COLOMBIA

Los escándalos de corrupción marcan el primer año de Gustavo Petro en Colombia

hijo Gustavo Petro
Gustavo Petro y Pedro Sánchez.

Hartazgo. Esa es la palabra que mejor define el sentir generalizado en Colombia con el primer gobierno de izquierdas de la historia contemporánea y que comanda el comunista Gustavo Petro. El clima de desapego es tal que los índices de desaprobación del presidente colombiano rozan el 60%, mientras que su aprobación se queda en un exiguo 33%.

Petro que se erigió como una especie de nuevo referente para la izquierda iberoamericana y con quien su homólogo español, Pedro Sánchez, esperaba levantar un puente de hermanamiento que sirviera para rearmar ideológicamente a la izquierda y que España fuera la puerta de entrada de socialistas y comunistas del otro lado del Atlántico para diseminar sus ideas por toda la UE, provoca cada vez mayor rechazo.

La Colombia de Petro se ha convertido al día de hoy en otro país comunista donde como Cuba, Venezuela, Nicaragua o Bolivia sus dirigentes manejan el país como un cortijo persiguiendo a sus adversarios. La diferencia es que en Colombia todavía hay una oposición política activa, hay separación de poderes y quedan medios de comunicación libres.

Si no fuera por todo ello, seguramente Gustavo Petro regiría el país a golpe de tweet que es donde consume a diario buena parte de su tiempo para arremeter contra oponentes, periodistas, jueces y cualquiera que se le cruce en el camino. Siguiendo el manual del perfecto dirigente chavista.

Las promesas de cambio de cero corrupción, defensa de la vida, calidad educativa y darle voz a los excluidos llevó a una mayoría de votantes a entregarle la confianza para que dirigiera el país en los siguientes años. Sin embargo, los escándalos de corrupción, polémicas inútiles y discursos equivocados han alieanado cada día más al presidente de la sociedad colombiana.

En la actualidad son cinco las crisis más relevantes que el presidente comunista tiene por delante, siendo la más importante la desatada la semana pasada tras la detención de su primogénito, Nicolás Petro.

El pasado marzo, la ex esposa de Nicolás, Daysuris Vásquez, reveló que dos narcotraficantes entregaron 1.000 millones de pesos (más de 200.000 euros) a su ex marido e hijo de Petro para la financiación de la campaña presidencial. Ese dinero supuestamente nunca llegó a su destino y se lo quedó Nicolás Petro.

El vástago del presidente fue arrestado por dos delitos de lavado de dinero negro y enriquecimiento ilegal y acabó también reconociendo que el dinero ilícito sirvió para financiar la campaña de su progenitor.

A dicha crisis le precedió en mayo la de las acusaciones mutuas entre la entonces jefa de gabinete de Petro, Laura Sarabia, y el ex embajador colombiano en Venezuela, Armando Benedetti. Este último le dijo a la primera en unas escuchas grabadas que «todos irían a la cárcel si se conocía públicamente lo que él sabía». La Fiscalía abrió una investigación y se espera próximamente que Benedetti preste declaración.

Si el presidente comunista había prometido austeridad, los colombianos se encontraron con despilfarro. Así lo exhibió la mano derecha del presidente, la vicepresidenta Francia Márquez, cuando comenzó a viajar en desde su casa a varios destinos nacionales en helicóptero. Sus vecinos se han venido quejando del ruido ocasionado así como del costo de los viajes. Sin embargo, ella no tuerce el brazo y defiende su derecho a usar el helicóptero para sus traslados.

Las otras dos crisis que han azotado el primer año de Petro han sido el final de la coalición de gobierno suscitado por la falta de apoyo a la reforma del sistema de salud que el propio Petro ahondó con la solicitud de la dimisión de todos sus ministros. De los 18 ministros que empezaron el Gobierno, el presidente ya ha destituido a 11.

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