A mí Bárcenas no me ha robado nada

A mí Bárcenas no me ha robado nada

Es lo último que me faltaba. Lo último después de mi defensa de Trump es demostrar mi simpatía por Luis El Cabrón frente al flemático pánico de mi padre contenido con la palma de su mano en la frente. Como si éste fuera a salírsele a borbotones de la chola. Manita a modo de trinchera en la inminente colisión familiar. ¿Pero acaso puede haber algo más divertido que soliviantar a tu cuñada podemita defendiendo al nuevo POTUS concupiscente de las “mama Chicho” de las EE. UU en la fideuá dominical? “¡Me cae bien Bárcenas! Tiene pinta de capo porteño. Entró en Soto del Real para cumplir una pena siendo agrio linaje pepero y ha salido con un título nobiliario expedido por los presidiarios de Soto del Real.

¿Alguno de ustedes lo imagina mimetizado, despeinado, y con un pijama de rayas para dirigir el cotarro? Los que deberían estar reos son los Pujol, Anna Gabriel o David Fernández. Delincuentes del pesebre indepe. ¿Es que imaginan a Bárcenas paseando con ellos por el patio? ¿Compartiendo fabada en una bandeja de aluminio? ¿Regateando con independentistas como Soraya? ¿Regalando 7.000 millones de Euros expoliados a la clase media a Junqueras como si sólo se estuviera jugando un paquete de Ducados en el economato? Yo lo imagino más bien sentando y engominado con su abrigo de indiano. En su trineo arrastrando por sus huskies de Baqueira. Trascendiendo a los muros aquel atrio carcelario.

Luis no era el simple trincón habitual. Era elegante hasta cuando choreaba. Desde que existía la peseta. Manejando a lo Conde Duque de Olivares cuando éste firmaba “entregados a Luis de Góngora para que escriba en contra de Quevedo”. Es el nuevo Lute pepero forrado en su gabardina de Valentino. Osado, resilente y en ocasiones hasta desafiante. Combinando perfectamente corbata y la paradoja de la rebeldía antisistema que sólo se le concede al garrulismo de ultraizquierda. Don elegante hasta chorro y haciendo la peineta. Mientras son los ministros y ministras que están fuera los que se meten navajazos en las comisiones del Yak-42 como si el Congreso fuera un patio de presidiarios. Como Soraya y Cospedal lanzándose a los 62 héroes militares muertos, como si fueran machetes de reclusos amotinados.

El primer mensaje, suscitado por las preguntas de los periodistas, lo dirigió en 2015. En la salida de la cárcel al presidente del Gobierno: “Yo no tengo ningún mensaje para Rajoy: eso sí, he hecho caso a su consejo, y le doy las gracias: Luis ha sido fuerte de verdad”. Como un aviso condescendiente y fetén. Aterrador por dejar a Mariano para luego. Ahora Bárcenas es mucho más que un delincuente de guante blanco. Es una víctima propiciatoria de sus años de encierro, de las escaletas de la Sexta y Ferreras y de su propio partido. El ariete de un sistema de partidos políticos entre los que se encuentran UGT y CCOO y que llevan décadas financiándose ilegalmente. Superviviente de la secuencia casi filmográfica y fatal de los cuatro difuntos de Gürtel. De la demencia sobrevenida de Lapuerta. A mí Bárcenas me cae bien. Mientras Soraya regala cargos a dedo para los presidentes autonómicos con un 100% de deuda pública, a mí Bárcenas no me ha robado nada. Mientras el Gobierno protege a los Pujol con ostracismo. Mientras castiga a Oleguer con la retirada del pasaportín y nos baja a los españoles los pantalones hasta los tobillos, a mí Bárcenas no me ha robado nada.

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