¿Cuál es el primer barrio de Madrid?
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Madrid no siempre ha sido la gran capital de avenidas anchas y barrios infinitos que conocemos ahora. Antes de que existiera la Gran Vía, o de que la Puerta del Sol se convirtiera en el centro neurálgico de la ciudad, todo era mucho más reducido. Apenas un núcleo amurallado, con casas bajas, calles estrechas, cuestas empedradas y un Alcázar que dominaba la colina. Ese pequeño mundo es lo que hoy llamamos barrio de Palacio, el primer barrio de Madrid del que ahora te contamos todo.
Quien pasea por allí lo nota enseguida: la historia está en cada rincón. El incendio del Alcázar en 1734 lo cambió todo, porque de aquellas ruinas nació el Palacio Real que hoy vemos. Después llegaron la plaza de Oriente, los jardines, la Catedral de la Almudena. Y, ya en pleno siglo XX, la Gran Vía irrumpió con fuerza, alterando el trazado y derribando parte de lo antiguo. Todo ese conjunto, lo viejo y lo nuevo, hace que Palacio sea considerado el primer barrio de Madrid. En sus calles coinciden turistas con cámaras y vecinos de toda la vida, estudiantes camino de clase al colegio de San Ildefonso, el primer colegio de Madrid y mayores que descansan al sol en la plaza de Ópera. Pero Palacio no es sólo piedra y monumentos. Es también ruido de mercado, olor a café, conversaciones en las terrazas y el murmullo constante de una ciudad que nunca ha dejado de crecer.
Cuántas personas viven
Pensar en Palacio es pensar en turistas, en visitas guiadas o en colas frente al Palacio Real. Pero no hay que olvidar que aquí también viven miles de personas. Según datos de Idealista, el barrio cuenta con 23.466 residentes, una cifra que incluso ha aumentado en los últimos diez años, con un crecimiento del 4,7 %. La mayoría son adultos de entre 36 y 49 años, es decir, población en plena actividad laboral y con familias que buscan el privilegio de estar en pleno centro.
Ese dato demuestra algo importante: Palacio es el primer barrio de Madrid, uno de los de mayor encanto, pero también sigue siendo un barrio de toda la vida. Los vecinos compran en el mercado de San Miguel, charlan con los tenderos de la calle Mayor, acompañan a sus hijos al colegio y ocupan las terrazas al caer la tarde. A todo esto se suma la vida cultural que bulle alrededor: cines, teatros, tabernas centenarias y bares modernos que conviven en apenas unas manzanas.
Si miramos la historia, la continuidad es clara. En la Edad Media fueron artesanos, comerciantes y cortesanos quienes dieron vida a las calles. Después llegaron familias burguesas, funcionarios de la corte y, más tarde, madrileños que buscaban un lugar céntrico bien comunicado. Hoy la mezcla sigue siendo la misma, aunque más global: estudiantes Erasmus, parejas o amigos que comparten piso, jubilados que llevan toda la vida viviendo en el barrio y profesionales extranjeros que se instalan por trabajo. Esa diversidad es parte de la esencia de Palacio. Un barrio antiguo sí, pero en constante evolución.
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Por qué calles está compuesto
El barrio de Palacio ocupa un área privilegiada en el corazón de Madrid. Sus límites se dibujan entre la calle Mayor y la Cuesta de San Vicente, y entre la Gran Vía y el río Manzanares. Dentro de ese cuadrante encontramos lugares tan representativos como la plaza de Oriente, la catedral de la Almudena, la plaza de Isabel II (Ópera), el Campo del Moro o parte de la plaza Mayor.
Las calles que lo recorren conservan mucho del trazado medieval. Son irregulares, estrechas, llenas de recovecos que sorprenden al doblar la esquina. La calle Bailén une el Palacio Real con la catedral y llega hasta la plaza de España. La calle Segovia baja hacia el Manzanares con ese aire antiguo que recuerda a los barrios de artesanos. La calle Arenal, siempre llena de vida, conecta Ópera con la Puerta del Sol y sigue siendo una de las vías más transitadas. Y la calle Mayor, eje comercial desde hace siglos, atraviesa buena parte del centro manteniendo el bullicio de antaño.
Cada rincón cuenta una historia. La plaza de Oriente, diseñada en el siglo XIX, se pensó para dar un marco monumental al Palacio Real, con jardines y estatuas de reyes que aún hoy presiden el espacio. La Cuesta de San Vicente fue durante siglos una salida hacia el norte, camino de Castilla. En el Campo del Moro, los jardines guardan la memoria de paseos regios. Y la plaza de Isabel II, con el Teatro Real, recuerda la importancia de la cultura en este barrio que siempre fue centro de poder y de vida social.
Con la apertura de la Gran Vía en el siglo XX, el paisaje cambió, y muchos edificios desaparecieron para dar paso a una gran avenida moderna. Aun así, Palacio conserva esa mezcla de lo viejo y lo nuevo. Basta detenerse unos minutos en cualquiera de sus calles para notarlo: los balcones con hierro forjado, las fachadas centenarias, los bares de toda la vida, todo ello entremezclado con tiendas modernas, hoteles y el ir y venir de los que llegan a conocer Madrid. Es ahí, en esa combinación, donde sigue latiendo el verdadero origen de la ciudad con este primer barrio de Madrid.
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