No es no

No es no

Las mujeres de este país salen a la calle para protestar contra el pacto de la vergüenza en Andalucía” es el titular preferido con el que los principales medios de comunicación de este país siguen abriendo sus espacios desde que Ciudadanos, el Partido Popular y VOX firmaron la investidura de Juan Manuel Moreno Bonilla en la región para superar 36 años de socialismo. Y lo cierto es que los 23 millones de mujeres trabajadoras que pelean diariamente por su dignidad, oportunidad y su libertad personal se parecen más un mandril de culo rojo que a cualquiera de las líderes políticas o sindicalistas de las asociaciones feministas convocadas por el PSOE para rodear el Parlamento andaluz por orden de Susana Díaz y que, según el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía (BOJA), han trincado 750 millones de euros en subvenciones directas durante tres años y medio de legislatura.

Las mujeres no sólo aceptamos el maltrato cuando aceptamos el insulto o la mano dejada caer, también consentimos que nos maltraten y nos insulten cuando aceptamos que nos representen las inventoras de la sociedad patriarcal, la falodemocracia, el falocentrísmo, y todo ese repertorio de palabros y la ridícula feminización de cada profesión y adjetivo calificativo. Nuestra máxima responsabilidad es la de apartarnos y rechazar todas esas sociedades instrumentales del PSOE, Podemos e IU, que están haciendo el trabajo para el que fueron diseñadas y regadas con dinero público: lograr que todas nosotras seamos su artilugio proletario para alcanzar, perpetuar o tratar de subvertir el poder.

Ninguna de las batallas libradas por esas que, durante esta semana y durante los próximos meses saldrán a la calle, son relativas al progreso de una sociedad abierta. Su objetivo fundamental ha sido –y es– el de cocinar y homogeneizar al hombre y a la mujer dentro de un todo conceptual como “el terrorismo machista” que denuncian. Ese producto fabricado por la misma batasunada andaluza que el día de la investidura de Moreno Bonilla se negó a aplaudir al concejal del PP Jiménez Becerril y a su mujer, asesinados por ETA. Las mujeres tenemos que condenar a estas sujetas porque con nosotras aplican exactamente la misma pericia letal del agresor con el disfraz legitimador de la justicia social y la brigada antimaltrato. Sucede cuando nos llaman “alienada” en un debate televisivo o cuando nos tratan como algún agente proto-ruso de las fake news cada vez que les rebatimos con datos. Las mujeres tenemos el deber de rechazar el nuevo “machorro” beligerante y paranoico que percibe el talento y la libertad individual de todas nosotras como una amenaza que cobra cuerpo al desarrollarse fuera de la cocina.

No es no también cuando, a las que sacamos a nuestros hijos adelante con dos ovarios, intenta representarnos una sumisa como Irene Montero que ha aceptado sin el menor reproche que su marido presuma de pichabravismo públicamente al decir que “le ponen las pijas de derechas que van a misa”, o al asegurar en entrevistas “que los hombres feministas follan mejor” para conservar su escaño de contrabarrera o su chalet de La Navata. No es no cuando las Ritas Maestres, Bibianas Aídos, y Carmenes Calvos, mujeres que habría que borrar del historial de damas heroínas de la historia por ridiculizarnos con su chantaje, victimismo y sus cuotas. No es no, y así lo reitero, porque pretenden influir en la legislación para machacarnos a hombres y mujeres no militantes ante la impasibilidad política de los partidos que, ante el atropello antidemocrático repiten con pánico en los Comités Ejecutivos y en los cenáculos que atacan a las leyes de género y a las asociaciones feministas quita voto. Entretanto, las que no vivimos del cuento, seguiremos denunciando que estas mercantilistas no nos liberan de los yugos del pasado, sino que los relevan con una capacidad político-coactiva sin límite.

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