2021: estancamiento o recuperación

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Vaya por delante mis mejores deseos de un feliz año nuevo para todos los lectores. Sumidos todavía en el desconcierto por estar viviendo una pesadilla -la de la pandemia- junto con una mala gestión por parte de casi todos los gobiernos en el mundo, especialmente mala en el caso español, nos enfrentamos a este nuevo año con la incertidumbre enroscada en nuestro día a día, pues no sabemos cómo va a ser este 2021 que hoy comienza.

En el contexto económico nacional e internacional, no podemos decir que se muestre un horizonte nítido, lleno de certidumbre, porque, por un lado, contamos con indicadores que evolucionan de diferente manera, contradictoriamente, que no permiten trazar un perfil claro sobre la evolución económica. Adicionalmente, hay un conjunto amplio de variables, como el impacto de la nueva política económica de Estados Unidos, donde predominará el incremento de impuestos y no sabemos hasta qué punto el mantenimiento de una política proteccionista, como la de la administración actual; la distribución de la vacuna y la inmunización de la población que permita recuperar la normalidad absoluta, sin adjetivos, en el día a día; y la propia reacción de la sociedad una vez se minimice el riesgo de las consecuencias de los contagios, pues habrá que ver si el pánico de estos meses no mantiene algún tipo de recuerdo en el ánimo de los ciudadanos en el futuro de cara a su comportamiento. Junto a ello, veremos si se consolidan o no algunos cambios en las relaciones laborales que podrían hacerse estructurales, como una menor interacción presencial, con la derivada económica que puede tener. Es verdad que el episodio del Brexit parece haberse cerrado positivamente, pero, en cualquier caso, el resto de elementos citados permanecen.

Todo ese conjunto de datos dibuja un escenario económico internacional (y, por su impacto en cada economía, también nacional) muy incierto y preocupante. Podemos estar en los umbrales de la recuperación o, simplemente, en una tibia corrección que nos deje una década de estancamiento, más en el caso de unos países que en el de otros.

En este sentido, la fuerte caída del PIB y una recuperación más tenue nos lleva a que los niveles previos a la crisis tardarán en recuperarse, aunque el comportamiento será divergente. De esa manera, según BBVA Research, Estados Unidos contará con una recuperación más rápida de lo esperado, donde puede moverse en una caída del 4,6% en 2020 en lugar de su estimación previa del 5,1%, creciendo también más en 2021, un 3,8% frente al 3,5% previsto anteriormente. Sin embargo, siendo una de las economías occidentales que mejor comportamiento habrá tenido en esta crisis, no recuperará los niveles precrisis hasta 2022.

Lo mismo sucederá con la eurozona, donde tendrá una menor caída que la prevista anteriormente, con un descenso del PIB en 2020 del 8%, pero que se atascará en la recuperación, ya que el BBVA estima un menor crecimiento de la economía en 2021 que en su anterior previsión, cifrándola en el 5,2%.

China, por su parte, crecerá positivamente en 2020, un 2,2% según BBVA, para crecer un 7,5% en 2021, debido a que la enfermedad apareció antes allí y a que en los países orientales han tenido una segunda ola muy tenue o ha sido inexistente.

¿Y España? Nuestro país parte de una posición mucho más frágil, ya que la dureza de las medidas aplicadas ha sido extrema, sin que con ello se haya conseguido mejorar en los datos sanitarios respecto a otros países que han sabido mantenerse en mejor nivel tanto en el plano económico como en el sanitario. A la espera de que la vacunación trace un escenario general mejor y más tranquilizador, la situación económica ya es dramática: casi un millón de personas ha perdido su empleo en el sector privado en el último año, 750.000 sigue en un ERTE sin saber si no acabará en el paro, y por lo menos otro millón ve peligrar su puesto de trabajo porque la inseguridad y nuevas y cambiantes restricciones que habrá llevado a la quiebra a muchas pequeñas empresas que reabrieron.

Ante esto, el mayor problema que tiene la economía española no es otro que la ausencia de medidas estructurales. Con ser importante la caída económica de este año, lo más grave, siéndolo, no es eso, sino la capacidad, como digo, de recuperación de la economía. Y aquí está el principal problema que tiene nuestra economía: la política económica del actual Gobierno, basada en unas recetas fracasadas, donde el gasto sube más del 50%, incluso aceptando el 25% si se eliminan los fondos europeos del cálculo (que serán cubiertos con ingresos procedentes de la UE), pero, en cualquier caso, una barbaridad; donde los ingresos se pintan sobre premisas falsas, tras la confiscatoriedad que arruinará a familias y expulsará inversiones; y con unas previsiones macroeconómicas que no se corresponden con la realidad y con el consenso.

Todo ello, nos endeudará estructuralmente por niveles superiores al 120% de la deuda, sin que se vislumbre una futura reducción de la misma, pues la política económica del Gobierno, de elevado gasto, lo impide, con los desequilibrios estructurales que ello supone y que pueden tener graves consecuencias en el medio y largo plazo para la economía española.

Paralelamente, durante estos meses se ha perdido un tiempo precioso para realizar reformas estructurales en lugar de quedarse en la superficie de la publicidad de los acuerdos adoptados.

Adicionalmente, y fruto de la destrucción intensa de tejido empresarial y empleo habida este año, habrá un núcleo importante de población, la ligada al sector hostelero, turístico, de ocio y, en cierto modo, también comercial y de transporte, que se habrá empobrecido, perdiendo capacidad de consumo y ahorro, que dificultará la inversión de nuevos proyectos empresariales.

Junto a ello, influirá también mucho el cómo reaccione la población tras la superación de la pandemia. Es cierto que macroeconómicamente hay liquidez -sostenida por el Banco Central Europeo- esperando oportunidades. También lo es que hay un ánimo por recuperar la vida anterior al virus, pero el miedo instalado por la mala gestión de la pandemia puede hacer retraer el consumo y retrasar la recuperación de las ramas de actividad más sociales, entre ellas, la hostelería y el turismo. El cómo vayan a volver a confiar en nuestro país los turistas extranjeros es clave para saber cómo vamos a recuperarnos. Adicionalmente, habrá que ver cómo se comporta el turismo de negocios, pues las nuevas formas de comunicación pueden suponer un quebranto importante para nuestro país.

Todo ello, dibuja un escenario económico incierto. Ojalá se pueda conformar una recuperación ágil y sólida, pero, para ello, hay que trabajar en una serie de reformas estructurales que allanen el camino para lograr dicho objetivo, además de no subir impuestos y evitar que las inversiones se ahuyenten, con lo que, adicionalmente, habría que generar certidumbre y seguridad jurídica, elementos que tampoco se encuentran ahora en su mejor momento en España. Por tanto, se trata de corregir esos desequilibrios y no de lanzar las campanas al vuelo, porque, si no, la recuperación puede ser más lenta y débil. Sin embargo, con la publicación en el BOE de los PGE todo parece ir en la dirección equivocada.

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