Rousseff deslegitima al presidente interino, «traidor» Temer, y llama a los brasileños a «resistir»

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La ya ex presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, saliendo de Planalto. (AFP)

La ya ex presidenta, al menos de momento, deslegitima a todos los que hayan participado en su juicio político. Dilma Rousseff ha iniciado digna y a pie su salida del Palacio de Planalto en Brasilia, bañándose en las masas populares fieles del Partido de los Trabajadores, aquéllos que todavía creen en ella y en su predecesor y ministro frustrado Lula da Silva. Suspendida de la Presidencia de Brasil este jueves y desafiante, la política y ex guerrillera ha llamado a los brasileños a movilizarse para resistir el «golpe» y «defender la democracia».

El vicepresidente de Rousseff, Michel Temer, ha firmado este mismo jueves la asunción de la Presidencia interina del país después de que el Senado debatiera desde la tarde del miércoles someter a la heredera de Lula da Silva a un juicio político por 55 votos contra 22 en una maratónica sesión que duró casi un día entero.

Para destituirla definitivamente, la oposición requiere dos tercios de los votos del Senado (54 del total de 81 miembros). Uno menos que los registrados este jueves, lo cual torna poco probable su retorno al poder.

«La población sabrá decir no al golpe», ha dicho Dilma ante sus seguidores. «A los brasileños que se oponen al golpe, sean del partido que sean, les hago un llamamiento: manténganse movilizados, unidos y en paz». La ex guerrillera de 68 años ha comparecido ante decenas de periodistas y funcionarios antes de abandonar el Palacio de Planalto.

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Lula da Silva, con gesto preocupado, a la salida de Dilma de la sede de Gobierno. (AFP)

A la salida de la sede presidencial, de la mano de su predecesor y mentor Lula da Silva, Rousseff ha repetido su discurso ante cientos de movimientos sociales, indígenas, homosexuales y representantes de minorías que agitaban globos rojos, la alentaban al grito de «¡Resistiremos!» y coreaban «¡Fuera Temer!».

El «traidor» y su «golpe moderno»

Rousseff es acusada de «crimen de responsabilidad» por maquillar las cuentas del Estado con el objetivo de hacer creer a los electores que su gestión económica era mejor de la real. Su Gobierno encubrió presuntamente los déficit presupuestarios y engrosó las arcas públicas con préstamos de bancos estatales durante su campaña a la reelección de 2014.

La mandataria asegura no obstante que es víctima de un «golpe moderno» liderado por el «traidor» Temer y el ex presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, suspendido por la Corte Suprema por obstruir investigaciones de corrupción en su contra. Ambos pertenecen al partido de centro derecha PMDB (Partido del Movimiento Democrático Brasileño).

«Sufro una vez más el dolor abominable de la injusticia. Lo que me duele más en este momento es percibir que soy víctima de una farsa política y jurídica», aseveró.

Michel Temer, actual vicepresidente de Brasil (Foto: Reuters)
Michel Temer, presidente interino de Brasil (Foto: Reuters)

Dilma ha construido todo su discurso con la tesis deslegitimadora de quien se considera la única democráticamente habilitada para gobernar. «Lo que está en juego es el respeto a las urnas, a la voluntad soberana del pueblo brasileño y la Constitución».

El empeño de la ya ex mandataria era equiparar su propia persona con la estabilidad de Brasil y, es más, con el Estado de Bienestar: «Lo que está en juego son las conquistas de los últimos 13 años, las ganancias de las personas más pobres y de la clase media».

Pero la verdad es que deja el cargo, aunque sea de manera provisional, con una paupérrima popularidad, del 10%, en medio de una grave recesión económica y como sospechosa, al menos en parte, del mayor escándalo de corrupción económico-política de la historia de Latinoamérica, el ‘caso Petrobras’.

El megafraude de más de 2.000 millones de dólares fue descubierto hace dos años y ya hay decenas de políticos del PT y de formaciones aliadas, como el PMDB –de hecho, Eduardo Cunha, fue removido de la Presidencia de la Cámara de Diputados recientemente por su realción con el escándalo–, así como a poderosos empresarios.

Así no es extraño que el 61% de los brasileños esté a favor del ‘impeachment’ de Rousseff. Si bien los propios votantes se cuestionan la legitimidad de quienes están destituyendo a Rousseff, teniendo en cuenta que una mayoría de diputados y senadores del Congreso han sido condenados o están acusados de algún fraude.

Rousseff tendrá que abandonar oficialmente el Palacio del Planalto (sede del gobierno) este mismo jueves y se dirigirá al Palacio de Alvorada, la residencia oficial, desde donde preparará su defensa.

Mientras esté suspendida, mantendrá su salario íntegro y tendrá derecho a atención médica, seguridad personal, transporte aéreo y terrestre y a un equipo de funcionarios para su gabinete personal.

 

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