Aranceles morales

Donald Trump

El proteccionismo, como política económica, fue desarrollada intelectualmente por el economista alemán Friedrich List, que ya en el siglo XIX proponía la instauración de aranceles para proteger el producto local frente a las importaciones foráneas y promover así el desarrollo nacional. Los ingleses también lo aplicaron durante dicho siglo e incluso Lincoln, en plena Guerra de Secesión, impuso una barrera arancelaria del 45% a las mercancías extranjeras. Hasta España planteó a fines de la centuria, y en sus territorios, un proteccionismo económico considerable, tendente a proteger los productos propiedad de la burguesía vasca y catalana. De facto, el independentismo catalán empezó a fraguar su radicalidad cuando los empresarios con negocios en ultramar acusaron al Estado de no defender sus intereses. Pero esa es otra historia.

La realidad que se nos viene ahora no es diferente de la que ha sucedido tantas veces en el pasado. El orden mundial que conocíamos y que ha durado desde 1989 hasta nuestros días, ha muerto. La historia no deja de moverse y avanzar, donde los cambios de ecosistema y predominio político y geoestratégico forman parte de ella, la mayoría, contra los criterios éticos y funcionales de una población que ejerce de comparsa ante la función que otros ejecutan delante de ella. En este nuevo orden, surge otro mandato de Trump, cuyos hechos siguen siendo analizados con la lupa del prejuicio y no del sosiego. Su idea de alejar a Rusia de China, objetivo estratégico mayor, viene acompañada de decisiones controvertidas que afecta a la economía de muchos países, entre ellas, la imposición de aranceles con el objetivo de equilibrar la balanza comercial del país que le votó.

Nadie con un mínimo de nociones económicas puede defender el proteccionismo, enemigo del mercado libre y obstáculo principal al desarrollo de las naciones. Lo que ha hecho Trump -lo que está haciendo desde que ganó la presidencia- es equilibrar un tablero que estaba descompensado hacia una Unión Europea que lleva años avisada de los tremendos aranceles que imponía a los productos norteamericanos, y la progresiva deriva hacia alianzas con China, a la que no pone traba alguna en la llegada de patentes y productos tecnológicos a Europa. La influencia de Huawei como punta de lanza del lobby chino en Bruselas alertó en Washington desde mucho antes que Trump ocupara la Casa Blanca. Ni siquiera es la primera vez, ni será la última, que Estados Unidos adopte esta política económica. Ya en 1929, tras el crack bursátil, promulgó, bajo mandato del también republicano Hoover, la Ley Smoot-Hawley, que impuso aranceles a más de veinte mil bienes, contrayendo el mercado y encareciendo determinados productos a los consumidores norteamericanos. Pero ayudó a equilibrar unas finanzas entonces necesitadas. Como ya le pasó a Reagan, a Trump le fiscalizan cada decisión, y la de subir los aranceles no estará entre las mejores que ha tomado para quienes defendemos la libertad económica. Pero él no se presentó para liderar los Estados Unidos de Europa.

Porque aquí, desde la prepotente e inane Europa, nos permitimos decirle al líder del mundo libre cómo debe gobernar su país. La misma Europa cuyos gobernantes, que controlan el cotarro desde la eurócrata Bruselas y a los que nadie ha elegido, empobrecen al continente con sus políticas woke, regulaciones y agenda verde contaminante (de conciencias y bolsillos). La misma Europa que lleva décadas obligando a Estados Unidos, arancel tras arancel, a pasar por el aro sin que nadie protestara, pone ahora el grito en el cielo porque va a sufrir lo mismo que llevan años sufriendo al otro lado del Atlántico. La historia demuestra que el verdadero progreso empieza cuando se eliminan los muros y barreras que lo frenan. Pero en ese socialismo state of mind que opera en Bruselas, la prioridad siempre fue controlar al ciudadano, sus necesidades y desesperanzas, su miedo y voluntad, previo empobrecimiento de su economía particular. El acuerdo ideal debe llevar a ambas partes a acabar con las prohibiciones anticompetitivas diseñadas por sus respectivos burócratas intervencionistas. Y desde Europa, seguir a Trump en esa política antiwoke que quiere devolver a Occidente el liderazgo moral que siempre tuvo y que la izquierda en el mundo ha puesto en peligro.f Bienvenidos al libre comercio.

Coda: Mientras se escribe este artículo, más de cien mil olivos están siendo arrancados en la provincia de Jaén para sustituirlos por placas solares, gracias a esa agenda verde europea que supone la defunción de nuestro sector primario. Los aranceles de Trump al vino y aceite españoles no perjudicarán más que las medidas ecoabsurdas de los burócratas de la Unión. Pero de esto no hablan los que van dando lecciones de democracia al servicio de las autocracias del mundo.

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