8M: el día de la ministra

8M: el día de la ministra

Los socialistas españoles no se pueden quejar, y menos que ninguno la ex vicepresidenta Carmen Calvo. Ella, con su habitual falta de pudor y modestia, ya hizo enormes esfuerzos y ostensibles demostraciones para apropiarse del feminismo. Conociendo al personaje a nadie le extrañó, ya que para caer en tamaño despropósito no utilizó la impostura intelectual, dada la escasez de esta última, y le sobró con su insolencia y desvergüenza.

Así que quienes cayeron en el absurdo disparate de apropiarse del azul del cielo no tienen otra que aguantar que otra señora, más atrevida y malintencionada, aunque con una pseudointeligencia menos estrafalaria, haya decidido que el feminismo es suyo… y de quien ella diga. Ya desde su categoría de dueña lo ha redefinido y resituado. Y ha decidido que el movimiento de lucha para acabar con la discriminación y conseguir el reconocimiento pleno de derechos, y en especial la equiparación en derechos de la mujer trabajadora, no fue ni es un reto encomiable que había y hay que enfrentar, ya que en realidad no forma parte del auténtico feminismo 5G.

Pero como decía, las primeras iniciativas en la apropiación del movimiento feminista fueron de la izquierda internacional, y claro a esa tarea se entregó en cuerpo y alma el sectario socialismo carpetovetónico. Si ese protagonismo hubiera sido encaminado a emprender y/o continuar el camino en la dirección correcta -ayuda a la maternidad, reducción de la brecha salarial, educación global y formación, incentivos empresariales…- todos, y en especial las mujeres, lo hubiésemos celebrado.

Sin embargo, a estas alturas, ya nos han dejado muchas muestras de que su feminismo es, sobre todo, ideológico y radical; y que no importa que las iniciativas sean inútiles, cuando no absurdas o antijurídicas -inconstitucionales leyes de género, entronización de un estúpido lenguaje inclusivo, etc.-, ya que lo importante es impregnarlas con una capa de propagandismo anticapitalista, antiliberal y, porque no, también antiespañol.

Ese feminismo ideológico ya ha expulsado del movimiento feminista oficial a las mujeres liberales, o que no sean de la izquierda militante. Da igual lo que hayan hecho o estén haciendo, muchas veces con admirables ejemplos personales, para cambiar situaciones injustas y discriminatorias. Conquistar metas, conseguir cargos institucionales, o alcanzar merecidos reconocimientos profesionales, intelectuales o artísticos, son logros reivindicables para ese feminismo progresista solamente si los protagonizan sus mujeres.

Pues bien, “quien a hierro mata…”; ahora no deberían sorprenderse de que la ministra Irene Montero, que es quien por lógico ejercicio de su cargo más pinta en estas reivindicaciones feministas, les haya sacado de la foto y considere que los retos del feminismo son el ecologismo, el cínico no a la guerra, la negación del género biológico y el reconocimiento de supuestos derechos -que muchas veces les son antinaturales- a colectivos con variadas orientaciones y opciones sexuales, pero eso sí, siempre radicales de izquierda.

En contraposición, las dedicadas trabajadoras de nuestro país, que en las oficinas, las fábricas, el campo, los hospitales, los colegios, los hogares, o dónde sea que desarrollan su vida profesional y ayudan a sacar adelante a sus familias, reivindican el auténtico feminismo, y no ese ideológico y estrambótico de nuestras ministras.

Una amiga que ocupa un relevante puesto en la dirección de una importante empresa española, que organiza de manera laboriosa y eficiente la vida familiar, y que además cuida amorosamente de su anciana madre, se lamentaba, con una castiza expresión, de que en el día 8 de marzo se arrogue el protagonismo una desvergonzada jovencita, con escasa formación y experiencia, que primero ha sido diputada y después ministra por el único mérito de que su expareja era el líder de su partido político y vicepresidente del Gobierno: «¡Manda huevos!».

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