Un país sin memoria, un país sin futuro

Un país sin memoria, un país sin futuro

Este pasado miércoles fue un día triste para la democracia. La presidenta del Parlament de Cataluña, que supuestamente nos representa a todos los catalanes, decidió recibir oficialmente y con todos los honores a Arnaldo Otegi en la Cámara tratándole como si fuera un político más. Los que concebimos esta institución como algo que es de todos, nos sentimos desamparados e impotentes al comprobar que desde el Parlament se contribuía a la causa de Otegi, a sus intereses electorales y a lavar su imagen y su pasado. Otegi, por mucho que se esfuercen algunos, no es un político más; es una persona condenada por secuestro y pertenencia a banda armada que jamás ha condenado los centenares de asesinatos cometidos por ETA en toda España incluidas las decenas en Cataluña. Otegi es una persona capaz de reconocer públicamente que no apuesta por la violencia de ETA porque no es una buena estrategia para conseguir sus fines —como si el terrorismo no fuera algo deleznable o inmoral en sí mismo.

En lo últimos años, en España se producen cosas que serían impensables en países de nuestro entorno y eso nos debería hacer reflexionar. ¿Se imaginan que en otros lugares que han sufrido el terrorismo —Francia, EEUU o Inglaterra— una persona con el historial de Otegi sea recibida en las instituciones como un hombre de paz? Un país puede perder muchas cosas pero no puede perder la memoria porque un país que pierde la memoria está perdido para siempre. ¿No nos acordamos de que durante muchos años el terrorismo fue una de las principales preocupaciones de los españoles? ¿No nos acordamos de cuando España se unió en una piña pidiendo la liberación de Miguel Ángel Blanco? ¿No nos acordamos de las casi mil víctimas de ETA? Nosotros, junto con muchos españoles, sí nos acordamos y no nos cansaremos de reivindicar el reconocimiento, la memoria, la justicia y la dignidad para todas ellas.

Como dijo Mari Mar Blanco, con ese soplo de valentía que le llevaba a sentarse en el Parlament con nosotros a escasos metros de Arnaldo Otegi, la voz de las víctimas debe servir para recordarnos que la memoria, la dignidad y la justicia deben ser principios básicos de una sociedad democrática. ETA perdió la batalla de la violencia y ahora quiere ganar la batalla del relato y es aquí donde una sociedad democrática como la nuestra no puede flaquear. Otegi vino al Parlament el miércoles no solo para intentar lavar su imagen, sino para reescribir la historia e imponer un nuevo relato según el cual lo que hubo en España durante décadas fue una lucha política, dos bandos y víctimas en ambos lados.

Pero la verdad es que nunca hubo bandos ni conflicto político. Hubo víctimas y verdugos; verdugos que generaron dolor y terror a toda la sociedad española durante décadas. No se puede hablar de paz porque jamás hubo ninguna guerra, sino asesinos matando a ciudadanos. No se puede hablar, como hace Pablo Iglesias, de presos políticos en España, porque aquí no hay presos políticos como en Venezuela, sino condenados por pertenencia a banda armada. No permitamos que algunos impongan el relato; que ganen la batalla cultural y mediática para reescribir la historia. Recuperemos nuestra memoria para no perder nuestro futuro.

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