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Los zoólogos no dan crédito: los koalas poseen huellas dactilares casi iguales a las humanas, y no saben por qué

Koala, animales, ciencia
Koala. Imagen: Till Niermann.
  • Sofía Narváez
  • Periodista multimedia graduada en la Universidad Francisco de Vitoria, con un Máster en Multiplataforma por la Universidad Loyola. Editora en Lisa News con experiencia en CNN y ABC.

La naturaleza nunca deja de sorprender. Entre pequeñas aves que reaparecen cuando se creían extintas, hasta reptiles que almacenan información en sus escamas, cada animal es clave en la biodiversidad. Pero hay descubrimientos que, pese a ser analizados al detalle, siguen dejando más preguntas que respuestas.

Este es el caso del Phascolarctos cinereus, más conocido como el koala. Según recoge el estudio The developmental basis of fingerprint pattern formation and variation, publicado en Cell, las huellas dactilares de los koalas son tan parecidas a las humanas que ni siquiera bajo el microscopio es fácil distinguirlas.

Las huellas dactilares de los koalas desconciertan a los expertos

En esta ocasión, los investigadores encontraron un patrón que parecía mentira: las crestas epidérmicas en las extremidades de los koalas (esas líneas minúsculas que forman espirales, bucles y arcos) replican con una precisión casi perfecta a las humanas.

La semejanza no es sólo superficial; a nivel celular, el desarrollo de las huellas sigue un camino muy parecido en ambas especies. Pero hay una diferencia clave: en los koalas, ese proceso se detiene antes, mientras que en los humanos sigue evolucionando hacia estructuras más complejas.

El equipo, liderado por científicos del Francis Crick Institute, encontró que estas huellas no son cicatrices del uso ni fruto del roce con las ramas. Son estructuras planificadas, con un origen muy concreto: un programa de desarrollo epitelial que recuerda al de los folículos pilosos.

Así descubrieron que las huellas dactilares de los koalas tienen un patrón definido

El estudio se centró en el análisis del desarrollo de la piel en las palmas y yemas de los dedos. Lo primero que comprobaron fue que las crestas no surgen por presión o movimiento, como podría pensarse. Aparecen como ondas organizadas, definidas por señales moleculares que se repiten en patrones casi matemáticos.

Lo que marca la diferencia entre una espiral, un bucle o un arco no es la genética en sí, sino los puntos del dedo donde se inicia el patrón y cómo se propagan esas ondas.

Este sistema está basado en un modelo llamado de «reacción-difusión», una especie de danza química entre activadores e inhibidores. En este caso, las señales WNT, EDAR y BMP, que trabajan en equilibrio para decidir dónde crecerá una cresta y dónde no.

Cuando los investigadores manipularon estos caminos moleculares en modelos de laboratorio, pudieron alterar el grosor y la distancia entre las líneas. Incluso llegaron a generar patrones distintos, similares a manchas en vez de franjas, algo que recuerda a otros animales con piel marcada.

Por otro lado, los koalas también presentan una capa de células epiteliales con alta actividad proliferativa en zonas concretas, justo donde aparecen las huellas. Esa actividad está guiada por el gen LEF1 y por la expresión del receptor EDAR.

Por qué los koalas tienen huellas dactilares tan parecidas a las humanas

La pregunta que se hacen los investigadores sigue siendo por qué los koalas son los que presentan esta peculiaridad. No manipulan objetos muy complejos, pero sí necesitan adherencia para agarrarse a los troncos, y ahí podría estar parte de la explicación.

Las huellas aumentan la fricción y mejoran el agarre. Es posible que, en su caso, la presión evolutiva para trepar activara un mecanismo similar al nuestro. Pero eso, por ahora, es sólo una suposición.

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