El rapto de Europa
Cuando Zaynab llegó con sus tres hijos a Europa se encontró abandonada en el puerto sin dinero suficiente para poder pagar el pasaje.
La única salida que tuvo fue venderse a los hombres para poder salvar a sus niños de un viaje de vuelta a la guerra. Me cuentan las autoridades que sólo de esta manera Zaynab pudo embarcarse desde una de las islas griegas rumbo a Atenas.
Europa es un océano de prosperidad —para algunos— y un estercolero moral ——para todos—. Un lugar en el centro del mundo que cava su propia fosa a golpes de podredumbre.
El rapto de Europa es un bellísimo cuadro de Rembrandt que describe el mito que le da nombre a nuestro continente. Cuando la bella hija de los reyes de Tiro, Europa, paseaba con sus amigas, vio acercarse a un imponente y hermoso toro blanco.
Confiada subió a sus lomos y, en ese preciso instante, el toro salió corriendo, se adentró en el mar y la llevó hasta la Isla de Creta. Allí, en la Fuente de la Gortina, el bovino descubrió que era Zeus y poseyó a Europa hasta darle forma al continente.
¿Quién nos ha raptado a Europa?, ¿qué herbívoro ha anestesiado nuestras conciencias?
Lo primero que se encuentra un refugiado al cruzar el Egeo en cualquiera de las islas griegas es aquella Europa soñada en forma de decenas de estraperlistas y logreros que les venden mantas a veinte euros.
El siguiente paso es un autobús gratuito que les lleve a los campamentos. Pero de nuevo Europa se presenta con su rostro más purgante : los agiotistas les cobran un euro por pasajero que, naturalmente, se embolsa el hijo de puta de turno envuelto en una bandera azul estrellada.
Así llegan desolados al puerto donde se prostituyó Zaynab, raptada por Zeus en forma de vileza, testigo de la ruindad de nuestro continente.
Escribo esta tarde de Jueves Santo desde el Campamento de Malakasa, sentado junto a sirios y afganos, a las puertas de una improvisada peluquería mientras me cuentan escalofriantes episodios de la guerra que no desean para los hijos que se han traído.
En Malakasa los hombres se retan y se pegan con sólo mirarse. Auténticas palizas que se producen antes de que la mirada del uno llegue al otro. Me recomiendan no estar con ellos en las tiendas pero me encuentro más seguro fumando su tabaco que en cualquier parlamento.
En Malakasa también hay mujeres solas. Una de ellas, me dicen los afganos, vio cómo decapitaban a su marido. Decidió caminar hasta la tierra de Zeus con sus seis hijos, dejando a su espalda la guerra, el dolor y la humillación.
Ahora los hijos de Europa y de Zeus son miles de altos funcionarios dispuestos a decretar lo que más le convenga a nuestra relajada conciencia. Toneladas de políticos de terciopelo cuyo mensaje al mundo es un enorme eructo en forma de tratado de expulsión masiva.
Por ello, de repente, no entienden que antes para Europa ellos fueran refugiados amigos y que ahora les conviertan en inmigrantes ilegales. La decisión del Consejo, la abyección de la razón, el ultraje a la vida
¿Cómo explicarle a los niños de Malakasa qué es una frontera?, ¿cuántos días de colegio les estamos robando por el mero hecho de que nacieron bajo las bombas que nosotros mismos fabricamos?
Anochece. No hay manera de sacarme a Zaynab de mis pensamientos.