La lección aprendida de una ácida crisis

La lección aprendida de una ácida crisis
Crisis económica

¡España va bien!, nos sueltan en plan triunfalista. Y uno, cada vez más escéptico a carta cabal, pone cara de póquer. Como siempre, una cosa son los mensajes indudablemente electoralistas para que vayan calando en el ánimo de la gente y en su intención de voto y otra, absolutamente distinta, cuando no contradictoria, es la realidad de nuestras vidas. España, quizás, pueda ir más o menos bien, cosa que dudamos, empero a los españoles no les van las cosas tan bien cuando el 48% tiene los ingresos “justitos” para llegar a fin de mes y un 15% tiene que recurrir a sus ahorros, o a endeudarse, para pagar sus gastos mensuales. Y un 35% de los españoles admite que ahorra un poco. Entre éstos están aquellos que en su hogar ingresan más de 2.500 euros mensuales.

Por eso, tiene mucho mérito que la financiación de nuestras familias haya disminuido al concluir 2018 a 704.000 millones de euros, equivalentes al 58% del producto interior bruto, cuando en 2008 era de 913.000 millones (82% del PIB). Quiere eso decir que las familias han hecho un esfuerzo casi sobrehumano, considerando los ingresos por hogar que en 2016 –último dato conocido hasta la fecha– sumaban 27.558 euros anuales para rebajar 209.000 millones de euros en su deuda durante los últimos diez años. Sin duda, en esa tarea titánica de las familias españoles confluyen distintas causas.

Una cosa es el mensaje electoralista de que todo va bien y, otra cosa diferente, la realidad de nuestras vidas.

Una de ellas, seguramente la principal, es que la ácida experiencia de la crisis y la algarabía de la deuda con sus deprimentes secuelas y el azote hipotecario mesuró muy adecuadamente las apetencias del endeudamiento. La otra, qué al cortarse rigurosamente el grifo de una fácil financiación bancaria para las familias, éstas obraron en consecuencia apretándose el cinturón. También, que buena parte del posible ahorro familiar se destinó a rebajar deudas. E indudablemente, que el consumo se ha racionado y el objetivo de reducir cargas financieras ha prevalecido en el ánimo familiar. Sea como fuere, lo trascendental es la lección que las familias españolas dan al ser capaces de reducir su deuda en esos 10 años en un 23%. A eso, se le llama cordura y tino.

España no va tan bien cuando el 48% de los españoles no tiene lo ingresos suficientes para llegar a fin de mes.

Por lo que respecta a la financiación a las sociedades no financieras, esto es, a las empresas societarias no financieras, al cierre de 2018 ascendía a 881.000 millones de euros, equivalentes al 73% del PIB de 2018. El mérito del desapalancamiento empresarial es de récord Guinness, porque en 2008 suponía, con 1.261.000 millones de euros, el 113% del PIB. Por tanto, nuestras sociedades no financieras han obrado el pequeño milagro de rebajar su deuda en 380.000 millones de euros, lo que equivale a una aminoración del 30% en su apalancamiento.

Las familias reducen su deuda un 23% mientras el Estado la aumenta en un millón de euros

Es indiscutible que una de las causas que explica esa braveza sea el recorte de la financiación bancaria, al igual que en el caso de las familias, aunque más agudizado en clave empresarial. Sin embargo, el denuedo empresarial por disminuir su elevado endeudamiento reforzando su financiación a través de recursos propios, ha resultado fundamental. Los frenos en las alegrías inversoras y los reajustes en los gastos de las cuentas de pérdidas y ganancias han sido decisivos igualmente en esa cruzada en pos de cercenar deudas.

Así, pues, en suma, entre empresas y familias la deuda total se ha rebajado desde 2008 a 2018 en 588.000 millones de euros. En cambio, un pequeño y aberrante detalle: entre 2008 a 2018, la deuda total de nuestras Administraciones Públicas ha aumentado en 1.052.000 millones de euros. ¿Qué es lo que no funciona en España? ¿Dónde está nuestro pozo sin fondo?

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