El batallón de la ceja ataca de nuevo

El batallón de la ceja ataca de nuevo

No hay verano sin mosca cojonera ni elecciones sin manifiesto de los de la ceja. No sé quien es más pesado, si aquella o aquellos. Anda nervioso el clan de los Goya y, como en 2008 con su PAZ (Plataforma de Apoyo a Zapatero), vuelven a pasar lista en el mundo de la cultura, a ver quién se niega a suscribirlo. Porque esa es la primera función de un manifiesto: señalar, so pena de cancelación, al que declina adherirse, a ese que conteste que prefiere no meterse en política o, directamente, se posicione en contra de lo que le pongan a la firma.

Tendrá que ser muy valiente para negarse, jugándose que sus colegas del Círculo de Bellas Artes o de la SGAE le hagan el vacío; de ahí que sea fácil reclutar mequetrefes que estampen su firma pidiendo el voto «a favor de las fuerzas progresistas». Algún valiente habrá, pero será mejor vender tu alma al wokismo si quieres medrar en el mundillo y sentarte en una butaca trasera de los Goya para reír las gracias a Buenafuente o a Soyunapringada en los premios Feroz.

De ahí que entre los 180 firmantes encontramos mucho mediocre y personajillos desconocidos. Junto a ellos, también es verdad, encontramos a grandes del cine, la TV o la canción, clásicos firmantes de manifiestos pijoprogres, como Buenafuente, Rozalen, Almodovar, Ana Belén, Carmen Machi, Serrat, Miguel Ríos o Alberto San Juan. Y no podían faltar los secretarios generales de UGT y CCOO, Unai Sordo y Pepe Álvarez. Completa la lista algún escritor o periodista, como Joaquín Estefanía o Jesús Maraña, que no ha parado de llorar desde el 28M. Todos ellos han firmado el nuevo manifiesto «A las urnas, los ciudadanos y las ciudadanas», en el piden el voto a los partidos de izquierdas con argumentos sacados de un despacho de Moncloa, con los mismos eslóganes que Sánchez nos repite mañana, tarde y noche.

La opinión es libre, faltaría más. Y no me importa que el famoseo exprese públicamente la suya. Como no soy actor y sólo canto en karaokes, no me van a pedir que me retrate a ver si firmo o no. Y, si me lo pidieran, es fácil adivinar a dónde les mandaría. Lo que me molesta de estos manifiestos es ese pretencioso aire de superioridad que les lleva a pontificar sobre lo que conviene a la sociedad. Como si por ser famoso o triunfar en el deporte, en la música o en las artes escénicas su opinión tuviese mayor fundamento. Estos firmantes -y esta es la segunda función de los manifiestos-, desde su complejo de superioridad, se aprovechan del correlativo complejo de inferioridad de quienes se adhieren a su opinión por el hecho de caer bien o ser conocidos. No caiga usted en la trampa. Saben lo mismo que su cuñao.

Lo que sí que saben mejor que su cuñao es que, tras apoyar a Zapatero, éste doblo el presupuesto de Cultura de los tiempos de Aznar. Tras el despilfarro de aquellos años hubo que reducirlo y ahora, que Sánchez estaba cerca de volver a los niveles de despilfarro de Zapatero, temen que alguien les estropee su particular mamandurria. Quizá, por eso, el batallón de la ceja ataca de nuevo.

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