Liz Truss, el nuevo ‘thatcherismo’ que fía el futuro de Reino Unido a las bajadas de impuestos

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Rafael Gallego

Se está convirtiendo en una peculiar tradición británica: llegar al poder sin pasar por las urnas. Liz Truss se ha convertido hoy en la nueva primera ministra de Reino Unido al ganar la elección interna sucediendo así al dimitido Boris Johnson quien, a su vez, también llegó a Downing Street tras la renuncia de Theresa May. Esta, cómo no, también llegó a premier sucediendo a otro dimisionario, David Cameron. Todos ellos, eso sí, luego refrendaron su posición ganando unas elecciones: en esto sí se diferencian de Italia. Allí no ven un primer ministro que llegue al cargo como ganador de unas elecciones desde que lo hiciera Silvio Berlusconi en 2008.

Liz Truss (Oxford, 47 años) conoce a la perfección los entresijos del Gobierno británico, en el que ha pasado por multitud de carteras en los últimos años: Medio Ambiente, Justicia, Comercio Internacional, Mujer e Igualdad y, durante el último año, responsable de Exteriores. Llegó a trabajar en el sector privado de joven (Shell y Cable&Wireless), pero el Parlamento siempre fue su objetivo: lo logró en 2010, con la llegada de David Cameron. Ahora ha escalado ya hasta su puesto y aspira a ser una suerte de nueva versión de Margaret Thatcher.

Lo cierto es que, desde que Boris Johnson anunciase su renuncia, Truss ha sido la favorita ya desde el primer metro de la carrera, una competición que empezó a alto ritmo, pero cuyos decibelios cayeron a igual velocidad, como si el resultado hubiera estado ya escrito. Pese a que su ambición ya era vox populi desde hace algún tiempo, Truss se afanó por mostrarse como fiel a Johnson durante sus últimos y tempestuosos días. Todo lo contrario que su rival durante la carrera, un Rishi Sunak cuya marcha fue la estocada final para el ya defenestrado ex premier.

Rebaja fiscal

Las bajadas de impuestos son el gran caballo de batalla de Liz Truss, el único, prácticamente. Durante su campaña, ha presentado como medida estrella una rebaja de impuestos sobre las rentas y los beneficios de las empresas de 30.000 millones de libras, algo más de 34.000 millones de euros. No ha detallado cómo encajaría esta rebaja, si bien la galopante inflación a la que se enfrenta el Reino Unido -los analistas de Citi dicen que superará el 18% a principios de 2023- podría ayudar a aumentar la recaudación.

Su rival, Sunak, ex ministro de Finanzas, ha tratado de jugar la baza de referirse a esta rebaja en este momento como algo poco responsable: una baza, sin duda, poco apetecible para las bases del Partido Conservador. Sunak, de hecho, ha llegado a espetar que prefería perder esta elección antes que embarcarse en una carrera por prometer rebajas de impuestos. Abandonar estos postulados de rebajas fiscales ya le costó caro a nivel de popularidad al saliente Boris Johnson, quizá tanto como sus fiestas durante los tiempos más duros de los confinamientos pandémicos. Las promesas en materia fiscal igualan a Truss con el primer Johnson. Ahora queda ver si podrá, y cómo, encajarlas.

Brexit

Por último, queda la cuestión nunca resuelta del Brexit, y el Protocolo de Irlanda del Norte, actual punto de fricción entre Londres y Bruselas. Liz Truss, por cierto, hizo campaña en contra del Brexit en los tiempos del referéndum de Cameron. Como tantos tories, tras la victoria de los que abogaban por la salida de la UE, la nueva primera ministra se abrazó a la nueva posición con la fe del converso, defendiendo como ministra de Relaciones Exteriores las más combativas posiciones de Boris Johnson en la espinosa cuestión del encaje de Irlanda del Norte en este embrollo.

El Protocolo de Irlanda permite que la frontera terrestre entre las dos Irlandas sea invisible. De esta forma, se evita un problema en la isla de Irlanda, pero se crea otro, pues la frontera entre la Unión Europea y el Reino Unido se traslada al mar de Irlanda, quedándose todo el Ulster bajo las normas aduaneras comunitarias. Esta solución nunca ha convencido a Londres, a pesar de haberlo firmado en su día, y Truss siempre ha secundado a Johnson en la exigencia de una renegociación que, sin duda, por otra parte, se dará.

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