Momentos tensos en la ONU por el uso de armas químicas en Siria

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La ciudad de Maaret al-Naasan, bastión de los rebeldes en la provincia siria de Idlib, destruida por los bombardeos del ejército de Bashar al-Asad.

Hubo tensión respecto a la última reunión de este martes del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU) al tildar Rusia de “inaceptable” la última sesión dispuesta que trataba sobre el presunto uso de armas químicas por parte de las Fuerzas Armadas de Bachar al-Asad en 2017 en el marco de la guerra civil siria.

La cita tuvo lugar a través de videoconferencia debido a las restricciones actuales existentes ante la pandemia de la enfermedad COVID-19. Un encuentro virtual que fue dispuesto para hablar sobre la intervención oficialista con armas químicas hace tres años en el conflicto bélico que asola al país de Oriente Medio desde 2011.

Rusia y China boicotearon este martes este encuentro telemático planificado a puerta cerrada del Consejo de Seguridad al no aparecer en las conexiones que tenían previstas para esta cita. «Rusia y China tuvieron vacíos sus ventanas en la pantalla”, explicó un delegado del Consejo testigo de lo acaecido.

Y es que Moscú pedía que la conferencia virtual debía celebrarse de forma abierta, como exigió Vassily Nebenzia, embajador ruso ante la ONU. «Lamentablemente, nuestros socios occidentales y sus aliados insistieron en mantener la reunión a puerta cerrada en un modo informal a pesar de las consignas de apertura y transparencia del Consejo de Seguridad», remarcó Nebenzia. «Ese enfoque es inaceptable para nosotros en tanto que socava las prerrogativas de los Estados parte de la Convención de Armas Químicas», aclaró.

En su reunión mensual, los miembros del Consejo pretendían conocer el informe del alto representante de la ONU para Asuntos de Desarme, Izumi Nakamitsu, y del director general y el coordinador del equipo de investigación y verificación de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), Fernando Arias y Santiago Oñate respectivamente. En el diálogo entablado, Izumi Nakamitsu y los representantes de la OPAQ informaron al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas sobre la cooperación entre la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas y Siria en las cuestiones sobre este tipo de armamento, sobre todo respecto a las actividades prácticas y las sesiones de consulta entre ambas partes suspendidas a causa del impacto de la crisis sanitaria del coronavirus. Los integrantes del Consejo también presentaron sus puntos de vista sobre el nuevo informe emitido el 8 de abril por el equipo de investigación y verificación de la OPAQ en la nación árabe.

Cada mes, el Consejo organiza una reunión de debates sobre las cuestiones relacionadas al proceso político, la situación humanitaria y asuntos relacionados con las armas químicas en el conflicto de Siria. El grupo de la OPAQ publicó el mes pasado un informe que, por primera vez, señalaba directamente al Gobierno del presidente sirio Bachar al-Asad como responsable de tres ataques con armas químicas en 2017. La investigación llegó gracias a la nueva funcionalidad otorgada a esta entidad en su creación, mediante resolución de Naciones Unidas en 2018, por la que se le daba la potestad de poder atribuir la culpabilidad por ofensivas con armas químicas. Este grupo de investigación fue creado como una solución alternativa al poder de Rusia, férreo aliado del régimen sirio, que, como miembro del Consejo de Seguridad de la ONU, bloqueaba de manera sistemática las investigaciones independientes sobre estos ataques.

El informe del 8 de abril llegó a tres conclusiones: el día 24 de marzo de 2017, un avión militar perteneciente a la Fuerza Aérea Siria arrojó una bomba que contenía sarín en el sur de Latamné, y que afectó a 16 personas; el 25 de marzo, un helicóptero de la Fuerza Área siria arrojó un artefacto que al caer liberó cloro en el hospital de Latamné, afectando al menos a 30 personas. Por último, el día 30 de marzo, otro avión sirio tiró una bomba con sarín en la misma zona de Latamné, afectando a 60 personas. “Se concluyó que existen motivos razonables para creer que los autores de la utilización de sarín como arma química en Latamné, los días 24 y 30 de marzo de 2017 y de la utilización de cloro como arma química el 25 de marzo eran individuos pertenecientes de la Fuerza Aérea de Siria”, indicó el propio Santiago Oñate en un comunicado lanzado el mes pasado.

Mientras, Rusia se defendió de estas argumentaciones señalando que su socio en Damasco detuvo su programa de armas químicas, destruyó su arsenal de ese tipo de armas y dejó de producirlas. En esta línea, el Ejecutivo sirio negó su responsabilidad en los ataques de hace tres años.

La reunión de este martes había sido programada a puertas cerradas para permitir a los miembros del Consejo y a Siria » intercambiar francamente sus puntos de vista y hacer preguntas a quienes informaban», manifestó la representación británica ante la ONU, según la agencia AFP.

La reticencia a participar en la reunión y analizar los hallazgos de los expertos «es decepcionante y muestra la preferencia de algunos miembros del Consejo de minar la prohibición de armas químicas al atacar a los pueblos y a las instituciones encargadas de protegerlos», expresó la delegación británica sobre la ausencia rusa y china.

En este sentido, hubo amplio apoyo a la plena aplicación de la Convención sobre la Prohibición de Armas Químicas, así como a las funciones de la OPAQ, que se llevan a cabo de conformidad con este convenio.

Todo ello en el marco de una guerra en Siria que se sigue desarrollando entre las fuerzas de Al-Asad, apoyadas por la Rusia de Vladimir Putin, y los insurgentes atrincherados en el último reducto de la provincia de Idlib, que es visto por el Gobierno sirio como un refugio de terroristas yihadistas a eliminar para pacificar el país. Idlib es el último bastión opositor de Siria y una parte de la provincia está controlada por el Organismo de Liberación del Levante, agrupación de facciones creada en torno a la ex filial siria del grupo terrorista Al Qaeda. Un conflicto bélico en el que también interviene Turquía tras haber entrado en la zona norte del territorio sirio para ocupar puestos de control y vigilancia en una zona de seguridad acordada con Estados Unidos y para hostigar a la etnia kurda, a la que acusa de atentados terroristas al sur del territorio otomano. Ankara y Moscú sellaron un pacto en marzo para llevar a cabo patrullas conjuntas en Idlib, que continúan a día de hoy pese a que Ankara haya reducido su presencia militar en Siria debido a la pandemia de la COVID-19. Aunque las tensiones continúan al ser Rusia una aliada de Siria y defender intereses muy diferentes a los patrocinados por la nación turca presidida por Recep Tayyip Erdogan, que es señalada por supuestos vínculos con fuerzas yihadistas.

El último alto el fuego decretado en la región de Idlib y los alrededores detuvo la última ofensiva gubernamental que comenzó a finales de abril de 2019 y que ha causado más de 1.500 muertos y casi un millón de desplazados, según cifras de la ONU.

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