Algunas luces y muchas sombras de una solución de compromiso
Tras 25 años de tiranía lingüística en las aulas, cualquier paso que vaya en la dirección de desmantelar el modelo de inmersión lingüística obligatoria es una excelente noticia. El acuerdo suscrito entre PP y Vox que desarrolla con mayor concreción el acuerdo 54 firmado hace tres meses por ambos partidos para permitir un Govern en solitario de Marga Prohens va en la buena dirección, acelera los plazos y supone un avance en toda regla al haber conseguido vencer la renuencia del Partido Popular que apenas se había comprometido a tocar el actual modelo antes de los comicios autonómicos en cuya campaña Prohens obvió cualquier referencia a la espinosa cuestión.
Dicho esto, el acuerdo peca de timorato ya que apenas se compromete a aplicar parte de lo que ya dice la Ley de Normalización Lingüística como la libre elección en el segundo ciclo de Educación Infantil y primer ciclo de Educación Primaria, una norma intocable para las huestes del Partido Popular y demás amantes del consenso lingüístico que, sin embargo, llevaba 37 años incumpliéndose.
En el acuerdo ni siquiera se incluye la libre elección para el primer ciclo de Infantil en que no hay asignaturas, probablemente para no enfadar a la autollamada «comunidad educativa» que ayer pretendía, en su ensoñación de creerse poco menos que los dueños del cotarro educativo, convertirse en un interlocutor más a la altura de los representantes elegidos por el pueblo balear. Esperemos que esta autollamada «comunidad educativa», que este viernes se hizo la ofendidita al marcharse «engañada» del Consolat de Mar donde habían acudido para torpedear el acuerdo, reflexione sobre su poder real y sepa jugar, como servidores sufragados con dinero público que son al fin y al cabo, el papel que les corresponde en un Estado de Derecho, evitando poner palos en las ruedas a una decisión respaldada por la mayoría de representantes del parlamento balear. Lo llaman democracia, en Madrid y… aquí.
En lo que atañe a la libre elección de lengua de las asignaturas principales o troncales no lingüísticas prevista para el resto de Primaria y Educación Secundaria Obligatoria, resulta frustrante que el Govern sólo se plantee su desarrollo si los centros así lo quieren al socaire de un plan piloto voluntario. Entendíamos que, tras haber renunciado a establecer dos líneas puras (todo en catalán o todo en castellano) como exigía inicialmente Vox, la estrategia de elegir sólo el paquete de asignaturas principales, planteando además esta opcionalidad como un desdoblamiento por horas sin que se rompiera el grupo-clase, era un peaje más que suficiente para no enojar a los alarmistas que venían clamando contra el horror de la «segregación lingüística». No ha sido así.
Para acallar unas previsibles críticas que probablemente no arreciarán haga lo que haga, el conseller Toni Vera ha decidido pagar por su cuenta y riesgo otro peaje más al negarse a obligar a todos los centros a poner en marcha, con todos los medios y recursos que sean necesarios, la libertad de elegir las asignaturas troncales, lo que levanta dudas acerca de quién va a decidir finalmente si un centro educativo ofrece o no la libertad de elegir, si será el director del centro, el claustro, el consejo escolar o las familias. Sólo cabe recordar una cosa: ahora mismo son los directores de cada centro público quienes aprueban, a propuesta del consejo escolar, el proyecto lingüístico de centro, con los resultados sabidos y conocidos: inmersión en catalán en prácticamente el 100% de los centros.
Sería imperdonable que por prudencia y pusilanimidad, por no tomar una decisión clara y diáfana al respecto, la posibilidad de la libre elección en un centro quedara a expensas de la voluntad decidida de algunas familias a quienes probablemente se enfrentarían otras reacias a cambiar el actual modelo lingüístico. Una confrontación entre familias por esta cuestión sería lo peor que podría ocurrir, avivando un conflicto larvado que Vera y el PP han tratado en todo momento de evitar. No ejercer el poder y la autoridad cuando se debe entraña a menudo riesgos aun peores que los derivados de no hacerlo.