Felipe VI y los del garrote

Felipe VI y los del garrote

No caigamos en la trampa. No estamos ante un debate entre monarquía o república, entre apoyo o rechazo a los Borbones, entre aplauso o repudio a un Rey por su discurso y posición en el marco del golpe del 1-O. En realidad, es el eterno choque entre civilización o barbarie, el decoro o la grosería, el paficismo o la violencia. La naturaleza de la discusión en torno al boicot a Felipe VI en el marco del Mobile es prepolítica y primitiva en su esencia.

No hay manera. Las hostilidades desencadenadas en el contexto de una feria de magnitud estratosférica que debería ser motivo de orgullo y celebración nacional vuelven a reflejar que hay quienes confunden el derecho a la libertad de expresión, de crítica, de manifestación… con lanzar furibundamente vallas contra los agentes de la seguridad y agredirles hasta dejarles heridos, o peor. Así, la actitud de quienes enfundados en los colores y los vértices de la estelada se emplean a fondo para atacar a los mossos no es muy distinta de la de los hooligans del Spartak de Moscú o los salvajes de Herri Norte que la semana pasaba disparaban toda su artillería contra los ertzainas.

Nada tiene que ver con la independencia de Cataluña ni con la propagación de reivindicaciones soberanistas que un grupo de energúmenos quebrante la ley, que se eche a la calle para alborotar y destilar odio y vender sectarismo, que exhiba impúdicamente su voluntad de aniquilar al otro. Pero lo más inquietante de fenómenos de esta índole es la postura de quienes con su mano mecen la cuna, de quienes con su bilis crean un caldo de cultivo en el que se desarrollan y crecen encontrando el mejor fermento aquellos que poco o nada creen en la concordia, el diálogo, el entendimiento o algo mucho más básico y anterior: la tolerancia, que es en el fondo la esencia de la democracia. Y quienes están detrás son los que promueven plantones desde las instituciones demostrando escasa talla y menor talante; quienes pretextan que darle la mano al jefe del Estado es un acto de vasallaje o de pleitesía ¡Qué disparate!

Los heridos o detenidos en cada una de las tentativas de acoso y derribo contra la Corona no se entienden sin el garrote que ininterrumpidamente enseñan y usan Colau o Torrent o Puigdemont contra España y sus símbolos; porque ése al final es el mecanismo que activa las incívicas demostraciones y las algaradas nihilistas que ensucian el asfalto y la reputación que les pueda quedar a quienes las orquestan. No es de recibo que todo un alcalde de Barcelona —alcaldesa en este caso— se ufane de abroncar al Rey acusándole de ser poco conciliador y poco empático. Porque no sólo significa eso entrar en el carril del seguidismo ciego a quienes se han precipitado en la senda de la sedición o han coqueteado con ella. Sino porque significa faltar a la verdad en relación a la cabeza del Estado, que no puede hacer otra cosa que defender el Estatuto y la Constitución. Opongamos, frente a la propaganda falaz del «free political prisioners”, la más auténtica del “FREE sectarian politicians”.

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