle al ministro que su departamento retrasó durante un año la investigación judicial del caso Cuarteles al no nombrar a ningún perito para examinar las supuestas «obras fantasma» objeto de las indagaciones. Y ello pese a las reconvenciones a Interior de la propia jueza del caso, la Fiscalía y la Abogacía del Estado, según publicaba El Mundo. Sin duda, el ministro desmereció una vez más la responsabilidad que ocupa al frente de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado al utilizar el capote de la Benemérita para tapar las vergüenzas del PSOE.

A 183 reales la pieza se adjudicó, por cierto, la contratación de los primeros capotes de caballería de la Guardia Civil. Fue el 14 de junio de 1844, en la primera licitación de indumentaria para el primer tercio del Instituto recién creado. El adjudicatario de la contrata fue Sebastián Mediano Foix, de quien las pocas huellas de su vida en las hemerotecas hablan de un hombre de virtudes cívicas, lo que no parece precisamente ocurrir con el caso Mediador.

En aquellos tiempos se estaban formando los tercios de la Benemérita, uno por cada uno de los catorce distritos militares en que se dividía España. Para incorporar a los nuevos números, cada regimiento de infantería debía contribuir con 60 voluntarios, siendo el resto reclutado forzosamente si no se llegaba a dicha cifra.

La prensa de la época recoge la expectación creada en ciudades y pueblos ante el necesitado despliegue de la nueva fuerza del orden. Fue el 1 de septiembre de 1844, a la una de la tarde, cuando por primera vez entraron en la Corte, por la Puerta de Atocha, un batallón y un escuadrón de la Guardia Civil al mando del Duque de Ahumada entre las aclamaciones del público. Las fuerzas, con sus llamativos uniformes, fueron revistadas por el jefe del Gobierno, el general Ramón María Narváez. Convendrá el lector conmigo en que la estampa histórica del primer desfile de la Benemérita en la capital de España bien merecería ser recreada cada año en los mismos escenarios. Ahí lo dejo.

Unas semanas más tarde de aquel primer desfile, el 13 de noviembre, el nuevo Cuerpo cosecharía su primer resonante éxito, cuando un destacamento de su caballería mantuvo en Móstoles un enfrentamiento con una banda de forajidos que atracaban a los viajeros en el camino de Extremadura, abatiendo al jefe en el tiroteo y capturando a cuatro de los salteadores.

Al cumplirse ayer los primeros 179 años de historia de la Guardia Civil, los españoles podemos decir que los hombres y mujeres que sirven en ella cumplen con creces su misión y nos llenan de orgullo por su profesionalidad, entrega y sentido del honor, como demuestran incluso hacia quienes se desvían de ellos en sus propias filas. Tenemos un Instituto ejemplar, que ha dado a España y al mundo entero beneméritas lecciones de máximo sacrificio, como ha sido su lucha contra el terrorismo de ETA.

La deuda de gratitud de la sociedad española bien merece que el próximo año, y todos los siguientes, cuando se cumpla el aniversario de su fundación, la Guardia Civil reciba el homenaje que merece sin verse utilizada inapropiadamente de photocall para posados ni desfiles de figuras chamuscadas por el escándalo de los ERE ni por ningún otro. «Viva honrada la Guardia Civil», canta su himno. Pues eso, como diría Umbral.

 

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