Así ha perpetrado Sánchez su traición a la democracia

Pedro Sánchez

Cuando hace poco más de un año publiqué con La Esfera de los Libros La demolición. La gran traición de Sánchez a la democracia, hubo quien consideró que era exagerado utilizar el concepto “traición” para describir las decisiones políticas que Sánchez estaba tomando. Pero los hechos han venido a demostrar que, en todo caso, mi error fue no desarrollar las consecuencias, eso es que el traidor se había convertido ya en un peligro para la seguridad nacional.

Lo de Sánchez no es error, o torpeza, o sectarismo, o frivolidad, o ambición desmedida de poder…, aunque todas esas características de su personalidad estén presentes en cada una de sus decisiones. Lo de Sánchez obedece a una estrategia que tiene por objeto demoler el orden constitucional para mantener el poder, eludiendo todos los controles democráticos. Esa es la perspectiva desde la que se deben analizar las decisiones que Sánchez ha tomado desde que llegó al Gobierno a través de una Moción de Censura sustentada en un párrafo fraudulento alojado en una sentencia y que fue redactado por un juez colocado por el PSOE. Así, a través de un fraude de ley, llegó Sánchez al poder; y lo hizo persiguiendo un objetivo claro: acabar la faena iniciada por Zapatero de fragmentar a la sociedad española para provocar la liquidación del espíritu de la Transición y de la estructura constitucional, un momento luminoso e histórico que fuimos capaces de alumbrar y construir entre varias generaciones de españoles.

Sánchez ha trabajado desde el primer momento para liquidar la transición y con ella el orden constitucional. Por eso y para eso consagró todo su empeño a reforzar alianzas entre su partido y su gobierno con los enemigos jurados de la democracia. Fue por eso por lo que el Comité Federal de su propio partido –cuando aún existía en él vida democrática- lo expulsó del Congreso de los Diputados y de la Secretará General. Pero los dirigentes de entonces del PSOE cometieron el error de no expulsarlo del partido, no sé si por cobardía o porque no fueron conscientes de que las bases del PSOE se habían sectarizado tanto desde la etapa de Zapatero que ya en ese momento la doctrina triunfadora era demostrar el mayor odio hacia “la derecha”. Unas bases socialistas que odian más a la derecha democrática que a los testaferros de ETA le dieron el triunfo a Sánchez en aquellas primarias en las que su suegro le pagó la campaña para que siguiera insuflando el odio contra la mitad de los españoles mientras blanqueaba la imagen de los enemigos mortales de la España constitucional y democrática.

Con esa estrategia, con esos socios y con la falta de escrúpulos que le caracteriza, Sánchez utilizó una pandemia que se llevó por delante la vida de más de cien mil ciudadanos, nos encerró inconstitucionalmente durante meses, y fue sacando adelante decretos y leyes que han provocado, de facto, una serie de reformas constitucionales sin que los ciudadanos tuviéramos la oportunidad de pronunciarnos. Y así, tras más de dos años vaciando de contenido las instituciones que tienen por objeto ejercer un control de legalidad y/o político del Ejecutivo, es como hemos llegado a esto.

Pues no hemos de olvidar que desde el primer momento –primero para la moción de censura y después para mantenerse en el Gobierno– Sánchez eligió a los testaferros de ETA como socios preferentes del Gobierno de la Nación, aprobando con ellos las leyes más importantes, piropeándolos como “hombres de Estado”, calificándolos como “progresistas”… Y que nadie crea que Sánchez no es consciente de la perversión democrática y de las consecuencias que supone su complicidad con ese mundo, del efecto legitimador del terrorismo que provoca que millones de españoles vean a los albaceas de ETA codearse con el Gobierno de la nación y con el PSOE como si fueran un grupo político homologable con la democracia. Sánchez eligió bando para llegar al poder y para mantenerlo. Y sus actos -legitimar a ETA para lavar su propia imagen en la medida que son sus socios y deslegitimar el proceso constituyente y la transición- lo retratan como el gran traidor.

Y por su hubiera alguna duda de que todo lo que Sánchez hace responde a una estrategia destinada a demoler el Estado social y democrático de Derecho que proclama nuestra Constitución, en la última semana hemos podido confirmar que para este tipo no existen las líneas rojas, que él no tiene ningún límite -ni ético, ni político ni democrático- a la hora de tomar las decisiones que le permitan mantener su poder, el único objetivo de su miserable vida. En solo dos días, Sánchez ha metido a los enemigos de la democracia en una institución creada para defender a la democracia de sus enemigos y ha saludado efusivamente el voto positivo de Bildu utilizando el adjetivo “tranquilizador” cuando los testaferros de ETA le han perdonado la vida. ¿Se puede caer más bajo?

Los españoles debiéramos ser conscientes de que en este momento todos los países de nuestro entorno saben que el Gobierno de España no es un socio fiable, que con nuestro gobierno no se puede compartir ninguna información que afecte a la seguridad europea o internacional. Y a pesar de que en esas instancias internacionales las cosas se mueven con lentitud, no me extrañaría nada que los miembros de la OTAN establecieran cautelas antes de la próxima cumbre que habrá de celebrarse en Madrid.

Sánchez es un peligro para la seguridad y únicamente quien odie más a “la derecha” que a ETA y/o a los golpistas o quien quiera más a la sigla del partido que a su país puede negar una realidad tan contrastada como evidente. No espero que desde las filas del PSOE se rebele nadie ante tanta infamia y tanta traición, pues el corpus democrático de esa organización está muerto. La cuestión es qué podemos hacer el resto de españoles -incluidos muchos antiguos votantes del PSOE- para defendernos y proteger a nuestro país. Porque una vez consumada la traición del PSOE no es suficiente con que los socialistas pierdan las elecciones. Eso se lo tienen merecido por incompetentes, por soberbios, por ineptos, por llevar al país a la ruina, por deteriorar la convivencia entre españoles, por romper la cohesión, por profundizar en la desigualdad… Pero la traición democrática que han perpetrado les hace merecedores del mismo futuro que el de los socialistas franceses: desaparecer. Aunque nunca olvidaremos lo que nos hicieron, no les perdonaremos nunca.

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